No resulta sencillo invitar al hombre a que de una vez por todas se resigne... ni aunque esto se pudiese vincular a una supuesta toma definitiva de conciencia acerca de su imperfección congénita capaz de realizar la conciencia más acabada posible para él: la conciencia de la intranscendencia (la nada, en fin, para decirlo con Nietzsche) en la que toma forma y en la que por fin la pierde.
Por supuesto, nada más lejos de mi propia idiosincrasia (honestamente, lo digo porque lo siento) que invitar a los miembros de mi propia especie a no volver a levantar la voz contra la injusticia, la ignorancia, la cobardía abyecta, la degradación, la indignidad, la crueldad, el egoísmo, la mezquindad, la mentira, la opresión... etcétera; es decir, contra todas aquellas cosas capaces de encender esas pasiones que nos hacen sentir "mejores seres" (lo que resulta tan difícil de precisar en su dimensión real -o tal vez sólo absoluta, esencial, como todas las cosas- y quizás tanto como en la dimensión imaginaria que lo dejaré así, apenas entre comillas, como un eufemismo que cada uno rellenará de contenido como mejor le cuadre).
Nada más lejos de mí... a pesar de todos los eufemismos de la lista y más que pudieran añadirse, todos sujetos al irremediable criterio del grupo de pertenencia, un tanto accidental en última instancia (en el sentido, por qué no, de las "causas ocasionales" de Malebranch prácticamente olvidadas en el tiempo... para que las redescubramos y las consideremos las únicas posibles) aunque la permanencia sea de larga duración y en cierto sentido idiosincrática, sujetas asimismo, en consecuencia, a las conveniencias espacio-temporales (de radio reducido y con centro en el sujeto) más o menos compartidas en ausencia casi total de crítica, a criterios poco elaborados y poco rigurosos (etiquetas, slogans, mandamientos...) y a conveniencias determinadas por la posición del individuo que los sostiene en y frente al mundo dado (1).
¡Endebles reacciones!, pero inevitablemente valoradas, que, "¡Válgame, Dios¡", no se me ocurriría combatirlas ni siquiera despreciarlas y mucho menos sugerir que sean ahogadas a la manera en que, por excelencia, las religiones sugirieran y aún sugieren (por inercia más que nada, yo diría) que se repriman los pecados. Y que a la vez nos sugieren que aspiraremos a atesorar sólo aquellas que nos elevarían...
Endebles, sin duda, aunque ¿qué podríamos esperar que quedaría del hombre sin esas pasiones tan especialmente valoradas y consideradas inclusive necesarias de conservar como si pudieran perderse, tan míticas; "las cosas que tienen más valor, los objetivos, los sentimientos y las esperanzas de los hombres", en las palabras empleadas por Berkeley contra los "pequeños filósofos" que las "desprecian" y que "disminuyen" y "degradan" la "naturaleza humana (...) hasta el nivel más bajo y más estrecho de la vida animal y no nos ofrecen en el reparto más que una magra ración de años en vez de la inmortalidad" (George Berkeley, "Alciphron", citado en Historia de la Filosofía, Siglo XXI Editores, Madrid, 1978, tomo 6, pág. 242, por Harry Burrows Acton); qué si no nadie alzara la voz diciendo "nosotros sufrimos por el hombre" (Friedrich Nietzsche, "Genealogía de la moral", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 2006, pág. 70)?
Endebles, todo hay que decirlo, por originarse en y reproducirse como..."inmoralidad", "sangre y horror", para volver a abusar de Nietzsche (Friedrich Nietzsche, "Genealogía de la moral", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 2006, pág. 102; y en "Crepúsculo de los dioses", "Los mejoradores de la humanidad", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 1979, pág. 75) en realidad tan apropiadas a ello como a las demás "cosas buenas" a las que se refiriera. Y propias como las opuestas de discursos grupalistas que responden al enfoque propio y a la correlación de fuerzas, por lo que ni unas ni otras necesitan cultivarse ex profeso (2).
Como si pudiera perderse... en efecto, aunque, sin duda, los seres humanos, en su inmensa mayoría, no pueda evitar indignarse, o enfurecerse, una y otra vez hasta el límite, como poco, de la rebeldía y, al menos en determinadas situaciones, emular más o menos intencionalmente al supuesto héroe semidivino cuyas figuras mitológicas continúan aún brillando en nuestro firmamento dominante, como acredita el aún vigente cielo astrológico con sus constelaciones aparentes y poéticas; héroe que, revistiéndose de nobleza y de coraje (¡lo que admirara precisamente el propio Nietzsche, tal vez ingenuamente, tal vez... por apego a lo poético e idílico!, ¡o lo que llevara a Hidegger a besar las lustrosas botas de desfile del nazismo, sin duda bellamente uniformado -belleza escalofriante pero cautivadora- con ingenuidad aún más espectacular y perturbadora que la de su predecesor por aquella vieja y edulcorada nobleza desaparecida!). ¡Oh, sí; sin duda!: todos tienden a representar, a veces más allá del límite y hasta entregar la vida, "a los santos porque se es perverso", como escribiera Sartre y pusiera en la voz de su personaje Kean...!
Eso nunca se pierde, Mr Berkeley, no debió preocuparse (preocupación que debe ser explicada)... y en todo caso sólo puede intentar ser ocultado, encubierto, enmascarado, con la indudable hipocresía racionalista y positivista (que también, igual y conjuntamente con la preocupación de Berkeley, debe ser explicada). Eso nunca será superado, Herr Nietzsche (sueño que, por fin, debe asimismo ser explicado). Explicada, explicada, explicado... ¡y de una buena vez!
Por tanto (o sea, más allá de las causas ideológicas que pudieran encontrarse detrás de las mencionadas valoraciones)... ¡qué vana pretensión abrigaría yo con ello, en franca contradicción con la convicción que tengo de que algo así sería simplemente utópico, como las propias religiones demostraran aparentando -sí, y en todo caso autoengañándose en nombre de estrategias pertenecientes a un espacio distinto, como intenté resaltar en mi nota 2- reprimir la naturaleza necesaria, circunstancial y nunca eterna sin embargo, del pecado y del libre pensamiento; echar esa "naturaleza", si mal no recuerdo, que Berkeley mismo dixit, "por la ventana" para que volviese a entrar "...por las rendijas"...! ¡Qué caída en la ilusión -tan agradable siempre- en contra de la conciencia que me dice que mientras las circunstancias lo hagan inevitable -¿cómo saber incluso si alguna vez se llegue a ello?-, esas conductas rebeldes seguirán siendo... idiosincráticamente humanas!
Y sin embargo, mi conciencia me empuja a invitar al hombre a la resignación al menos en un cierto sentido que, después de todo, parece inseparable de aquel otro que me yo mismo considero inevitable y tiendo a valorar de hecho como manifestación de lo más excelso (menos animal, sin duda), lo más... prometedor... Algo que, seguramente, podría equipararse a considerar que el salto de una rana en dirección a la luna contenga la voluntad de alcanzarla, es decir, no vaya más allá de una convicción impuesta por las circunstancias e inscrita en el firmamento dominante que nos marca las pautas y las idealizaciones...
Me refiero a invitarlo a que se resigne a ser simplemente un ser humano, algo que parece tautológico y que sin embargo se niega en cada acto, o mejor dicho, en cada sueño.
En concreto, se me ha ocurrido preguntarme (¡y qué mejor que inaugurar mi participación en este blog que exponiendo esta interrogación!) qué pasaría si el hombre consiguiera resignarse de verdad a verse a sí mismo como un resultado claro y concreto de las fases efectivamente previas recorridas, paso a paso y sin rumbo predefinido, por la naturaleza en este mundo y hasta ahora, un resultado incapaz de sobrevivir y/o conservarse (única fuerza que se le impone en última instancia, desde mi punto de vista, incluso siendo capaz de contrarrestarla) sin contar con el deseo de alcanzar metas imposibles, secretos inexistentes pero supuestos, es decir, de tener imaginación.
Resignarse contra la "benevolencia" hacia sí mismo que se ha mostrado ese resultado que, tal y como funciona, recibe de sí mismo el nombre de humano, tan sólo humano-...
¿Acaso la conciencia evitaría las idealizaciones? ¿Acaso podrían reducirse y hasta desaparecer muchos conflictos grupales al caer la máscara de las "buenas intenciones" que enmascaran sus auténticas intenciones de dominio? ¿O podría ser que ese límite tan infranqueable no quede sino el terrible e insoportable sentimiento de ser una anomalía innecesaria?
¡Resignaos a ser simplemente humanos!, tiendo a proponer sin poder evitarlo (me lo propongo sin remedio) temeroso del riesgo considerable que imagino que ello encierra para los pocos que tengan el coraje de asumirlo, a la vez que seguro de lo poco que ese llamamiento repercutirá en una inmensa mayoría que tal vez siempre siga prefiriendo el mito y el resumen...
Y, si quedara después algún resquicio, que se mantenga aunque sea como acto de la representación histriónica esa rebeldía inútil que nos aleja del suicidio colectivo; la rebeldía de los pertinaces dominadores de mundos, prisioneros del pavor consustancial por la supuesta Nada.
Notas:
(1) Ofrezco aquí una breve visión/narración de carácter naturalista: es evidente que nada en la naturaleza ha sido programado para unfuncionamiento preciso y delimitado. La imperfección y la diversidad sin objetivos (emergencias, como se las llama) llegan hasta el extremo de conservar inclusive aquello que poco tiene de indispensable -la existencia de esa rama del árbol de la vida que dio lugar a los insectos, por ejemplo-, idea que entre otras cosas ofrece el mejor argumento contra la idea del D.I. Sus múltiples manifestaciones individuales, tanto si prosperaron y pudieron aferrarse al mundo como si no lo consiguieron y desaparecieron o fueron subsumidas en formas más complejas como meras partes de estas (simbiosis), muestran una adaptabilidad contumaz que responde a su firmeza por conservar su función vital intacta (lo más invariable que sea posible) y en todo caso garantizar su continuidad mediante la reproducción (ni siquiera una teleonomía, me atrevería a afirmar, sino una característica interna de los seres vivos que obedece a su propia historia: duplicarse es algo previo a la vida y podría ser una precondición de su emergencia, al menos como la conocemos a nuestro alrededor y a lo largo de la historia natural que nos produjo). Por una parte, es obvio que la precisión sea imposible en la medida que nada permanece estático o inamovible, en la medida que lasinteracciones constantes confluyentes no dejan de modificar el cuadro de las operaciones, dando lugar al debilitamiento de unas en detrimento de otras hasta la práctica o efectiva desaparición de la escena mientras otras ganan protagonismo y hasta permiten la aparición de nuevas o el aumento de peso de las postergadas que adquieren así una efectividad mayor... Pero la precisión, por otra parte, es en sí misma imposible en la medida en que cada individuo -productor a su vez de efectos que entran en el cuadro de las interacciones dado- es un resultado que difícilmentealteración constante por encima o por debajo de una línea que no es factible situar realmente, una línea que marcaría un óptimo teleonómico básico que nuestra racionalidad sea capaz de atribuirle a cada individuo -una teleonomía relativamente objetiva si se quiere- que podría incluso aceptar denominar formalmente como la "voluntad" -tomando el término prestado de Schopenhauer sin complejos aunque con reservas- de intentar, como sea y hasta donde le sea posible, mantenerse en un punto de equilibrio en medio de interacciones de todos los grados posibles, siendo él mismo un compuesto provisto de su propio juego interno de interacciones, de no abandonar el mundo en el que vive, "su" mundo, apenas un cierto entorno a su alrededor.
El hombre, lo sabemos por experiencia propia, no puede ser menos. Situado según le permiten sus facultades -principio de razón- tanto más allá del animal como a distancia de los dioses, siente en su interior la voz de su conciencia como señal de que podría aspirar a pertenecer a un mundo más elevado, superior, alguna vez. Esa aspiración y la presencia perturbadora de esa voz que no cesa lo lleve al mismo tiempo a sugerirse que quizás provenga precisamente de un tal mundo. Lo siente... y, por su culpa, cae en el engaño de que, siendo la criatura elegida, lo podrá conseguir. Así es como vive laautoconciencia y así es como justifica toda su conducta y obras, en particular sus construcciones sociales tan imaginativas y hasta rocambolescas como contradictorias y conflictivas, conduscentes a su autonegación por una u otra vía, a la evolución hacia el caos y el colapso mediante la degradación de todos sus principios.
La misma grupalidad no sería sino una característica heredada, inseparable del nacimiento de la conciencia tal y como conocemos a la humana, encerrando a la vez la la promesa de la sabiduría -llegar a comprender el propio sentido de la existencia y la del mundo- y la promesa del dominio absoluto sobre la naturaleza, sus congéneres y hasta su propio cuerpo -dominación a la que tiende de manera cada vez más compleja y alambicada como ya he mencionado al hablar de las sociedades humanas-,dos promesas falsas de la misma ilusión.
En ese sentido, pienso que la filosofía en su conjunto, las ciencias, las religiones y los mitos que se ha dado el hombre no puedan dejar de contener sino visiones antropocéntricas, y no sólo en tanto extrapolan al mundo su propia idiosincrasia para explicarlo (cuando no proponen callar al respecto), sino en la medida en que todos los enfoques (incluido el que recomienda callar) responden a su necesidad de adaptación, emocional y material. Antropocéntricas a la manera del hombre, es decir, considerándo hombres de verdad a los miembros de su propio grupo de referencia. Así es como quien cuenta con una facultad más desarrollada para pensar establece el propio tipo como prototipo o tipo ejemplar: el sabio, por ejemplo, y en concreto allí donde esa función se pudo legitimar, esto es, ser aprovechada socialmente.
(2) Por ejemplo, Nietzsche, a la manera de Berkeley, acusa al cristianismo (y a su predecesor el racionalismo socrático) de "promover la debilidad" pero la Iglesia nunca se resignó, por citar algo emblemático, a perder Jerusalem, lo que se expresó de muchísimas manera a lo largo de los siglos; por ejemplo: las convocatorias recientes a manifestarse en la calle en la mejor manera de cualquier movimiento político contra la nueva ley del aborto y el derecho al aborto en general. Repito: un grupo nunca abandona su intencionalidad dominadora -dominadora sobre todo incluidos los otros-, aunque la elección de las tácticas en combinación con la correlación de fuerzas le sea adversa y lo condene al fracaso. Nietzsche mismo lo sabe y lo señala: "quieren ser también ellos los fuertes, no hay duda" ("Genealogía...", ed. cit., pág. 79 y posteriores, donde lo documenta ampliamente). La cultura, a la que Nietzsche mismo se refiere en el citado ensayo (ibíd., pág. 69), aparece como pretendiendo lo que es en realidad un resultado de la relación de fuerzas "en el fondo" brutas, esas que tan sencillamente señalaba Tucídides como causas del movimiento. Tal vez en atención a la buena conciencia y/o a la predilceción instintiva por las "mentiras piadosas".
Por supuesto, nada más lejos de mi propia idiosincrasia (honestamente, lo digo porque lo siento) que invitar a los miembros de mi propia especie a no volver a levantar la voz contra la injusticia, la ignorancia, la cobardía abyecta, la degradación, la indignidad, la crueldad, el egoísmo, la mezquindad, la mentira, la opresión... etcétera; es decir, contra todas aquellas cosas capaces de encender esas pasiones que nos hacen sentir "mejores seres" (lo que resulta tan difícil de precisar en su dimensión real -o tal vez sólo absoluta, esencial, como todas las cosas- y quizás tanto como en la dimensión imaginaria que lo dejaré así, apenas entre comillas, como un eufemismo que cada uno rellenará de contenido como mejor le cuadre).
Nada más lejos de mí... a pesar de todos los eufemismos de la lista y más que pudieran añadirse, todos sujetos al irremediable criterio del grupo de pertenencia, un tanto accidental en última instancia (en el sentido, por qué no, de las "causas ocasionales" de Malebranch prácticamente olvidadas en el tiempo... para que las redescubramos y las consideremos las únicas posibles) aunque la permanencia sea de larga duración y en cierto sentido idiosincrática, sujetas asimismo, en consecuencia, a las conveniencias espacio-temporales (de radio reducido y con centro en el sujeto) más o menos compartidas en ausencia casi total de crítica, a criterios poco elaborados y poco rigurosos (etiquetas, slogans, mandamientos...) y a conveniencias determinadas por la posición del individuo que los sostiene en y frente al mundo dado (1).
¡Endebles reacciones!, pero inevitablemente valoradas, que, "¡Válgame, Dios¡", no se me ocurriría combatirlas ni siquiera despreciarlas y mucho menos sugerir que sean ahogadas a la manera en que, por excelencia, las religiones sugirieran y aún sugieren (por inercia más que nada, yo diría) que se repriman los pecados. Y que a la vez nos sugieren que aspiraremos a atesorar sólo aquellas que nos elevarían...
Endebles, sin duda, aunque ¿qué podríamos esperar que quedaría del hombre sin esas pasiones tan especialmente valoradas y consideradas inclusive necesarias de conservar como si pudieran perderse, tan míticas; "las cosas que tienen más valor, los objetivos, los sentimientos y las esperanzas de los hombres", en las palabras empleadas por Berkeley contra los "pequeños filósofos" que las "desprecian" y que "disminuyen" y "degradan" la "naturaleza humana (...) hasta el nivel más bajo y más estrecho de la vida animal y no nos ofrecen en el reparto más que una magra ración de años en vez de la inmortalidad" (George Berkeley, "Alciphron", citado en Historia de la Filosofía, Siglo XXI Editores, Madrid, 1978, tomo 6, pág. 242, por Harry Burrows Acton); qué si no nadie alzara la voz diciendo "nosotros sufrimos por el hombre" (Friedrich Nietzsche, "Genealogía de la moral", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 2006, pág. 70)?
Endebles, todo hay que decirlo, por originarse en y reproducirse como..."inmoralidad", "sangre y horror", para volver a abusar de Nietzsche (Friedrich Nietzsche, "Genealogía de la moral", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 2006, pág. 102; y en "Crepúsculo de los dioses", "Los mejoradores de la humanidad", Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, Madrid, 1979, pág. 75) en realidad tan apropiadas a ello como a las demás "cosas buenas" a las que se refiriera. Y propias como las opuestas de discursos grupalistas que responden al enfoque propio y a la correlación de fuerzas, por lo que ni unas ni otras necesitan cultivarse ex profeso (2).
Como si pudiera perderse... en efecto, aunque, sin duda, los seres humanos, en su inmensa mayoría, no pueda evitar indignarse, o enfurecerse, una y otra vez hasta el límite, como poco, de la rebeldía y, al menos en determinadas situaciones, emular más o menos intencionalmente al supuesto héroe semidivino cuyas figuras mitológicas continúan aún brillando en nuestro firmamento dominante, como acredita el aún vigente cielo astrológico con sus constelaciones aparentes y poéticas; héroe que, revistiéndose de nobleza y de coraje (¡lo que admirara precisamente el propio Nietzsche, tal vez ingenuamente, tal vez... por apego a lo poético e idílico!, ¡o lo que llevara a Hidegger a besar las lustrosas botas de desfile del nazismo, sin duda bellamente uniformado -belleza escalofriante pero cautivadora- con ingenuidad aún más espectacular y perturbadora que la de su predecesor por aquella vieja y edulcorada nobleza desaparecida!). ¡Oh, sí; sin duda!: todos tienden a representar, a veces más allá del límite y hasta entregar la vida, "a los santos porque se es perverso", como escribiera Sartre y pusiera en la voz de su personaje Kean...!
Eso nunca se pierde, Mr Berkeley, no debió preocuparse (preocupación que debe ser explicada)... y en todo caso sólo puede intentar ser ocultado, encubierto, enmascarado, con la indudable hipocresía racionalista y positivista (que también, igual y conjuntamente con la preocupación de Berkeley, debe ser explicada). Eso nunca será superado, Herr Nietzsche (sueño que, por fin, debe asimismo ser explicado). Explicada, explicada, explicado... ¡y de una buena vez!
Por tanto (o sea, más allá de las causas ideológicas que pudieran encontrarse detrás de las mencionadas valoraciones)... ¡qué vana pretensión abrigaría yo con ello, en franca contradicción con la convicción que tengo de que algo así sería simplemente utópico, como las propias religiones demostraran aparentando -sí, y en todo caso autoengañándose en nombre de estrategias pertenecientes a un espacio distinto, como intenté resaltar en mi nota 2- reprimir la naturaleza necesaria, circunstancial y nunca eterna sin embargo, del pecado y del libre pensamiento; echar esa "naturaleza", si mal no recuerdo, que Berkeley mismo dixit, "por la ventana" para que volviese a entrar "...por las rendijas"...! ¡Qué caída en la ilusión -tan agradable siempre- en contra de la conciencia que me dice que mientras las circunstancias lo hagan inevitable -¿cómo saber incluso si alguna vez se llegue a ello?-, esas conductas rebeldes seguirán siendo... idiosincráticamente humanas!
Y sin embargo, mi conciencia me empuja a invitar al hombre a la resignación al menos en un cierto sentido que, después de todo, parece inseparable de aquel otro que me yo mismo considero inevitable y tiendo a valorar de hecho como manifestación de lo más excelso (menos animal, sin duda), lo más... prometedor... Algo que, seguramente, podría equipararse a considerar que el salto de una rana en dirección a la luna contenga la voluntad de alcanzarla, es decir, no vaya más allá de una convicción impuesta por las circunstancias e inscrita en el firmamento dominante que nos marca las pautas y las idealizaciones...
Me refiero a invitarlo a que se resigne a ser simplemente un ser humano, algo que parece tautológico y que sin embargo se niega en cada acto, o mejor dicho, en cada sueño.
En concreto, se me ha ocurrido preguntarme (¡y qué mejor que inaugurar mi participación en este blog que exponiendo esta interrogación!) qué pasaría si el hombre consiguiera resignarse de verdad a verse a sí mismo como un resultado claro y concreto de las fases efectivamente previas recorridas, paso a paso y sin rumbo predefinido, por la naturaleza en este mundo y hasta ahora, un resultado incapaz de sobrevivir y/o conservarse (única fuerza que se le impone en última instancia, desde mi punto de vista, incluso siendo capaz de contrarrestarla) sin contar con el deseo de alcanzar metas imposibles, secretos inexistentes pero supuestos, es decir, de tener imaginación.
Resignarse contra la "benevolencia" hacia sí mismo que se ha mostrado ese resultado que, tal y como funciona, recibe de sí mismo el nombre de humano, tan sólo humano-...
¿Acaso la conciencia evitaría las idealizaciones? ¿Acaso podrían reducirse y hasta desaparecer muchos conflictos grupales al caer la máscara de las "buenas intenciones" que enmascaran sus auténticas intenciones de dominio? ¿O podría ser que ese límite tan infranqueable no quede sino el terrible e insoportable sentimiento de ser una anomalía innecesaria?
¡Resignaos a ser simplemente humanos!, tiendo a proponer sin poder evitarlo (me lo propongo sin remedio) temeroso del riesgo considerable que imagino que ello encierra para los pocos que tengan el coraje de asumirlo, a la vez que seguro de lo poco que ese llamamiento repercutirá en una inmensa mayoría que tal vez siempre siga prefiriendo el mito y el resumen...
Y, si quedara después algún resquicio, que se mantenga aunque sea como acto de la representación histriónica esa rebeldía inútil que nos aleja del suicidio colectivo; la rebeldía de los pertinaces dominadores de mundos, prisioneros del pavor consustancial por la supuesta Nada.
Notas:
(1) Ofrezco aquí una breve visión/narración de carácter naturalista: es evidente que nada en la naturaleza ha sido programado para unfuncionamiento preciso y delimitado. La imperfección y la diversidad sin objetivos (emergencias, como se las llama) llegan hasta el extremo de conservar inclusive aquello que poco tiene de indispensable -la existencia de esa rama del árbol de la vida que dio lugar a los insectos, por ejemplo-, idea que entre otras cosas ofrece el mejor argumento contra la idea del D.I. Sus múltiples manifestaciones individuales, tanto si prosperaron y pudieron aferrarse al mundo como si no lo consiguieron y desaparecieron o fueron subsumidas en formas más complejas como meras partes de estas (simbiosis), muestran una adaptabilidad contumaz que responde a su firmeza por conservar su función vital intacta (lo más invariable que sea posible) y en todo caso garantizar su continuidad mediante la reproducción (ni siquiera una teleonomía, me atrevería a afirmar, sino una característica interna de los seres vivos que obedece a su propia historia: duplicarse es algo previo a la vida y podría ser una precondición de su emergencia, al menos como la conocemos a nuestro alrededor y a lo largo de la historia natural que nos produjo). Por una parte, es obvio que la precisión sea imposible en la medida que nada permanece estático o inamovible, en la medida que lasinteracciones constantes confluyentes no dejan de modificar el cuadro de las operaciones, dando lugar al debilitamiento de unas en detrimento de otras hasta la práctica o efectiva desaparición de la escena mientras otras ganan protagonismo y hasta permiten la aparición de nuevas o el aumento de peso de las postergadas que adquieren así una efectividad mayor... Pero la precisión, por otra parte, es en sí misma imposible en la medida en que cada individuo -productor a su vez de efectos que entran en el cuadro de las interacciones dado- es un resultado que difícilmentealteración constante por encima o por debajo de una línea que no es factible situar realmente, una línea que marcaría un óptimo teleonómico básico que nuestra racionalidad sea capaz de atribuirle a cada individuo -una teleonomía relativamente objetiva si se quiere- que podría incluso aceptar denominar formalmente como la "voluntad" -tomando el término prestado de Schopenhauer sin complejos aunque con reservas- de intentar, como sea y hasta donde le sea posible, mantenerse en un punto de equilibrio en medio de interacciones de todos los grados posibles, siendo él mismo un compuesto provisto de su propio juego interno de interacciones, de no abandonar el mundo en el que vive, "su" mundo, apenas un cierto entorno a su alrededor.
El hombre, lo sabemos por experiencia propia, no puede ser menos. Situado según le permiten sus facultades -principio de razón- tanto más allá del animal como a distancia de los dioses, siente en su interior la voz de su conciencia como señal de que podría aspirar a pertenecer a un mundo más elevado, superior, alguna vez. Esa aspiración y la presencia perturbadora de esa voz que no cesa lo lleve al mismo tiempo a sugerirse que quizás provenga precisamente de un tal mundo. Lo siente... y, por su culpa, cae en el engaño de que, siendo la criatura elegida, lo podrá conseguir. Así es como vive laautoconciencia y así es como justifica toda su conducta y obras, en particular sus construcciones sociales tan imaginativas y hasta rocambolescas como contradictorias y conflictivas, conduscentes a su autonegación por una u otra vía, a la evolución hacia el caos y el colapso mediante la degradación de todos sus principios.
La misma grupalidad no sería sino una característica heredada, inseparable del nacimiento de la conciencia tal y como conocemos a la humana, encerrando a la vez la la promesa de la sabiduría -llegar a comprender el propio sentido de la existencia y la del mundo- y la promesa del dominio absoluto sobre la naturaleza, sus congéneres y hasta su propio cuerpo -dominación a la que tiende de manera cada vez más compleja y alambicada como ya he mencionado al hablar de las sociedades humanas-,dos promesas falsas de la misma ilusión.
En ese sentido, pienso que la filosofía en su conjunto, las ciencias, las religiones y los mitos que se ha dado el hombre no puedan dejar de contener sino visiones antropocéntricas, y no sólo en tanto extrapolan al mundo su propia idiosincrasia para explicarlo (cuando no proponen callar al respecto), sino en la medida en que todos los enfoques (incluido el que recomienda callar) responden a su necesidad de adaptación, emocional y material. Antropocéntricas a la manera del hombre, es decir, considerándo hombres de verdad a los miembros de su propio grupo de referencia. Así es como quien cuenta con una facultad más desarrollada para pensar establece el propio tipo como prototipo o tipo ejemplar: el sabio, por ejemplo, y en concreto allí donde esa función se pudo legitimar, esto es, ser aprovechada socialmente.
(2) Por ejemplo, Nietzsche, a la manera de Berkeley, acusa al cristianismo (y a su predecesor el racionalismo socrático) de "promover la debilidad" pero la Iglesia nunca se resignó, por citar algo emblemático, a perder Jerusalem, lo que se expresó de muchísimas manera a lo largo de los siglos; por ejemplo: las convocatorias recientes a manifestarse en la calle en la mejor manera de cualquier movimiento político contra la nueva ley del aborto y el derecho al aborto en general. Repito: un grupo nunca abandona su intencionalidad dominadora -dominadora sobre todo incluidos los otros-, aunque la elección de las tácticas en combinación con la correlación de fuerzas le sea adversa y lo condene al fracaso. Nietzsche mismo lo sabe y lo señala: "quieren ser también ellos los fuertes, no hay duda" ("Genealogía...", ed. cit., pág. 79 y posteriores, donde lo documenta ampliamente). La cultura, a la que Nietzsche mismo se refiere en el citado ensayo (ibíd., pág. 69), aparece como pretendiendo lo que es en realidad un resultado de la relación de fuerzas "en el fondo" brutas, esas que tan sencillamente señalaba Tucídides como causas del movimiento. Tal vez en atención a la buena conciencia y/o a la predilceción instintiva por las "mentiras piadosas".
Carlos celebro que te unas a nosotros tan pronto; en nombre de todos te doy la bienvenida. He leído tu texto superficialmente y creo que tenemos mucho que discutir, pero necesito dedicarle un poco más de cuidado y tiempo, ya que nos presentas un torrente de ideas e imágenes aquí.
ResponderEliminarDe momento sólo hago eso, agradecerte el trabajo que aquí nos ofreces.
Vuelvo a apuntar que es lo que se dice un honor, y a agradecer el espacio y el estímulo.
ResponderEliminar¿Qué pasaría si el hombre consiguiera resignarse a verse a sí mismo como un resultado claro y concreto de las fases efectivamente previas recorridas, un resultado incapaz de sobrevivir sin contar con el deseo de alcanzar metas imposibles, es decir, de tener imaginación?
ResponderEliminarLa pregunta es enigmática y su formulación me confunde. ¿qué queremos decir con metas imposibles? ¿tal vez ese salto de la rana del que hablas? ¿tratas de caracterizar al hombre desde esa suerte de razón Kantiana, y que luego tanto inspirase a los idealistas alemanes, que nos lanza hacia el infinito, superando los límites trazados por lo pensable y abriendo el campo a la imaginación? algo así como lo que propone Fichte, incómodo con es esquivo “en sí” de Kant. ¿Estás proponiendo una resignación a la rebeldía? ¿Somos seres que trascendemos nuestras determinaciones, que “emergemos” desde “esas fases previas recorridas”, pero emergemos inútilmente dado que no hay trascendencia posible?. Y sobre todo, pones en una misma frase “resignación” e “imaginación” de forma que me da la impresión que estás defendiendo una suerte de “resignación a no ser resignados”.
En realidad Carlos, creo que lo que vienes a hacer es una pirueta complicada: traducir al léxico de la filosofía moderna (filosofía de la subjetividad, léase Descartes-Kant-Hegel-idealistas alemanes), en el que palabras como “conciencia”, “imaginación” o “resignación” sirven como marco referencial para el discurso , las palabras que se usan en otros marcos de pensamiento, aquellos surgidos de la revolución darwinista y en especial el de la “emergencia”. Una forma interesante de hablar en esta línea sería, por ejemplo, la aplicación que en las últimas décadas se ha hecho de la teoría de sistemas dinámicos a la explicación de la conciencia.
El problema radica en que, si nos situamos en una perspectiva moderna, cuando topamos con la aparición de la novedad tocamos hueso y tenemos que acudir a las visiones poéticas del idealismo alemán: nos volvemos románticos. Hablamos entonces de la imaginación fichteana como ese poder divino que trasciende los límites de lo dado para alcanzar lo nouménico o, si se quiere, para crearlo. Todo fue culpa de Kant (como casi todo en los fracasos de la filosofía moderna): al delimitar claramente los límites de la investigación nos encerró en una caja cerrada con siete llaves, pero cuando alguien miró fuera entonces surge el problema... ¿y cómo narices es posible esto? Los románticos, con Nietzsche incluido, miraron al arte, a la voluntad creadora (o “voluntad de voluntad” que decía el bueno de Martin). Al fin y al cabo, donde no llega la filosofía... ¡hagamos poesía!.
Pero si te sitúas en el léxico de la emergencia, entonces ya no es necesaria toda la parafernalia moderna; en realidad para haber llegado al concepto de emergencia primero hemos tenido que destruir el concepto moderno de sujeto. Ya no somos sujetos, somos emergencias. Por eso la pregunta que haces resulta tan chocante: ¿debemos resignarnos a la rebeldía?... yo la formularía de una forma más posmoderna ahorrándome tener que hacer las pertinentes traducciones inter-léxicos: ¿en qué sentido deberíamos considerar siempre preferible la novedad? ¿cómo aumentarla?
En primera instancia, te diré, Eduardo, lo que ya sabes/sabemos: que es difícil encontrar "El Lenguaje"... No creo que la Ciencia (ni la de la complejidad ni ninguna que venga luego) sea capaz de darnos una lengua definitiva o al menos precisa y enterradora de toda posibilidad de "lectura imprecisa". La alegoría e incluso cualquier lenguaje me parece básicamente válido si el esfuerzo lo hace el lector. Yo no sé si leo mal cuando creo que leo bien a los cñasicos o a los modernos, etc. Pero creo entenderlos. Así con Schopenhauer a quien despaché hace poco. Él habla de "voluntad" y "representación" y es "despachado" con facilidad por los positivistas con el marcaje de "idealista" e "histriónico". ¡Buahhh! Yo entiendo que, como ha podido, se las ingenió para (a) decir que hay una "cosa" interactiva en los humanos que lleva a una especie de pulsión por imponerse al entorno o medio y permanecer (él no me parece que entienda la imperfección como natural entre otras cosas), y yo "leo" en ese término "supervivencia" (él antropomorfiza un tanto el mundo al poner la voluntad en cada cosa, y en ese sentido, leo que no hace sino lo que todos: meter lo que no se explica donde no sabe lo que hay). (b) define "lo formal" como único campo donde el hombre puede construir una narración orientadora (el mundo "como representación").
ResponderEliminarTal vez me equivoque, pero creo que leo bien.
En cuanto a mí discurso de la resignación, apenas, creo, intenta ser una alegoría que sugiera. ¿No nos lleva a la resignación la toma de conciencia, a una cierta paralisis a instancias de que "no existe Verdad" sino "un problema" insoluble? ¿No lo hace la conciencia de nuestra eventualidad, y más aún la de sabernos o reconocernos como "resultados"? Sin embargo, no podemos dejar de estar en este mundo y reaccionar en los términos vigentes y aceptados... incluso para sobrevivir... incluso para obtener un poco de calor... diciendo al diablo la conciencia... lo necesito y basta... Y cómo pues sobrellevar una resignación de cualquier tipo así? Cómo no sentir que es más "divino" o sea "excelsamente humano" no-resignarse y alzar voces y puños contra lo que rechazamos en nombre de "lo mejor"?
En fin, no quise esta vez hacer una definición de nada sino moistrar mi propia impotencia.
No obstante, estudiaré lo que me objetas, porque debe haber algo allí que debe revisar y sobre todo rumiar más. Hay muchas cosas, de todos modos, y espero no provocar desvios que nos alejen de su consideración en un paso separado.
Muchas gracias y hasta pronto.
Eduardo: Lo prometido es deuda; paso con más tiempo y concentración a los contenidos concretos de tu comentario.
ResponderEliminar"¿Qué pasaría si el hombre consiguiera resignarse...? (...) me confunde. ¿qué queremos decir con metas imposibles? ¿tal vez ese salto de la rana del que hablas? ¿tratas de caracterizar al hombre desde esa suerte de razón Kantiana, y que luego tanto inspirase a los idealistas alemanes, que nos lanza hacia el infinito, superando los límites trazados por lo pensable y abriendo el campo a la imaginación? (etc.)"
No, y en parte ya respondí: nada de Kanto, nada del idealismo alemán, lo que no me extraña que se encuentre también en ellos y hasta en los sumerios. Me explico por si acaso: lo digo partiendo del supuesto que hay en el hombre un conflicto siempre actuante, y perturbador, entre su potencial consciente dando configuraciones explicativas del ser/estar (en parte apaciguadoras) y la necesidad de actuación "política" o si se prefiere social/grupal. Uno puede, bajo esta presión, y por ejemplo, saber que "no vale la pena" pelear por lo que se siente propio o por el alimento, porque se puede "resolver" la necesidad "de otra manera más sabia" y, sin embargo, luchar por ello, respondiendo al impulso que la conciencia desvaloriza y que, con la propia facultad de reflexionar, se justifica con, por ejemplo, "¿por qué lo voy a permitir?".
"¿Estás proponiendo una resignación a la rebeldía?"
¡No, sino a la vacuidad de la rebeldía y admitiendo su inevitabilidad!
"¿Somos seres que trascendemos nuestras determinaciones, que “emergemos” desde “esas fases previas recorridas”, pero emergemos inútilmente dado que no hay trascendencia posible?"
Así es... ¿La hay?
"Y sobre todo, pones en una misma frase “resignación” e “imaginación” de forma que me da la impresión que estás defendiendo una suerte de “resignación a no ser resignados”."
¡Justo; lo dicho!
(sigue en un segundo trozo)
No logro publicar las continuaciones... y, je... no sé si debo resignarme (y buscar otros medios).
ResponderEliminar(segundo trozo...)
ResponderEliminarDices: "una pirueta complicada" y que "nos volvemos románticos"
No entiendo que el uso de una terminología nos impida acceder a una narración que nos redescubra las cosas desde otro ángulo donde aún hay sombras no elucidadas. El "problema" no puede estar en las palabras usadas sino en la narración en sí, y en ese sentido las "mejores" palabras vendrán tarde o temprano... No estoy familiarizado con "la teoría de sistemas dinámicos", al menos con ese nombre, aunque si te refieres a las "ciencias de la complejidad", tengo alguna idea básicamente "filosófica". En general creo que aportan felices visiones, pero no por obra y arte de los conceptos sino por cómo se ponen en juego, lo que a su vez lleva a llamarlos con nombres más acordes a la narración. Eso pasa siempre, pero no por ello se produce "más Verdad". Ahí no tengo del todo claro cuánto más sabemos ahora. Yo creo que cuando describimos el mundo como un resultado "evolutivo" con toda la riqueza posible, o sea, resaltando los pormenores en lugar de reducirlos a, por ejemplo, sustancias o naturalezas genéricas y abstractas, obtenemos una visión que nos evita tender a la ceguera y nos permite consecuentemente tender a la lucidez. Quiero decir, "no románticamente", que en el primer caso se asumen posturas dogmáticas defensivas y en el segundo a prever. A fin de cuentas, lo que el hombre hace con su conciencia (no voluntariamente por cierto aunque lo parezca) es (a) defenderse de una visión que amenaza su permanencia o (b) adoptarla para garantizarla. Y cuando se aferra a la religión o a la ciencia o a una determinada teoría... no cae porque sí en el dogma sino porque lo toma como un arma dada su situación. Pero no sé si me desvío... Lo que quiero señalar es que mi narración apunta a poner las cosas al desnudo (creo) y expresar mi propia conmoción al intentar trasmitirla. Y sé (o creo saber) que hago esto como una forma muy compleja pero básicamente simple de interactuar con el mundo con las mejores armas: muy compleja pero... producto de un resultado. Resultado cuya conciencia... a su vez me da la de la vacuidad, la de mi ausencia de sentido contra lo que no vale rebelarse (y menos por el camino de la ciencia y la tecnología... que nos llevan al callejón sin salida de un posible alcance de la inmortalidad, por ejemplo y en el límite, para que esa vacuidad se presente aún más intensamente...)
Creo que esa es la trampa vital, con uno u otro lenguaje, y que hay algunos que parecen "mágicos" y el hombre cree que le servirán como "manuales de conjuros".
Dices: "imaginación fichteana como ese poder divino que trasciende los límites de lo dado para alcanzar lo nouménico o, si se quiere, para crearlo" y "Al fin y al cabo, donde no llega la filosofía... ¡hagamos poesía!"
No creo que la imaginación venga del más allá: es para mí otro resultado. Mi nota (1) del post ofrece una muy breve descripción desde la convicción de que "somos un resultado evolutivo" en todas nuestras partes y efectos. Partes que salen como salen y producen "monstruos" más o menos útiles. Lo "divino" no es sino uno de ellos, y como todos es, para según qué necesidad humana, bastante útil y básicamente inútil...
(sigue en un tercer trozo)
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ResponderEliminar(tercer trozo)
ResponderEliminar¡Y eso es en todo caso lo que creo que podemos elucidar mejor y con bastante más utilidad (para quien se encuentre en situación de serle útil, como me encuentro yo, según creo... y, también, todos aquellos "intelectuales" que se encuentren como yo: ante el mismo mundo, en el mismo tiempo, con la misma frustración "política") (Advierto: ¡esto último no es poesía, pero tal vez requiera más desarrollo para que quien no esté en igual situación que yo lo comprenda! ¡Es pues, un acertijo que se capta o no se capta... intuitivamente, y que, así creo que pasa, es resistible, provoca rechazo o provoca adhesión empática!)
"Pero si te sitúas en el léxico de la emergencia, entonces ya no es necesaria toda la parafernalia moderna; en realidad para haber llegado al concepto de emergencia primero hemos tenido que destruir el concepto moderno de sujeto."
Me gusta eso: me identifico con esa manera de ver el tema, pero señalo que una cosa es el plano de la descripción "genealógica" y otra el de la descripción de una cierta interacción. El sujeto desaparece en un "mundo de objetos que interactúan" y que en un momento dado "han emergido" (o sea, que se han dado a la "existencia" o al "ser" y, además, se encuentran en el entorno donde su presencia es influyente sobre los demás objetos -no sé si esta descripción "geneológica" te parece "feliz" y suficientemente "rica" -podría de todos modos ampliarla un poco más mencionando la fluctuante o variable jerarquía que se establece en el tiempo entre las interacciones, etc.-). Bien: pero en un corte en el tiempo, no veo por qué no estudiar ciertos sucesos referenciándolos, si es pertinente, a una relación sujeto-objeto, de hecho o de derecho, cosa que proviene de la intuición a la que no podemos renunciar ni aunque lo dicten las leyes de la ciencia y de sus nuevos lenguajes. ¿Me explico? Por eso no veo problema en "mezclar" léxicos sino en todo lo contrario: describir o narrar lo que nos connmueve, impresiona o activa (que, repito, se hará en función de necesidades adaptativas que tienen una historia muy compleja) mediante apelaciones constantes al plano de esas causas que a fin de cuentas acaban (dogmáticamente) siendo "asumidas" "en-lugar-de" "las (famosas y "desterradas") causas primeras"... eso, que es reduccionismo, no me parece ni siquiera interesante. Aunque, como dije, lo comprendo e interpreto... ¿cómo?, pues como respuestas adaptativas muy complejas de causalizar hasta "las últimas consecuencias", pero fácilmente identificables en cada plano intuitivo: el político, el social, etc.
"Ya no somos sujetos, somos emergencias. Por eso la pregunta que haces resulta tan chocante: ¿debemos resignarnos a la rebeldía?... yo la formularía de una forma más posmoderna ahorrándome tener que hacer las pertinentes traducciones inter-léxicos: ¿en qué sentido deberíamos considerar siempre preferible la novedad? ¿cómo aumentarla?"
¿La novedad?...
(sigue...)
(trozo final, ¡espero!)
ResponderEliminar¿La novedad? Desde el punto de vista del mundo y en el marco de una vida y hasta de una civilización humana... no hay "novedad". Lo que hay, para mí, es nuevas narrativas para atender al problema "inmutable" (en el marco... que señalé). Pero tú te refieres según creo leerte "bien" a "conocimiento de la realidad"... que por cierto es absolutamente romántico e idealista a la vez que positivista (su inversión). ¿Cómo "aumentar" pues el "conocimiento"? En el sentido que supongo antes, yo diría que es una ilusión, un intento necesario de apaciguamiento "psicológico". Lo que no me parece mal, en todo caso, es "mejorar" o, mejor dicho, "enriquecer" la "narrativa" en el sentido en que lo expuse antes. Además: al decir "aumentarla" se está presuponiendo una capacidad volitiva propia de un "sujeto" en lugar de una "pulsión ontogénica". "autopiética", de una "emergencia". O sea, creo, que no te ha quedado más remedio que "mezclar léxicos" sin mencionarlos (cosa que yo no hice en el post... cayendo en lo mismo sin embargo).
Me permito terminar con un ejemplo relativo a ese "ganar lucidez" (útil por cierto) que me parece más preciso y más emergente que volitivo (aunque según se mire la voluntad también lo sea y se pueda hablar de una u otra forma de ella): yo creo que cuando tú te inclinas por "aumentar" el campo de "la novedad", estás respondiendo a una predilección por tu trabajo, que supongo "cultural". Esa es la manera "compleja" y "mediatizada" de realizar tu adaptatividad, tu deseo de "permanencia", a fin de cuentas conservador como el de todo ser vivo y hasta diría similar a la "inercia" que prima sobre "el movimiento" en el "mundo que estudia la física". Yo puedo discutir contigo de léxicos y tú conmigo, pero estaremos en todo caso haciendo un poco de retórica, intentando llegar a un acuerdo terminológico o conceptual sin que nuestros puntos de vista acaben coincidiendo. ¿La causa? Es que no confrontamos lo que pretendemos al defender una u otra postura. En cambio, si entramos en ello, si nos "leemos bien" partiendo de (a) la idea de "evolución" o "resultado emergente", etc., y (b) de que no estamos "conociendo" la "verdad" del mundo sino simplemente "luchando por vivir" en cada uno de nuestros actos... y de una manera mediatizada social y políticamente, o sea,como lo que somos en el mundo que está, entonces, creo que tendremos una visión más amplia de lo que está en juego.
En síntesis, mediante este ejemplo más o menos "visual", te reitero mi enfoque. Creo que, con él, abandono totalmente el anclaje de la filosofía racionalista en la idea no sólo de "sujeto" sino, para peor, de "sujeto capaz de estar por encima del mundo". Y esa, con mucha dificultad expresiva y tal vez piruetas y poesía y lo que venga bien a la mano... es mi "objetivo narrativo"... que no sé si sirve de algo o no, y a quién, y para qué... Sinceramente, no tengo ni idea.
Un saludo y perdona haberte metido de nuevo ante o en un torrente un tanto confuso que donde toda vez que pongas luces obtendrás mi agradecimiento.
Uffff...!
ResponderEliminarImpresionante artículo y comentarios Carlos, me descubro ante ti.Aún así, la resignación es imposible, pues aunque condenados a una imposible trascendencia, el Olvido es la Nada hollada por el hombre.Esto es como la transformación del hidrógeno en oro en las forjas estelares:no hay mayor orgullo y trascendencia.
ResponderEliminarPor otra parte un bicho que tal vez pueda modificar sus mecanismos evolutivos ya sean genes o memes, que se implante nanochips de gloriosa potencia tal vez encuentre caminos trascendentes, aunque sea en la ciencia ficción
Sí,Santi, yo también creo que todo es posible o, mejor dicho, no puedo "alcanzar" (eso es lo que hemos heredado y trasmitimos) la "certeza" de mis pronósticos. Creo que nadie puede y que los dogmatismos se autoreprimen allí donde lo manifiestan. Pasa como con la "resignación" imposible... imposible porque tendería a matarnos (es el "espíritu" conflictuado de mi post). Sólo cabe en el límite, la "ambivalencia", el coqueteo con una conciencia "perfecta", "conciencia" deseada y rechazada, acariciada y, como bien dices Santi, olvidada, re-buscada, re-narrada, matizada... Creo que todo ello (de ahí mi nota 1) es parte del "resultado", que es "la imperfección", y que encierra el deseo de "perfección".
ResponderEliminarComo empecé: ni idea, por descontado, acerca del futuro "ciierto", pero sí creo posible la adopción de una "conciencia en el límite" que sirviendo para el hoy y el corto plazo al menos, nos desenmascare de la cobardía y la podamos reconocer y comprender, en nosotros personalmente hablando y en nuestros coetáneos. Lo que no impedirá... je... ni siquiera "el odio" a esos que "sabemos lo que hacen y por qué o hacen".
Por último, gracias, por supuesto. Un saludo afectuoso.
Invitados estais a pasaros por mi blog, donde, come il faut, continúo arremetiendo contra el positivismo. Eso si no os habeis ido de "puente"... ¡so burgueses!
ResponderEliminarCarlos, dices tantas cosas que, en cuanto no me actualizo en mis visitas al mundo virtual, pierdo el hilo. Yo sí me he ido de puente, a Cabo de Gata, un lugar para visitar, os lo aseguro; Oscar me lo recomendó hace año y ahora le doy la razón. Pero creo que las ausencias estos días se deben más al trabajo que al ocio; estamos al final del trimestre y adivino que todos, yo incluído, vamos de cabeza corrigiendo exámenes y trabajos.
ResponderEliminarMae gustaría hacer un pequeño apunte; señalas que no tienes nada en contra de la mezcla de léxicos y te doy la razón siempre que precisemos qué quiere decir ese "mezclar". Evidentemente, a estas alturas, no vamos a renunciar al subjetivismo que, por ejemplo, cuando hacemos girar un atardecer en torno nuestro, disfrutando de la mezcla de colores, sentados tranquilamente en la playa. El problema es cuando queremos mezclarlos de tal forma que creemos que las cosas que nos permiten hacer unos léxicos se pueden traducir a las cosas que nos permiten hacer otros, y hablar, por ejemplo, de emergencias y sujetos como si fueran palabras del mismo lenguaje, fichas del mismo juego. No lo son.
Sin embargo,No vamos a abandonar la noción racionalista de sujeto, "sujeto que está por encima del mundo", porque sea inútil a la hora de encarar ciertos temas, como pretenderían os positivistas, y adoptar un lenguaje más inclusivo, más explicativo, más verdadero. No lo vamos a abandonar porque las cosas que nos permite hacer nos parecen importantes: QUEREMOS SEGUIR HACIÉNDOLAS. Seguir siendo sujetos, pese a todo; creo que escribiré algo acerca de esto, si tengo tiempo (el tiempo me salva de no escribir finalmente nada, nunca)
Eso, explica, `por qué no podemos llamar a la emergencia, sujeto?.Por qué no ampliar la noción de sujeto a falta de otra mejor? de verdad la psicología y la neurociencia tiene mejor alternativa.Acaso la ilusión de sujeto no la da más entidad que las cuatro cosas mecanicistas y sin conectar que saben los científicos?.Si el Homunculo ha muerto, que la emergencia sea el nuevo Depositario, que además vale para un roto y para un descosido
ResponderEliminar¡Eso mismo!: ¿por qué no "ampliar" o "precisar" sin abandonar los términos? Entiendo que siempre fue así, y que sólo se busca un nuevo término o se recoge uno de otro ámbito, por ejemplo del uso diario, para aplicarlo en un contexto riguroso o teórico? ¿De dónde salió "emergencia" o "voluntad" de Schpenhauer, términos unos más felices que otros sin duda? De todos modos, coincido en que "hay" que precisar (los no-posmodernos lo hacemos instintivamente, sin pensar en el "deber ser", y los otros... para qué pedirle peras al olmo) lo que se quiere decir con uno u otro término sea el que sea... aunque lo de "verdadero" para el mismo dure "poco"... y su inclusividad desborde antes o después.
ResponderEliminarEl homúnculo, bicho malo, nunca muere... je... Aunque nos parezca que lo tenemos encerradito en la fórmula evolutiva, que parece estarlo. Lo del sujeto en estricto sentido nació de la propia omnipotencia, la cual, se explique como se explique sin duda es una fuerza activa, un efecto que repercute, y que incluso... configura el camino por el que marchamos. Creo que el concepto que esto encierra -"omnipotencia"/"voluntad de dominio" en sus dos caras- es necesario y útil aunque sea auto-antropocéntrico-antropogenético si se quiere, y particulamente porque "como-si-las-cosas-se-dieran-la-vuelta" (como un calcetín, valga el término proveniente de la costurería) resulta ser el que "determina" el contenido de los conceptos, de la representación del mundo, de las ideologías, de la filosofía... En otras palabras: es como si, proveniendo del instinto, de lo vital-básico, actuara como "voluntad consciente" y a la vez "desconcertante", confusa, engañosa, etc., y todo esto último justo debido a que "se da la vuelta".
En fin, creo que la cosa va por ahí y que es difícil aún hallar un lenguaje o narración que nos deje satisfechos (lo que llamamos "precisa" sin que podamos garantizar que lo sea; y que nos satisface o no en relación a un cúmulo de cosas, incluido el bagaje que arrastramos...)
Pero ya seguiremos entre todos a ver a dónde llegamos.
Un abrazo.
Precisemos...
ResponderEliminar¿A alguien se le ocurriría decir que estaría bien utilizar la palabra "arado" para referirnos a una moderna "supercosechadora" haciendo algunos "ajustes? Una máquina que te siembra, te siega, te empaqueta el heno y te convierte el trigo en all-bran con bifidus no se le puede llamar "arado", nos pongamos como nos pongamos. Es otra cosa.
Pues a lo que llamamos "emergencia" no se le puede llamar "sujeto" nos pongamos como nos pongamos, por muchos ajustes que hagamos. Pero no seamos tan reduccionistas y nos quedemos en pensar que aquí o nos vamos al cartesianismo o a la teoría de sistemas, hay muchas más cosas. Schopenhahuer y Nietzsche nos enseñaron a hablar de nosotros mismos de una manera muy distinta a la de Kant y, por poner un ejemplo de amplio calado, Freud es el responsable de inventar una forma de hablar que ni Kant, ni Nietzsche sospechaban, y en la que la reescritura presente del pasado es clave para decidir el tipo de cosas que podemos hacer.
Si entendemos las palabras tal y como Maturana entiende las emociones, es decir, como disposiciones para la acción, la cosa se aclara ya que lo que hacemos con unas palabras no impide ni niega lo que hacemos con otras. Del mismo modo, lo que somos capaces de hacer cuando estamos irritados no es lo mismo que estamos dispuestos a hacer cuando estamos excitados y ponernos a traducir unas emociones en términos de las otras.... no sé.
Creo que Santi no pretendía rescatar un lenguaje gutural ni proponer el de los simios como suf¡ciente, sino que intentaba preguntarse si el sentido pretendido para la palabra "sujeto" se conservaba en la de "emergencia"... Al menos eso me pareció, y partiendo de ello, pienso que en tanto uno quiera referirse a los que se entiende por "sujeto" no haya razón para presceindir del nombre sino en todo caso ampliar el concepto situando el mismo término en una nueva narración. No se trata de llamar algo nuevo con un nombre de algo que no existe, lo que no tiene lógicamente sentido... sobretodo para la buena comunicación. Pero tampoco todo desaparece por el "hallazgo" de un término "nuevo" (tomado muchas veces de otros ámbitos y, como dije, muchas veces del lenguaje común) ni, especialmenete, el uso de un nuevo término lleva a alguna "mayor comprensión". En realidad creo que es al revés, cuando creemos tener una narrativa novedosa y más elucidatoria (lo que sentimos como tal sin que nada garantice que lo sea en términos absolutos, etc.) es cuando nace la necesidad de nuevos términos. Pero, sin duda, "lo que hacemos con unas palabras no impide ni niega lo que hacemos con otras", como dices, Eduardo. De todos modos, el proceso es muy complejo y lo que yo al menos rechazo (y supongo que Santi intentaba hacer de esa manera que yo me he atrevido a interpretar como he hecho) es que se sostenga que la creación de palabras e incluso de narrativas enteras sean en sí mismas elucidatorias, y que puedan tener incluso esa motivación. La cosa es tan compleja como que los discursos suelen venir de la mano (que diría Maturana y Varela) en una medida incluso creciente de voluntad de dominación del grupo de especialistas (Foucault lo pudo en evidencia y también Feyerabend y varios más desde diversas ópticas y con facetas algunas enriquecedoras y otras menos) y del peso de las necesidades ideológicas globales del entorno social (el "magma de significaciones" que diría Castoriadis o lo que yo he llamado "firmamento dominante"). Los discursos son todos sospechosos desde mi punto de vista, y la fe en uno u otro "término" aún más. En este sentido, prefiero un viejo término en una narración rica y coherente que uno nuevo un tanto mítico que se agita por sí mismo como panacea y, además, CONTRA "otros". Esto tiene, además del problema general de los discursos (su rol opresor y regimentador, etc.) el de operar "posmodernísticamente", vaciando contenidos y justificando opresiones y tácticas políticas.
ResponderEliminarKant, for instance, alejó la filosofía de la ciencia para permitirle a esta un estatus estable no-discutible... pero es que Kant era un ilustrado que consideraba central la idea de Progreso (y líneal, además) para cuya consecución la ciencia debía tener las manos libres y confiar en sí misma ciegamente.
Maturana y Varela (al menos en su "Arbol del conocimiento") reentran la moral "como si" saliera de su "ontogenia" con más anclaje en Kant del que pareciera a pesar de cambiar de lenguaje.
No se trata de confundir ira con amor, ni cosechadoras con arados, ni tampoco emergencia con sujeto, sino de no creer que porque digamos emergencia hayamos liquidado el sujeto o por tener una supuesta epistemología absoluta hayamos surpimido todo interrogante metafísico.
Estamos en el filo de la navaja (como bien dieron Maturana y Varela) pero saltar a tierra firme no es garantía de que lo hayamos hecho. Freud, en ese sentido, nos advertiría de nuestras oscuras motivaciones inconscientes... aunque esto, creo, debe ser narrado de otra manera y no sólo poniendo el Ello en lugar del Demon, etc. El problema, en otras palabras, no es situar lo demoníaco en la ontogenia humana sino no considerarlo un mal demoníaco (sino... un arma más de la supervivencia. Por ello veo más importante decirlo así, narrativamente y con las palabras de siempre (al menos en este caso parecen suficientes: "arma", "supervivencia") que establecer una esotérica del Yo, el Superyo y el Ello.
La discusión sobre el tema es lo que está sin duda aportando.
Un abrazo a todos.
Es lo que ahora llaman xéxima dimensión, es física.
ResponderEliminarEmergencia y sujeto, la diferencia entre un proceso y un nacionalismo.
Lo siento, pero no te he captado: "proceso" en general no puede ser y ligado al nacionalismo sólo imagino cosas como la Revolución Francesa y las demás instituyentes de naciones. ¿O es una referencia a la actualidad, es decir, al "espectáculo" de máscaras? ¿O una referencia al romanticismo en algún aspecto? Por favor, Sepptembrini,si lo crees significativo, deshazte de lo críptico y vuelve. Bienvenido y gracias por participar en cualquier caso.
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