El próximo mes de octubre la filósofa
estadounidense Martha Nussbaum será galardonada con el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Aprovecho la ocasión para
escribir estas líneas.
Lo más peculiar de Nussbaum, desde mi
punto de vista, es que su obra parte de dos tradiciones que no suelen
transitar juntas, sino que, por el contrario, tienden a ignorarse
mutuamente: la tradición de la filosofía clásica y el liberalismo
político. Los historiadores de la filosofía que se manejan con
destreza en el ámbito de la filosofía griega tienden a vivir al
margen de las polémicas que suscita la filosofía política
contemporánea y, por su parte, no pocos liberales piensan, actúan y
escriben como si no hubiera filosofía ni pensamiento digno de
mención antes de John Locke.
Otro aspecto que llama poderosamente mi
atención es que la autora hace todo lo posible, al menos en los
textos que han pasado por mis manos, para que esta peculiar síntesis
no se note. Me explico: las referencias al liberalismo
político, especialmente a las obras de Rawls y de Sen son
abundantes en la mayor parte de su obra reciente (de 1999 hasta hoy);
sin embargo la conexión de estas últimas reflexiones con sus
primeras obras de corte más académico, especialmente La
fragilidad del bien (1995), no aparece explícitamente señalada.
Esto puede deberse, pienso, a un rechazo consciente, por parte de
Nussbaum, de la pedantería y fatua erudición que tan habitual es en
algunos de los “intelectuales” de más renombre, con lo cual, si
esto es así, tiene ganada mi simpatía de antemano.
El objeto de esta entrada es modesto,
se circunscribe a comentar brevemente el primer capítulo – En
defensa de los valores universales- de la obra de Nussbaum Las
Mujeres y el desarrollo humano, Herder, 2002.
Si no lo he entendido del todo mal lo
que viene a plantear la autora en este texto es una lectura
aristotélica del liberalismo político, pero tal conexión no es
evidente puesto que apenas se cita en el texto a Aristóteles o algún
otro filósofo clásico y tampoco se utilizan las categorías
propias del aristotelismo. Esto es lo que más me ha interesado del
texto: que bajo la apariencia de una prosa sencilla y accesible a
todo el mundo existen complejas conexiones filosóficas que no
precisan hacerse explícitas para la comprender el núcleo del
mensaje; sin embargo un lector con ciertos conocimientos filosóficos
-no demasiados- puede ir más allá de lo dicho en el texto
estableciendo las conexiones que la autora hábilmente sugiere. (Buena parte de los textos filosóficos parecen tener el
inconfesable objetivo de hacer que el lector se sienta estúpido, al
comparar sus modestas “entendederas” con la formidable erudición
del autor; otros, como el que nos interesa, estimulan la inteligencia
y creatividad del lector, aunque, en realidad, es todo una ilusión,
un brillante truco de magia: lo que aporta de más el lector,
es justo lo que la autora había previsto de antemano, añadimos al
texto justo lo que Nussbaum nos está sugiriendo.)
Lo que plantea el texto básicamente es
la exigencia de normas y categorías transculturales que permitan
establecer comparaciones entre las naciones, especialmente en lo
relativo a la situación de la mujer. No le interesa a Nussbaum tanto
la justificación de los valores que fundamentan las normas - que son
los que se asientan en la tradición ilustrada: libertad, igualdad,
justicia, autodeterminación etc- , cuanto la aplicación de los
mismos con vistas a una efectiva comparación entre las naciones a
fin de establecer, por ejemplo, en qué país es mejor o peor la
situación de las mujeres.
La propuesta de la autora parte del
enfoque de Rawls, quien establece, en Teoría de la Justicia
una lista de “bienes primarios” que todos los individuos
racionales aspiran a poseer como requisito previo para llevar
adelante su propio proyecto de vida. Tales bienes serían, por
ejemplo, libertades políticas, oportunidades profesionales, derecho
a la salud, vivienda digna, ingresos suficientes etc. La idea básica
de Rawls es que sea cual fuese el objetivo que persiguen los
ciudadanos, deben ser capaces de llegar a un consenso político
mínimo acerca de la importancia de los bienes primarios y su
distribución. El problema este modelo es que se centra en los
recursos de los que disponen los ciudadanos, sin tomar en cuenta que
estos varían mucho en cuanto necesidades y capacidades (no es lo
mismo un mujer embarazada que un niño o un adulto con todas sus
capacidades operativas que un minusválido etc).
Nussbaum persigue “un enfoque que
sea respetuoso por la lucha de cada persona por su florecimiento,
que trate a cada persona como un fin” y, en ese sentido
entiende que la propuesta de Rawls, excesivamente centrada en el
ingreso y los recursos, es demasiado rígida. La propuesta de
Nussbaum es muy cercana al enfoque de las capacidades
formulado inicialmente por Amartya Sen y se caracteriza por examinar
la vida real de las personas tal y como se desarrolla en su marco
social y material. La pregunta central que plantea el enfoque de las
capacidades en relación a la vida de una persona no es lo satisfecha
o insatisfecha que está con su vida (enfoque utilitarista), tampoco
la cantidad de ingresos que recibe o los recursos que consume
(enfoque de Rawls), sino qué es lo que es realmente capaz de ser
y hacer. Si, como es el caso, nos centramos en la situación de
mujer en el mundo y queremos comparar y valorar como viven en uno u
otro país esta es la pregunta clave: ¿qué pueden realmente ser y
hacer las mujeres aquí o allá?
En relación con el problema de la
justicia Nussbaum defiende que un ordenamiento político justo es
aquel que brinda a los ciudadanos un cierto nivel básico de
capacidad, es decir, aquel que genera ciudadanos capacitados para
ejercer un amplio abanico de tareas. Nussbaum entiende que el
enfoque de las capacidades no es solamente una herramienta
política sino que también puede utilizarse con provecho en el campo
de la ética. Por ejemplo, la pregunta ética en torno a la dignidad
humana puede traducirse en el lenguaje del enfoque de las
capacidades en ¿qué tipo de
capacidades básicas han de poder desarrollar los seres humanos para
ser considerados como tales? Por
ejemplo: ¿qué quiere decir que en tal país la situación del
los presos es “indigna”? Pues, según Nussbaum, lo que queremos
manifestar con ello es que hay ciertas capacidades básicas que los
presos no pueden ejercitar; hay un nivel en la capacidad de las
personas a partir del cual empieza propiamente una vida humana digna
y por debajo del cual no hay dignidad.
Ahora bien ¿cuáles son esas
capacidades que todas las personas deberían adquirir y que son
básicas para el funcionamiento humano? Pues bien las capacidades
básicas son doce (no once, ni trece), entre ellas: ser capaz de
vivir, de tener buena salud, de moverse libremente, de sentir,
imaginar, amar, pensar, convivir, jugar, participar en la vida
política, tener propiedades etc. No son estos componentes separados,
sino que todas las capacidades tienen igual importancia deberían
desarrollarse por igual de manera combinada. (La analogía con
Kant es evidente y del mismo modo que la deducción trascendental de
las categorías es la parte menos potente, más cuestionable, de la
Crítica de la Razón Pura, también es este, a mi modo de ver, el
momento especulativo menos riguroso e interesante de la reflexión de
Nussbaum)
Especialmente atinada es la distinción
que Nussbaum establece entre funcionamiento y capacidad.
El funcionamiento es la puesta en práctica de una capacidad.
Nussbaum insiste en que el objetivo político apropiado es siempre
la capacidad no el funcionamiento, este último depende de la
voluntad libre de los ciudadanos y no debe ser sometido a control
político. El estado ha de garantizar las capacidades básicas, no el
funcionamiento. Por ejemplo, las personas deberían tener siempre
comida en abundancia , pero aún así pueden optar por ayunar;
deberían tener libertad sexual, pero pueden optar por una vida
célibe etc. (Lo que no puede ocurrir es, por ejemplo, que se
permita la mutilación genital femenina que priva a las niñas no
solamente del “funcionamiento” sino también de la “capacidad”
para un vida sexual plena y satisfactoria). La autora trata una
interesante relación de problemas prácticos vinculados a esta
distinción que aparecen bajo una nueva luz desde el nuevo prisma.
Por ejemplo: el respeto a la libertad individual no debe llevar al
estado a no interferir en el funcionamiento en la infancia (al
contrario de lo que ocurre con los adultos) porque si no se
ejercitan algunas funciones en la infancia no se producirá la
capacidad correspondiente en la etapa adulta. Obligación del estado
es hacer que todos los ciudadanos alcancen las capacidades básicas
en la edad adulta y para ello es natural que prescriba ciertos
funcionamientos en la infancia. Aun en la edad adulta el estado
prescribe ciertos funcionamientos a los ciudadanos en cuestiones que
atañen a la salud y la seguridad, lo que es motivo para un debate que
puede ganar claridad y precisión con el uso de los conceptos
propuestos por Nussbaum.
El enfoque de las capacidades,
por otro lado, pretende servir de fundamento filosófico para los
derechos humanos, pues, como sabemos, la noción de “derecho
humano” dista de ser clara e inteligible. Nussbaum propone entender
los derechos humanos como capacidades combinadas. Por ejemplo
el derecho a la participación política existe si se desarrollan
políticas efectivas para hacer que la gente sea capaz de desarrollar
el ejercicio político. No basta que con que exista un derecho
nominal, sobre la participación política de las mujeres, por
ejemplo, si no se genera realmente la consiguiente capacidad. Un
análisis semejante puede hacerse sobre el derecho a la libertad de
expresión, la libertad religiosa, los derechos sociales etc; tales
derechos son capacidades, alentadas por el estado, con vistas a un
efectivo funcionamiento. Por otra parte, el lenguaje de las
capacidades tiene también otra ventaja sobre el lenguaje de los
derechos: evita el penoso debate sobre la occidentalización y el
particularismo de los derechos humanos, en todas las culturas se
entiende y se persigue que la gente debe adquirir ciertas capacidades
para llevar adelante una vida digna y satisfactoria.
Retomo finalmente el planteamiento
inicial. ¿Qué es lo que el lector aporta de más en este
texto? Todo aquel que este mínimamente familiarizado con el
vocabulario aristotélico “descubre” que lo que Naussbaum llama
“capacidad” es algo muy semejante a lo que Aristóteles
denominaba “potencia” y otro tanto ocurre con el “funcionamiento”
y el “acto”. La distinción de Nussbaum es evidentemente deudora
de las célebres categorías aristotélicas. Lo que no nos podíamos
imaginar, lo que al menos este lector no podía imaginar, es que tal
distinción fuera tan fecunda y pertinente para analizar problemas
característicos de la filosofía política contemporánea. Pero
Nussbaum va más allá, no se limita a ejercer esta o aquella
categoría aristotélica sino que defiende toda una concepción de
la vida humana afín al aristotelismo. El ser humano, para ambos, es
concebido como un ente dinámico cuyo movimiento está orientado a la
realización de un telos. No somos humanos en sentido
estricto, sino que más bien nos hacemos humanos en la medida
en que cumplimos con nuestra finalidad (telos) que consiste en la
progresiva actualización de ciertas potencialidades (“capacidades”)
que son aquellas que hacen posible una vida humana. Este
proceso sólo es posible en la polis y no en cualquier polis
sino en una polis justa, esto es en un estado donde la
política este al servicio de la ética, pues el fin de la polis
es crear auténticos ciudadanos que “funcionen” como tales. Todo
ello está y no está en el texto. Es constantemente evocado, pero no
apuntado de manera explícita. Con ello la autora gana en sencillez y
claridad pero deja indicios, señales para quien este interesado en
una fundamentación más rigurosa del enfoque de las capacidades.
Joder Oscar, cada vez haces mejores artículos.Cuando yo era adolescente me impresionó mucho lo del transito de la potencia al acto, es una frase que está constantemente en mi pensamiento y que efectivamente es una clave de todo lo que existe.Será porque mi voluntad es débil.Pero no me extraña que la autora sugiera en la ética y en la estética las categorías aristotélicas, porque no sólo dejan un unico camino posible,sino que dejan mar abierto hasta donde lleguen las olas.No me extraña que Heidegger beba en esa fuente
ResponderEliminarMuy interesante, Óscar, has trazado un cuadro espléndido de un pensamiento que, desgraciadamente, no conozco en profundidad. Algo que, sin embargo, me choca un tanto de la posición de la autora es la posición de la ética con respecto a la política: ¿podrías aclarar en qué sentido es preciso "un estado donde la política esté al servicio de la ética". Me parece que la confusión de política y ética, en general, sólo puede llevar a una étrica y una políticas distorsionadas y extremadamente peligrosas. Cuando el Estado se arroga la misión de realizar una ética nos encontramos con la intervención de un agente demasiado poderoso en asuntos que son, ante todo, opinables y discutibles. Pero bien es cierto que ética y poolítica tampoco pueden pensarse en una separación aséptica, pero creo que su relación no puede ser un "servicio". Habría que pensar qué relación podría allí encontrarse.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Santi.
ResponderEliminarBorja, la frase que citas está claro que puede dar lugar a malentendidos. Soy muy consciente del peligro que señalas y comparto contigo tus temores. En cualquier caso la culpa es mía y no de Nussbaum. Voy a tratar de ponerle remedio.
El totalitarismo del siglo XX nos lleva a mirar cuanto menos con suspicacia todo intento de “someter” la política a la ética y lo entiendo. Pero si comentamos a Aristóteles, como es el caso, tales temores y referencias están fuera de lugar. Quiero decir algo tan sencillo como esto: para Aristóteles la mejor forma de comunidad es la polis. ¿Por qué? Porque sólo en ella puede “florecer” el ciudadano virtuoso. Si la virtud, y con ella la felicidad se encontrara en la aldea o la tribu está sería la mejor forma de organización política. Pero no es así. ¿Y que tipo de organización política es la mejor? La politeia o república y de nuevo por la misma razón ética. Porque genera ciudadanos virtuosos. El criterio último es ético, no político.
En términos de Nussbaum sería algo así como esto: la mejor forma de gobierno es aquella que permite a todos sus ciudadanos alcanzar las capacidades básicas y esto no supone una intromisión en la vida privada de las personas porque, como comento en la entrada, una cosa es la capacidad y otra el funcionamiento.
Saludos