Descartes prescribe que las ideas verdaderas han de ser claras y distintas; una idea es clara cuando podemos advertir todos sus elementos sin la menor duda y es distinta cuando aparece claramente diferenciada, separada y recortada de las demás, de tal manera que no podamos confundirla con ninguna otra idea. Pues bien, la idea del “derecho a decidir” no es ni clara ni distinta; es un idea oscura y confusa que sólo puede enturbiar el ya de por sí turbio panorama político español.
Cuando los nacionalistas reclaman la independencia o la secesión de un territorio se puede estar o no de acuerdo con sus reivindicaciones, pero todos entendemos lo que piden y lo que quieren. En cambio, cuando otros, los socialistas catalanes por ejemplo, defienden el “derecho a decidir” creemos saber lo que demandan, pero estamos equivocados pues es imposible formarse una opinión clara sobre una noción tan oscura y confusa. Aunque en realidad sí que sabemos lo que quieren y sospechamos el porqué del uso de la mencionada expresión: quieren nadar entre dos aguas y usan demagógicamente una noción que connote diálogo, pacto, tolerancia, democracia moderación etc. Pero cuando la expresión se convierte en algo más que la ocurrencia del político de turno, cuando se fija como la clave en torno a la cual un importante partido democrático catalán, el PSC, fija su posición en relación a una eventual independencia de Cataluña, y especialmente, cuando surgen voces en el PSOE que apuestan por la asumir el objetivo del PSC, entonces es importante la exigencia de claridad y distinción.
Lo bueno de la secesión es que es un concepto inteligible … lo malo es que no tiene encaje constitucional, pero el “derecho a decidir” ni está contemplado en la Constitución ni es un concepto inteligible. Según sus promotores el “derecho a decidir” consiste en el derecho de los catalanes a decidir qué tipo de relación ha de establecerse entre Cataluña y el resto del Estado, de tal manera que los catalanes tienen derecho (deberían tener derecho) a decidir si quieren seguir vinculados a España y, si así fuera, el tipo de encaje y relación que habrían de tener en el futuro España y Cataluña. La cuestión clave aquí es que la decisión no es común, sino que atañe exclusivamente a una de las partes; el resto de los españoles no tenemos nada que decidir. El asunto es tan ridículo que apenas se presta a una seria consideración. Es como si en un matrimonio una parte reclamara para sí no solamente el derecho a poner fin al contrato que une a la pareja, sino también el derecho a establecer de manera unilateral el tipo de relación que ha de regir en el matrimonio y el modo de vida que han de llevar los cónyuges. No sólo sería inaceptable sino absurdo, ni siquiera consideraríamos seriamente tal posibilidad, Pues en el caso que nos ocupa ocurre exactamente lo mismo. El tipo de relación que puedan tener en el futuro los catalanes y el resto de españoles, hemos de decidirlo, como es natural, entre todos. Otra cosa es que los catalanes manifiesten mayoritariamente el deseo de poner fin a tal relación y apoyen la secesión de Cataluña. Entiéndaseme bien: digo “otra cosa” porque, al menos, sería una petición inteligible, como pudiera ser la legalización de las drogas, la instauración de la pena de muerte, un nuevo modelo de organización territorial distinto al Estado de las Autonomías, la abolición de la monarquía y la proclamación de una república, la legalización de las armas de fuego, etc. Sobre cada uno de estos temas cabe discutir, calibrar las ventajas y los inconvenientes, su factibilidad o imposibilidad etc; pero sobre el “derecho a decidir”, no cabe decir nada: es una sandez como la copa de un pino.
Toda la razón, Óscar, sobre la nada vacía en que hace tiempo se precipitó la política por aquí. Dado los tiempos que corren, lo que se supone que es la oposición en este país entreteniéndose con fantasmas metafísicos como el que refieres.....
ResponderEliminarInteresante entrada Óscar, aunque voy a hacerte alguna objeción. Ya que estamos con Descartes yo voy también a citarle, pero en este caso con ocasión no de su epistemología, sino de su moral práctica. Como sabes, una de sus propuestas éticas es la prescripción de, en política, no adoptar posturas radicales, o si se prefiere, dificilmente reversibles. Descartes era consciente, pese a que la suya no es una época de Revoluciones políticas, que alterar los órdenes establecidos es algo que hay que hacer con mucha cautela. En este sentido no estoy del todo incómodo con la noción de "derecho a decidir"; es verdad, como dices, que es una propuesta oscura y oculta motivaciones, que es posiblemente la objeción que yo le haría, pero la prefiero a la postura radical de los independentistas que proponen la secesión sin paliativos. No porque me parezca mal la independencia de cataluña, sino porque sí que pasa por encima de la voluntad de muchos ciudadanos y crea un clima político irrespirable. Si se plantease el "derecho a decidir" en otros términos puede que las cosas resultarían menos confusas y asumibles, teniendo en cuenta de que la indeterminación es y debe ser una característica propia de la política. Podríamos plantear que el espacio político se abriera al debate independentista, y que todas las partes participasen de esa conversación. Sin embargo, a día de hoy, ese debate es imposible porque está cerrado de antemano, seguramente porque se mueve exclusivamente en el ámbito de las esencias, a ambos lados de la línea, donde no cabe política. Y ya que has hecho una analogía con una relación de pareja, también eso se puede replantear en otros términos: imagina un matrimonio mal avenido en el que el divorcio sólo es posible si las dos partes lo acuerdan. Entenderás que en ese caso también es una relación descompensada.
ResponderEliminarAhora bien, lo que estoy contigo es a que los Catalanes pudieran decidir unilateralmente el tipo de relación que quieren tener con el resto del territorio y sus estructuras administrativas. En ese caso la relación también nace como un matrimonio de dominación y lleva a muchos españoles (como yo mismo he dicho alguna vez) a declararse independentistas y anhelar un país libre del yugo catalán...
En fin; creo que sí, que hay que reivindicar el "derecho a decidir", pero no el de los catalanes, sino el de todos. Tal vez, como apunta algún socialista catalán ya va siendo hora de plantear un verdadero estado federal. Aunque con un "tiempo cero" sincero: un pacto en el que no haya que convencer o negociar con el contrario a que forme parte de la conversación. Puestos a imaginar, supon una conversación:
un PADRE FUNDADOR- como ya están establecidas las estructuras administrativas de las comunidades autonómicas, hagamos un país partiendo de ahí y llamemoslo... por ejemplo España. ¿quien se apunta al club?
MADRID- yo sí
CASTILLA- Yo también
ASTURIAS- yo también
EUSKADI- Yo solo si se respeta...
PADRE FUNDADOR- no no Euskadi, te apuntas o no te apuntas, pero no hay condiciones. Cuando estemos todos entonces decidimos a qué jugamos, pero decide si te apuntas.
EUSKADI- bueno, vale, me apunto.
CATALUÑA- yo me lo voy a pensar, visto lo visto.
PADRE FUNDADOR- piensatelo Cataluña, pero si empezamos sin tí y luego quieres añadirte tendrás que respetar las decisiones que ya habremos tomado.
En fin, derecho a decidir.
Gracias por el comentario Borja.
ResponderEliminarEdu, ya suponía que tendrías alguna objeción que hacerme, aunque como suele ser habitual nuestras divergencias sin más de forma que de fondo: digamos que yo me tomo más en serio los conceptos, considerados en sí mismos, y tu sueles apuntar a las intenciones y motivaciones de los agentes.
Voy por partes.
No creo que los independentistas, al menos no todos, quieran pasar por encima de la voluntad de muchos ciudadanos y aunque así fuera sería imposible, la independencia de Cataluña es inconcebible sin el apoyo de una amplia mayoría de ciudadanos. Lo que veo de bueno en los independentistas son dos cosas: que no se esconden y que se entiende lo que dicen.
Lo del “derecho a decidir” no tiene dos pases: o es una perogrullada, decidimos entre todos, o una cacicada, decido yo porque yo lo valgo.
El espacio político está abierto a todo el mundo, también a los independentistas, lo que ocurre es que ese espacio esta sometido a unas reglas, como no pude ser de otra manera. Los independentistas pueden defender lo que les parezca, están en su derecho, pero otra cosa es imponer su postura a la mayoría de los españoles. La constitución puede cambiarse, no está grabada en piedra, hace falta como es lógico una amplia mayoría parlamentaria para hacerlo. Pero es más, al margen de lo que diga la Constitución si una amplia mayoría de catalanes defiende la secesión, España no puede impedirlo: es inconcebible en la Unión Europea utilizar la fuerza, el ejercito, para impedirlo. Lo que me jode, con perdón, de los partidarios del “derecho a decidir” es que quieren que la secesión salga gratis. Pues mire usted, no pude ser, con la independencia de Cataluña nos jodemos todos, los catalanes (fuera de la unión europea y fuera del euro) y el resto de los españoles. No tiene ninguna lógica pero si esa es la voluntad de la mayor parte de catalanes la independencia será inevitable. (Tú mismo lo has dicho muchas veces: lo peor del nacionalismo catalán es su falta de coraje y su victimismo.)
En relación al estado federal es de nuevo una maniobra demagógica. Desde luego yo me apunto a un estado federal republicano, donde prime la igualdad entre los españoles (a través de sanidad y educación pública debidamente financiadas) y donde no haya lugar para derechos históricos o regímenes forales. Pero no debe ser eso lo que proponen...
En fin, se hace tarde.
Un abrazo, Edu.