El estado progresista persiste en su intención de llegar a dominarlo todo. Como un vampiro, el político se acerca al cuello de lo vivo, de todo lo que aún respira y no ha sido sometido al frío hálito del funcionariado. Como una noche prematura que ensombrece lo espontáneo y lo somete a las normas inflexibles de la gestión. Si no se evidencia algún día que no estamos dispuestos a ser prolongaciones biónicas de la Gran Máquina, ésta terminará por elegir nuestros pensamientos y decidirá cuándo hemos de reírnos. El estado se ha adueñado de nuestra salud y nuestra enfermedad, de nuestros desplazamientos y terrores, de nuestra identidad; se hace sospechosamente presente en el momento en el que vemos la luz por vez primera y desea también regular el modo en que debemos morir; contabiliza los conocimentos que hemos de recibir y pontifica sobre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo; cuida de mi bienestar y protege de los daños que pueda ocasionarme el estar vivo.
El último movimiento del Leviathán difícil de saciar se dirige a regular los juegos infantiles, a introducir la asfixia del cálculo en lo que -de por sí- no obedece a cálculo ni utilidad. La obsesión es burocratizar, maximizar, planificar todo lo que pueda ocurrir desde la cuna a la sepultura; en el fondo, convertir la vida en un proceso aburrido y predecible. La Junta Progresista de Andalucía -ocupada en la tarea de redimir a la humanidad andaluza- dicta las normas y los juegos, prescribe qué debe sentir el niño que se entrega a uno u otro menester, cuál debe ser el pasatiempo preferido de los niños y cuál el de las niñas; legisla incluso sobre el resultado de cada juego y abole el fin de tantos : no debe haber ganador porque supone sembrar el veneno de la competición y la desigualdad entre los que el estado ha destinado a ser idénticos e intercambiables como números o como miembros de un rebaño uniforme.
A menudo parece que una parodia ridícula y humillante, escrita por un genio o un loco, dirige los pasos de este país desventurado. De tropiezo en tropiezo, parece que hemos entregado el mando a una manada de subnormales. Dan ganas de mandarlos a todos a la mierda.
...adémas yo añadiría que gran parte de esta gentuza no ha dado un palo al agua en toda su vida... no saber ser más que políticos ... SON UNA CASTA.
ResponderEliminar... y que la forma de tenernos idiotizados es mediante el maldito juego de derechas/izquierdas...
... debemos escapar de esta maldita trampa YA.
Se agradece poder leer algo de interes por estos lares...
ResponderEliminarno me considero muy capaz, o quizá poco segura de saber que decir, mientras tanto, escucho y leo, algun dia escribire mi punto de vista en estas páginas.
Salud.