Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

miércoles, 30 de abril de 2008

Una nueva fe

Toda política que pretenda adornarse con el título de "progresista" adopta automáticamente ciertos ropajes simbólicos que facilitan a su público potencial una identificación rápida e inequívoca. Los discursos se ornamentan de los mismos términos grandilocuentes, de la misma ternura de corazón y primacía de los "buenos sentimientos", de idéntica misericordia hacia los desamparados y semejante solicitud para con los débiles. No obstante, algo que tampoco falta en esa imagen de marca que trata de distinguir a los buenos de los malos es el odio acendrado al cristianismo, en general, y a la iglesia católica en particular. Más allá de las contradicciones, el progresismo se construye un reino conceptual confuso y arbitrario en el que conviven lo mismo y su negación, así como, según Platón, el sofista componía sus argumentaciones de una mezcla mentirosa de ser y no-ser. Lo cierto es que no hay que excavar demasiado para encontrar un vínculo genealógico evidente que conduce de estos supuestos descreídos al catolicismo apostólico romano. Las inmensas y "renovadoras" ideas que esgrimen no dejan de repetir nociones comunes a catecismos de hace siglos, y su amor a la Humanidad se demuestra sospechosamente similar al tradicional dirigido al altísimo. Desgraciadamente, esos nexos genéticos no conducen a lo valioso, sino a lo más mostrenco del cristianismo, y los nuevos cruzados del laicismo han renegado de la inteligencia de Tomás de Aquino para entregarse al fundamentalismo de Tertuliano. Tomando sobre sí la herencia más dudosa del catolicismo, este carácter mesiánico de la política se observa nítidamente en el celo religioso con el que nuestros políticos progresistas atacan a la religión, y no deja de recordar al fanatismo necesario para que una iglesia sustituya a otra. Porque, de hecho, el obsesivo objeto del político progresista es abolir una iglesia para fundar una iglesia, desterrar una fe para fundar una fe. Ya en el siglo XVIII, Edmund Burke supo localizar en la revolución jacobina la conversión de la política en religión. Al leer sus palabras me han asaltado imágenes intensas de la política actual:
La camarilla literaria había formado hace algunos años algo semejante a un plan oficial para la destrucción de la religión cristiana. Persiguieron ese objetivo con un celo como el que sólo habían mostrado hasta entonces los propagadores de algún sistema de creencias. Estaban poseídos por un espíritu de proselitismo de la más fanática condición, y a partir de eso, mediante un fácil proceso, con un ánimo de persecución acorde con sus medios. (...) Estos padres ateos tienen un fanatismo propio y han aprendido a hablar contra los frailes con el talante de los frailes. Pero en algunas cosas son hombres de mundo. Acuden a los recursos de la intriga para suplir las deficiencias de la argumentación y del ingenio. A este sistema de monopolio literario se unió una industria incansable dedicada a boicotear y desacreditar en todos los sentidos y por todos los medios a aquellos que no se adhiriesen a su actuación. Para los que han observado el espíritu que anima su conducta hace mucho que está claro que lo único que querían era el poder para convertir la intolerancia de la lengua y de la pluma en una persecución que afectaría a la propiedad, la libertad y la vida.


Citado en Michael Burleigh, Poder terrenal; Taurus , 2005

10 comentarios:

  1. No estoy de acuerdo contigo Borja.

    El laicismo, que yo defiendo, no puede ser neutral frente a las religiones, especialmente frente al cristianismo, por la sencilla razón de que ellas no lo son. Solo cabe un laicismo beligerante frente a la tendencia natural e insoslayable de las religiones, de todas las religiones, de inmiscuirse en todas las facetas de la vida pública. No pueden comportarse de otra manera pues al estar convencidos de que la Verdad está de su lado no reparan en formalismos democráticos.

    Lo que no entiendo es de qué se quejan los católicos; puede ser que en el único tema en que se ha mostrado timorato ZP es en este que nos ocupa: la asignación a la Iglesia católica ha pasado del 0,5 al 0,7 del IRPF; la religión sigue dentro del horario escolar; los profesores de religión son elegidos por el obispado y pagados por el estado en virtud del ominoso concordato con el Vaticano según el cual los dirigentes de un estado extranjero eligen y controlan a funcionarios que trabajan para el estado español, pero no les pagan claro; no se ha tocado el espinoso, por un lado, pero lacerante por otro, tema de la eutanasia; no se ha reformado la ley del aborto como se había prometido en el programa electoral del PSOE del 2004 y, para finalizar, en este país amenazado por la intolerancia laicista, va la “liberal” de Esperanza y mete a los curas en los comités de ética de los hospitales y en los equipos interdisciplinares de cuidados paliativos.

    El laicismo no puede ser intolerante porque sería autocontradictorio. Lo que defiende el laicismo es que la religión debe retirarse al ámbito privado y que en el ámbito público debe practicarse la única tolerancia posible: la que permite al ateo o al practicante de una religión minoritaria participar en la vida pública sin verse señalado como un cuerpo extraño en una sociedad que se dice no confesional, si está en lo cierto la Constitución del 78.
    Saludos

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  2. Oscar.

    ...creo que a lo que se refiere Borja no es a tu forma de entender la distinción entre Iglesia y Estado -que estoy seguro es muy razonable, y en que estoy en muchas cosas de acuerdo- sino a cierto intento por inponer otro tipo de "iglesia laica" absolutamente en nada separada del Estado y totalmente intolerante con quienes no siguen sus paramentos.
    Creo que es la interpretación correcta, ya que el libro que menciona al final Borja es un estudio de las "religiones políticas" que se desarrolla desde la Revolución francesa hasta la primera Guerra mundial (y por cierto un libro intersantísimo)

    Muchos saludos

    ...por cierto, ya me contaréis que tal fue la cenita el otro día...

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  3. Bueno, quería defender mi posición, pero veo que D. Cogito se ha adelantado expresando precisamente lo que pretendía decir. Estoy perfectamente de acuerdo en la separación de iglesia y estado, de tal modo que considero también excesiva la presencia de la iglesia en ciertas instituciones públicas. Lo que quiero decir en el "post" -y reconozco que con intención polémica- es que la separación de la religión y la política no involucra sólo al catolicismo, sino también a la pretendida construcción de una nueva religión "cívica" que, a menudo, recibe el nombre de "laicismo". Lo que me rebela es el intento de erradicar una religión de acuerdo con principios ideológicos que se constituyen en torno a una nueva fe, a mi modo de ver mucho más peligrosa que la muy moderada fe católica. La forja de esta nueva religión, es lo que quiero decir, no es más que una imitación, a veces paródica, de la constitución de la religión católica, pero una imitación precisamente de lo más sectario y fundamentalista del cristianismo. Si queremos separar la fe de la política -en sentido institucional, porque otra cosa es que, de hecho, la fe puede conducir a un individuo o a otro a posiciones políticas propias- me parece una gran mentira reducir la cuestión a una batalla contra la iglesia católica, porque también la fe de signo opuesto habría de merecer el mismo trato. Esta nueva fe se ve conducida, creo, por un deseo inconfesado de "matar al padre" -lo que se advierte en la obsesión por copiar los rituales y las palabras de la iglesia - para así reemplazarlo. Por eso me refería al núcleo mentiroso de tal "laicismo", que po supuesto no identifico con la simple crítica a la iglesia, sino con un nuevo cuerpo de doctrina dogmática dispuesto a erigirse en religión obligatoria, como lo fue durante mucho tiempo el catolicismo. Esta maniobra de sustitución consagra lo más lamentable del fideísmo y la superstición, aunque se le dé el apellido de "constitucional"; ciertos catecismos de "Educación para la ciudadanía", dirigidos al aprendizaje de esta nueva fe, creo que ilustran mejos que mis palabras lo que estoy diciendo.
    Por otro lado, sólo por apuntar algo más, creo que identificar cuestiones como la eutanasia o el aborto con una suimple lucha política entre iglesia y estado no es en absoluto correcto. Ambos son problemas morales ciertos, aunque se quieran convertir en banderines de enganche de ideologías de uno u otro signo. Que la iglesia defienda una cosa u otra no implica que debamos hacer lo que dice, pero tampoco simplemente lo opuesto. Es preciso tratarlos y pensarlos como tales problemas porque son cuestiones que exceden los marcos del dogma de una u otra coloratura. Bueno, tengo que marcharme, seguuiré mañana. Un saludo.

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  4. Anónimo2/5/08, 7:14

    Soslayo discusiones de cada cual. POR EL POSO DE IGNORANCIA.Diré brevemente y, desde la izquierda, que me hermano con el cristianismo primitivo. Poco más, insisto, primitivo.

    A más a más, bobadas, política, revolución francesa y Francesco. Laicismo, secularismo,.......................
    .......................................................Cuando Los orates dictaminan con conceptos nuevos de ayer.
    Traeme un negro, traeme tres, traeme un blanco y seremos treinta y tres. Basura, miedo.

    No es mercado, raza, religion, es politica.

    Y no os metais con Borja, para un liberal que tenemos no lo desgasteis que sabe.

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  5. En este caso estoy de acuerdo con Borja, pero también con Oscar. Creo en ese Laicismo del que habla Oscar y en el papel vergonzoso que este gobioerno está escenificando frente a la Iglesia; la usa como sujeto contra en que probar nuestro nivel de p`rogresismo pero, al mismo tiempo, le da de comer. En este sentido echo en falta u gobierno que verdaderamente le de la puntilla a esta iglesia absurda que tenemos.
    Pero también coincido con Borja en resaltar este proceso de sustitución de una fe por otra; sin embargo no en el mismo sentido que él. Borja habla de un proceso perverso y a mi, más bien, me parece un proceso natural. Cambiar una fe por otra es lo que llevamos haciendo los hombres desde el comienzo de la historia, y no es algo maligno en sí mismo; supongo que será visto de forma negativa para quién es incapaz de admitir y usar el nuevo lenguaje.

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  6. Settembrini, me alegra verte por aquí; no te preocupes, procuro no desgastarme, y creo que es precisamente la falta de adversidad la que erosiona. Sé que también para ti la unanimidad es más bien aburrida. Si me gusta participar en esto es, precisamente, porque nunca estamos de acuerdo.
    Edu, veo que habéis llegado bien a casa; me alegro, aunque haya sido un fastidio que no hayáis pisdo Soria debido al maldito atasco. en cuanto a tu comentario, no sé si te refieres a cierta necesidad que supuestamente guía todos los procesos históricos, pero creo que el determinismo no explica nada, es decir, no es más que un modo de oscurecer la trama de las cosas; es como cuando se usa el término "evolución", sin más, para explicar el desenvolvimiento de los organismos a lo largo del tiempo: más que explicar nada, supone una etiqueta puesta sobre la ignorancia. No niego que no quiera admitir ese nuevo lenguaje presente en la religión política, pero no creo que sea por incapacidad, sino por el hecho de ue me parece un lenguaje pobre y poco valioso. No defiendo la fe católica porque no participo de la doctrina ni del dogma católicos, pero eso no quiere decir que me tenga que convertir en un descristianizador para "estar a la altura de los tiempos". Aprecio todo lo que esa tradición nos ha legado de valor, así como me repugna lo que en ella ha habido de tosco y mendaz. Por ello mismo recelo de ese nuevo lenguaje, porque no es en absoluto nuevo, sino tan antiguo como la inquisición, la pureza del credo y la persecución del pensamiento herético. Claro, si todo consiste en plegarse a la "necesidad histórica", la cuestión no parece más que una excentricidad, pero me parece que el concepto mismo de "necesidad histórica" es arbitrario, confuso y profundamente mítico. Me parece una frivolidad incomparable el rechazar sin más algo inmensamente complejo y multívoco. El laicismo militante intenta hacer pasar la idea de que la tradición católica es simplemente el mal, y con ello recoge casi literalmente el lenguaje de una doctrina tan católica -aunque herética- como el maniqueísmo. Este laicismo ha conseguido el imposible logro de desbrozar al catolicismo de todo lo apreciable para quedarse sólo con la infamia y el fundamentalismo plebeyo que también lo han acompañado en muchísimas ocasiones. No es un nuevo lenguaje, es antiquísimo, casi ancestral. ¿Estamos dispuestos a erradicar todo rastro de cristianismo? Bien, ¿por dónde empezamos? ¿cerramos primero las universidades o abolimos antes los derechos humanos? ¿Renunciamos antes a la separación del poder temporal y el terrenal o volvemos primero a concebir el poder como necesariamente absoluto? Creo que una enmienda a la totalidad no es más que una fantasía utópica y vaga que ´ciertos políticos intentan imponer como modo de dominio más que de comprensión de las cosas. un saludoa todos.

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  7. Claro que no me refiero a cierto determinismo histórico Borja. Sólamente llamo la atención sobre un hecho que tu consideras negativo, a la luz de lo que has escrito y yo, sin embargo no. Denuncias que esta cruzada laicista no es más que la sustitución de una fe por otra y no dejo de darte la razón; sin embargo creo que eso no es un hecho que debamos tomar en consideración para desacreditar el discurso del que tu recelas. El pensamiento revolucionario del siglo XIX, y esto lo supo ver perfectamente Nietzsche, vive de la destrucción de una antigua fe para sustituirla por una nueva, una fe que, en lo fundamental tenía la misma estructura que la antigua: no es nueva la consideración del marxismo en esta dirección, también tienen estos sacerdotes laicos un cielo al que rezar, un paraíso futuro, un día de la redención y un demonio. El marxismo, como nueva fe, tenía que obrar en la dirección en que lo hizo, destruyendo el credo rival. Si quieres, podemos entenderlo al modo en que Kuhn explica el cambio de paradigma en la ciencia: el nuevo discurso pugna con el antiguo mostrando, no sus éxitos, sino aquellas zonas oscuras en las que se muetra más torpe o más terrible, como es el caso. Y esto que digo también enlaza con lo que apuntas tú al final de la última entrada: el laicismo no trata de destruir todo lo que huele a cristiano evidentemente, como señalas; no se trata de destruir las universidades ni acabar con los derechos humanos... nadie habla de eso. Se trata, como he dicho, precisamente de mostrar los aspectos más tenebrosos, justo donde el nuevo discurso es más iluminador. Y qué quieres que te diga, pienso que si, que librarnos de una iglesia y una religión que fundamenta todo su discurso en unos valores cerrados e indiscutibles es una necesidad.
    Y no es que yo, como sabes, quiera defender el discurso "progre" del actual gobierno; como señala Oscar, lo que más indignación produce en este gobierno es que, pese a vivir del anticlericalismo, en el nivel de los hechos obra de forma contraria. Aún está por venir un gobierno que tenga los arrestos necesarios para echar a la iglesia de la educación y anular el "concordato", un acuerdo injusto (yo también quiero un concordato que mantenga económicamente mis "santos cojones").
    De esta nueva fe, como te refieres a ello, hay muchas cosas criticables, muchas, y Feacios es un ejemplo clarísimo de ello pero, como he dicho, no precisamente el hecho de que se produzca un "choque de paradigmas"... lo lamentable es que el choque no haga descarrilar a uno de los trenes.
    Algo que sí me parece merecedor de crítica es la incapacidad de este lenguaje "nuevo" que como bien señalas no es tan novedoso, de superarse a sí mismo y encontrar un lugar que vaya más allá del anticlericalismo y la lucha obrera. En los últimos años, tras la caída de la utopía comunista, la izquierda ha emprendido un proceso de reformulación del sitio que debe ocupar. La dirección marcada es bastante clara: en lugar de anticlericalismo y lucha obrera, se empieza a hablar de antiglobalización, desarrollo sostenible, cambio climático, energías renovables... etc. La verdad es que me parece un proceso muy interesante y también muy necesario. Tengo en mente colgar un post avivando una de las eternas charlas en Feacios, la de la diferencia y operatividad de estos términos "izquierda" y "derecha", reivindicando un lugar legítimo para la izquierda.
    En resumen que, tu crítica me parec e innecesaria. Yo la sustiría por algo mucho más simple y mundano: LOS PROGRES CON SU ANTICLERICALISMO SON BÁSICAMENTE ABURRIDOS, REPETITIVOS Y ADEMÁS INCOMPETENTES.
    Pero eso si: SEPARACIÓN DE IGLESIA Y ESTADO YA!!!

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  8. "pienso que sí, que librarnos de una iglesia y una religión que fundamenta todo su discurso en unos valores cerrados e indiscutibles es una necesidad". Cito exactamente tus palabras, Edu, porque se aplican perfectamente a la nueva religión política que criticaba más arriba. Una religión que, ante la disensión, establece sus formas renovadas de inquisición o destierra las opiniones divergentes a ciertos márgenes que han de ser aislados de forma preventiva para evitar el contagio de los "bien pensantes" (yo no he inventado, por ejemplo, la expresión "cordón sanitario", de resonancias claramente exorcizantes). Me sigue pareciendo que reduces el asunto a la "necesidad histórica" que sentencia inextricablemente la victoria de unas tesis sobre otras, no en base a líneas reconocibles, sino a términos míticos usados hace ya mucho por la iglesia católica: "iluminar", por ejemplo, es el concepto que la ilustración sustrajo del lenguaje teológico, usándolo de modo tan metafísico y oscuro, si no más, como los venerables padres de la iglesia. Creo que en tu comentario se cuela, además, un juicio demasiado unívoco de lo que en realidad es la historia del catolicismo. Hombre, si iodentificamos la complejidad del cristianismo católico identificándolo con Torquemada, la entrada bajo palio de Franco en las catedrales o las obsesivas encíclicas de Pio IX contra el liberalismo, por supuesto que el juicio es bastante sencillo; el problema es que, me parece, el catolicismo está plagado de corrientes diversas, de sucesos contrapuestos, de ánimos y teorías que llenan estos deo milenios de muchas cosas. Meter en el mismo saco al cardenal Gomá y a Francisco de Vitoria, a Tomás de Aquino y a los papas Borgia, a Bartolomé de las casas y Ginés de Sepulveda, es mezclar todo hasta convertirlo en algo irreconocible.
    Distorsionas lo que digo, porque yo no me opongo al simple proceso de sustitución considerado en sí mismo -como si defendiera la postura conservadora de "cualquier cambio es malo"- sino que rechazo esta sustitución concreta por la pobreza de lo supuestamente nuevo, que no es más que una versión simplificada y soez de lo viejo; lo que se postula como sustituto no es más que una copia paródica de la fe que se trata de reemplazar: la nueva religión no es más que la recopilación de los aspectos más pobres, más toscos, más fundamentalistas de la doctrina católica. Creo, sinceramente, que en una época en que el catolicismo se ha ido apartando lánguidamente del centro de la vida política, esta nueva fe sólo significa la reintroducción tramposa de lo felizmente dejado atrás: una vez desaparecido el despotismo del dog,ma católico, el nuevo dogma anega todo utilizando de nuevo los mismos instrumentos de dominio y adoctrinamiento; Los defensores del laicismo, o al menos ciertos conspicuos representantes, no pretenden desterrar el dogma católico, sino precisamente lo contrario: volver a sacralizar lo más espantoso y cerril que la iglesia había ya utilizado y que paulatinamente había abandonado. La persecución de herejes (bajo cualquiera de los lenguajes al uso: "fachas", "machistas", "homófobos"....) no es más que uno de los ejemplos claros de esta adopción de los peores recursos del catolicismo en su lucha por hegemonizar el poder político y el espiritual. No critico que se abandone el dogma católico -yo nunca lo he adoptado- sino que se conserve SÓLO lo más pestilente y necio, despreciando precisamente lo que en la tradición católica y cristiana es de más valía (por ejemplo, el deslumbrante desarrollo conceptual de la filosofía política, que mucho tiempo después sirvió para pensar, por ejemplo, una sociedad libre de la tutela eclesiástica o de las prescripciones del dogma). Frente a la separación de iglesia y estado, la nueva fe incluye la pretensión de una nueva conjunción de religión y política, ya que, frente a toda la doctrina de separación de los poderes secular y espiritual, pretende que sólo haya un poder, el estado laico, legislador no sólo en asuntos tempotrales, sino también en el ñambito de las "creencias" privadas. Vuelvo a referirme a los manuales de "Educación para la Ciudadanía", ejemplos vergonzantes de la podredumbre más pestilente de los catecismos católicos populares. Bueno, siento la extensión de estos comentarios, pero ya sabes que uno se pone a esribir, se deja llevar por la pluma encendida y....le sale un tocho de, supongo, lectura tortuosa.

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  9. Claro que si, Borja. Nadie te discute que cierta política adopta tintes claramente religiosos, también el fútbol o la adoración a los ídolos del rock tiene esas características. Pero el que haya gente que ame a Ozzy Osbourne como un Dios (yo entre ellos) no es un argumento para defender a la iglesia y a la religión como habilitadas para ocupar un lugar político como el que tienen en este país. En el fondo es lo que digo, no más.
    Y si de mis palabras parece que se deduce que, para mi, la historia del cristianismo se puede reducir a Torquemada, entonces evidentemente me he expresado muy mal y tu me conoces muy poco; yo entré en estas cuestiones de la filosofía a través, como sabes, de la lectura de "La agonía del cristianismo" y "El sentimiento trágico de la vida" de Unamuno, y ambas obras resaltan la importancia de nuestra vinculación con la tradición y, en especial, la tradición católica. No pretendo ser tan simple, claro está. No creo que haya metido en el mismo saco, como dices "al cardenal Gomá y a Francisco de Vitoria, a Tomás de Aquino y a los papas Borgia, a Bartolomé de las casas y Ginés de Sepulveda". Igual, eres tu el que simplificas mis palabras y, a la vez, los discursos que reivindican el laicismo o el anticlericalismo... sigue habiendo más vida al oeste de Zapatero, aunque algunas veces, de tus palabras, la izquierda se presente como un bloque monolítico y coordinado de falseamiento de la realidad.
    Creo que en mis palabras no hay ninguna distorsión de lo que dices, de hecho creo que vengo a coincidir contigo en "el rechazo a esta sustitución concreta por la pobreza de lo supuestamente nuevo, que no es más que una versión simplificada y soez de lo viejo", si eso no lo niego yo, y creo que ninguno en feacia; lo que vengo a decir es que no voy a ser yo el que venga aquí a defender a los Obispos... ponerse a estas alturas a reivindicar la escolástica y la profundidad del pensamiento cristiano me parece absurdo, básicamente porque no sirve para nada. Y ensalzar a Francisco de Vitoria para mostrar la vileza y bajeza de nuestros actuales políticos, pues también me parece absurdo; ¿para qué hacer eso? Me pregunto yo… ¿acaso preferirías un estado confesional?
    El pretendido laicismo del Psoe es una payasada... perfecto, pero no cualquier laicismo lo es. No metas tu en el mismo saco a todos los que están en contra del Concordato y de que se enseñe religión católica en las escuelas; yo estaré en contra de eso siempre, del mismo modo que estoy escandalizado por las subvenciones de Esperanza Aguirre, que van desde no sé qué guerrilleros de Cristo Rey hasta las madres carmelitas del Sagrado Corazón de la madre que la parió... para mí eso es lo mismo que el dinero que invierte la Generalidad en "cultura catalana".
    Cuando dices que "la nueva religión no es más que la recopilación de los aspectos más pobres, más toscos, más fundamentalistas de la doctrina católica" caes en el mismo error que denuncias. Al parecer el progresismo es tosco y burdo... ¿y el cristianismo no?, ¿o es que por cristianismo debemos entender sólo a Tomás de Aquino o a Francisco de Vitoria? (deberías haber escuchado el sermón que el cura soltó en el funeral de mi abuela, para echarte a reír o a llorar)... También habrá que nombrar al beato Escrivá, a la Virgen del Escorial y al señor Torquemada ¿no? Pues entonces aplica el mismo esquema. Porque si es verdad que hay un progresismo torpe y cerrado, también hay "pensamiento profundo" en Marx, Marcuse o Haberlas; la operación que realizas me parece demasiado parcial. Cantar las excelencias del cristianismo para echar un órdago a la mayor, el laicismo, me parece ir demasiado lejos; es más, me parece una impostura.
    Si quieres que nos sentemos a ensalzar las excelencias que nos ha dejado el cristianismo, vale, hagámoslo... ¿alguien se atreve? pero vamos, no creo que el hecho de que la Complutense se fundara por curas , justifique la pestilente relación entre el Estado Español y el Estado Baticano; y creo que el laicismo del que hablo yo, o habla Oscar, no pretende que le den la vuelta a la cruz del Escorial, sino más bien, que no haya una situación de abierta injusticia.
    Entiendo que te escandalice la “Educación para la ciudadanía”… después de echar un vistazo a los libros, a mí me horroriza. Pero échale un vistazo a los libros de Religión y al tipo de cosas que los curas le dicen a los niños en los colegios y los institutos; verás que no hay mucha diferencia. Bueno si, si la hay: es mucho peor… y contrariamente a lo cabría pensar, tal y como describes tu al cristianismo, no encontrarás ni una palabra de Tomás de Aquino ni de Francisco de Vitoria…
    Estaría mucho más de acuerdo con lo que dices si, después de criticar la tosquedad de este “nuevo” progresismo, también resaltaras la bajeza del “antiguo” cristianismo, pero no lo haces.

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  10. Edu, precisamente, si he comparado ese laicismo burdo con algo es con la mendacidad de cierta línea de tradición católica; en el mismo "post" me referí ya a Tertuliano, y después nombré, como representantes de la faz más negra del catolicismo, a Pío IX o al cardenal Gomá, si no recuerdo mal; por supuesto, no creo que de alguna de mis palabras se deduzca que defienda un estado confesional -¡pero eso quiere decir con respecto a NINGUNA religión, sea cristiana o laica!- o que abogue por la reimplantación de la comunión diaria obligatoria. Yo también estoy en contra de la enseñanza doctrinal de la religión en la educación pública, por otra parte. El problema del laicismo, y si hablo en general es porque me refiero a la doctrina anticlerical que así se autodenomina y nace en la revolución francesa y llega hasta hoy, lo que nada tiene que ver con la postura, por ejemplo, del liberalismo anglosajón ante lo religioso, es que se constituye en un grado de fanatismo equiparable al del catolicismo más recalcitrante. Creo que tiene que quedar bien laro que laicismo no es sinónimo de "defensor de la separación iglesia-estado", y seguramente de esa confusión viene este desacuerdo. No todos los defensores de tal separación son "laicistas", ni mucho menos, sino sólo los "cruzados" contra la religión, los que procuran erradicarla con el convencimiento de que a su través el mal se cuela en este mundo. Pero bueno, me parece que estamos hablando de cosas sitintas, así que tampoco os cansaré más por hoy.

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