Como todo relato, estas líneas tienen
también una genealogía, si bien humilde.
Dos corrientes confluyen en la
explicación de por qué me he puesto a escribir esto. En primer
lugar la difusión de la agenda musical que, vía Internet, el amigo
Jorge me facilita. Pensaba en la posibilidad de que incluyera, además
de las citas de interés del panorama soriano, una valoración
musical de los grupos y obras citados. Creo que así sería un
material de aún mayor interés; en segundo lugar, y en relación con
lo anterior, una cuestión que, aunque referente a mi biografía, no
deja de tener importancia cuando de lo que hablamos es del mundo
(creo que nadie me negará el carácter mundano de la música… ¿o
sí?); me refiero a cierto interés por la filosofía, quiere decir,
por la consistencia de la realidad y su relación con el lenguaje que
utilizamos para apresarla y comprenderla.
Hay algo de lo que actualmente sucede
que no puede más que llenar de profunda intranquilidad, y es que el
llamado “sentido común” ha dejado de lado algo fundamental que
en cierta época pudo recoger del esfuerzo filosófico.Ha olvidado
que, antes de hablar sobre las cosas, es preciso preguntarse y saber
qué significa hablar sobre las cosas. Por este tipo de cuestiones es
por las que tantos han tildado de inútil o herética a la filosofía,
pero creo que es prudente, antes de hablar sobre algo, saber qué
tipo de discurso es capaz de rozar siquiera aquello de lo que se
quiere hablar; saber cómo, a través del lenguaje, podemos
acercarnos a la esencia de las cosas, y así poder distinguir entre
el lenguaje con sentido y la hueca verborrea.
En realidad, lo que quiero decir es que
a menudo aceptamos discursos fraudulentos sobre las cosas con el solo
fin de no exponernos a perder el prestigio de pertenecer al grupo de
los que “están al día en materia de cultura” (como si esto no
fuera ya una contradicción en los términos). Veo a gente
inteligente asentir de manera bovina ante las palabras y los gestos
de analfabetos que sólo cuentan con la bendición de la ideología
dominante, porque conocimiento no poseen ninguno; veo a muchos
aplaudir cualquier cosa sólo por contar con la aquiescencia de los
profetas que deciden qué es lo que hay que elogiar y qué lo que hay
que denostar. Todo está lleno de discursos que no hablan de nada,
pero que son universalmente vitoreados por que cuentan la mentira
que, por conveniencia, todos gustan de escuchar.
El caso que aquí me interesa es el de
la música. La pregunta es sencilla: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
HABLAMOS DE MÚSICA? Esta pregunta se relaciona también con el
estupor que me invade las pocas veces que se me ocurre acercarme a
las páginas de crítica musical que invariablemente adornan los
periódicos y revistillas del día. No me refiero al ámbito de
publicaciones especializadas y referidas a músicas minoritarias o
francamente marginales, como es hoy la música occidental de los
siglos pasados, sino al de los productos de mercadotecnia vendidos
por doquier bajo la denominación de etiquetas diversas y diferentes
códigos de barras (rock, heavy, grunge, pop, indie, rap,
hip-hop…¡Dios!).
Personalmente, mantengo que la inmensa
mayoría de esa llamada música moderna es sencillamente mala,
estereotipada y primitiva, de modo que si, tras horas de escucha,
alguien encuentra un acorde de dominante con séptima en una pila de
discos de los mamarrachos ingleses, americanos o españoles de moda,
puede sentirse afortunado. Alguien pensará que yo soy el equivocado,
que doy demasiado valor a las palabras, o que soy un fascista
intolerante (todo eso tiene que soportar este humilde narrador), pero
quien honestamente se asome a las páginas de crítica musical a las
que me refiero podrá comprobarlo por sí mismo: no es posible
encontrar más que muestras impecables de analfabetismo, y no sólo
musical, meros ejercicios de retórica que en ningún caso se
refieren a lo que supuestamente tratan de analizar, esto es, la
música.
Creo que es oportuno traer un ejemplo
que pueda ilustrar lo que vengo diciendo, esto es, que lo que se
entiende por hablar de música consiste, básicamente, en evitar con
destreza la consideración musical de las obras, si así se nos
permite nombrarlas, y hablar de cualquiera de los accesorios que se
asocian al glamour putrefacto de esa supuesta música.Un mero
pretexto para ser reconocido como uno más por los seguidores
ovejunos de lo último. La lectura que me ha trastornado hasta el
punto de llegar a necesitar escribir todo esto pertenece a un
suplemento de fin de semana adjuntado a un periódico de tirada
nacional .
El fin, quizás vano, que persigo al
hacerlo es dar la oportunidad de que, entre tanta gente apuntada a la
lista de Jorge, alguien me pueda explicar el sentido de tamaño
despropósito. El artículo en cuestión es una pretendida crítica
sobre la carrera de alguien que se hace pasar por músico, aunque
nada en el texto hace sospechar que efectivamente lo sea. El artista,
quede dicho, es para mi un completo desconocido, por lo que esto no
es un intento de devaluar de antemano su obra, que tampoco he tenido
el placer de escuchar. Por otro lado, la lectura de la reseña no me
ha empujado a desearlo. El autor del artículo dedica a este
simpático personaje una página entera en la que no es capaz de
decir nada sobre música. No hay más que fórmulas acuñadas y
bendecidas por el uso y la costumbre, pero carentes de significado.
Todo el artículo es un pesado recorrido por una nada ornamentada en
base a clichés y lugares comunes. Vuelvo a insistir: ¿cómo puede
pasar esto por crítica musical? ¿Es tan poderosa la connivencia de
los engañados y los engañadores como para hacer pasar por buena la
moneda falsa?
Sumido en mi ingenuidad, yo pensaba que
el análisis musical de una obra tenía que ver con lo que aún
realizan algunos carcas reaccionarios en los conservatorios; quiere
decir: estudio de la armonía de la obra y consistencia de las líneas
melódicas, de la figuración rítmica, de las formas compositivas e
innovaciones que pueden afectarla, de la naturaleza de los timbres
utilizados….No sé, pensé que hablar de algo es penetrar en la
cosa misma, y no rodearla sistemáticamente sin avistar siquiera su
contenido. Una lectura medio atenta del artículo aquí considerado
no puede escapar al carácter de farsa, de simulacro desvergonzado,
que tienen todas las expresiones que, pretendidamente dirigidas a
evaluar y analizar la música, no hacen más que resbalar por la
superficie sin llegar a atrapar nada que sugiera elemento musical
alguno. El uso del lenguaje es repetidamente tramposo, y el uso de
las metáforas se convierte en delator de una ignorancia completa de
lo que a la música se refiere. A una retahíla carente de interés
sobre la vida y circunstancias del artista en cuestión se le añade
una serie amorfa de términos que supuestamente se dirigen a
describir y calificar la música. Todo consiste en utilizar metáforas
comunes y manoseadas con el fin de que el público crea comprender
algo allí donde no dice nada. Así, como remedio ante la incapacidad
de usar conceptos que refieran a la música en sí misma, el
articulista elige una serie de adjetivos de los ámbitos más
dispares y los presenta como pertenecientes a su dominio.
Afirma: Su siguiente trabajo, Mutations (1998), fue todo lo contrario: un disco pausado
y orgánico que se grabó en dos semanas
¿Qué dice sobre una obra el
calificarla de pausada? ¿Qué quiere decir? Como mucho, se puede
admitir que, refiriéndose a los tempi, se acerque al extrarradio de
lo musical. Poco más. En cuanto a lo de orgánico, parece servir
tanto para un anuncio de champú como para los discos de los músicos
modernos. El truco evidente es utilizar calificativos procedentes de
ámbitos sensoriales, artísticos o experienciales distintos, y
hacerlos pasar por propios del oído y la música:
se trata de un CD casi conceptual;
o, también: el reciente information es un compedio
de Hip-hop y música electrónica con un
tono menos alocado y más reflexivo,
producido por...
Etiquetas repartidas por todo el texto
que no dicen nada, en general, y, por supuesto, nada de música. El
resultado al que cabe enfrentarse es de una pobreza desconsoladora:
el analfabetismo convertido en sistema, la apología de la ignorancia
y la estafa. El lenguaje se convierte, antes que en presentación de
una realidad, en camuflaje que disfraza la nada; o si no, ¿qué
significado tiene decir:
Se convierte en icono de la generación
x (sic.) con una estrategia de reciclaje cultural en un personal crisol de rock,
Folk, hip-hop, psicodelia y mil cosas más.
Esto es la ilustración más perfecta
de lo que los miembros del círculo de Viena denominaban lenguaje sin
sentido, quiere decir, un conjunto de proposiciones que, aunque
aparentemente significantes, no dicen nada acerca de la realidad,
siendo no más que vana logomaquia. Es necesario decir que lo de
personal crisol queda muy bien; el problema es que todos los
periodistas repiten sin cuento lo de personal crisol cada vez que
quieren hablar de un artista y no saben decir nada sobre el arte, por
lo que al final queda muy impersonal: todos tienen su personal
crisol. Nada diremos sobre la gramática absurda de la frase.
Dislates comparables se repiten una y
otra vez, de tal modo que el artículo termina del mismo modo
monotóno y vacuo con que comenzó. ¿Por qué esto pasa como crítica
musical o comentario acerca de la música? ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
HABLAMOS DE MÚSICA? CODA De aquí viene el que casi todos los
filósofos confundan las ideas de las cosas, y hablen de las cosas
corporales espiritualmente y de las espiritualescorporalmente. Porque
dicen audazmente que los cuerpos tienden a bajar, aspirana su centro,
huyen de su destrucción, temen el vacío, que la naturaleza
tieneinclinaciones, simpatías, antipatías, todas cosas que no
pertenecen más que alos espíritus. Y hablando de los espíritus los
consideran como en un lugar, y les atribuyen movimientos de un lugar
a otro, cosas que no pertenecen sino a loscuerpos (…).BELLEZA
POÉTICA.- Al igual que se dice belleza poética, debería decirse
tambiénbelleza geométrica y belleza medicinal; pero no se dice. La
razón es que se sabecuál es el objeto de la geometría, que
consiste en pruebas, y cuál es el objetode la medicina, que consiste
en la curación; pero no se sabe en qué consiste elagrado, que es el
objeto de la poesía. No se sabe lo que es este modelo naturalque hay
que imitar. Y a falta de este conocimiento se han inventado
algunostérminos curiosos: “siglo de oro, maravilla de nuestros
días, fatal”, etc., y sellama a esta jerga belleza poética.
Blaise Pascal, Pensamientos; 33, 72
Borja Lucena
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