Lo que sigue es el texto de un artículo que me publicaron en "El Heraldo de Soria" el pasado 17 de septiembre. Seguramente no añade nada a lo que ya he dicho en otras ocasiones, y más bien, dado el espacio limitado en el que ha de contenerse un artículo periodístico, adolece de un desarrollo que clarifique el asiento argumentativo. Por otro lado, algunas afirmaciones, reducidas a una existencia sucinta, necesitarían de la explicitación de un fundamento aquí invisible. No obstante, es lo que hay, y, como actualmente estamos inmersos en una discusión sobre el tema, aquí lo dejo para que lo despedacéis.
Tres razones y un lamento
Es difícil intervenir en una discusión en la que se ha asumido de antemano cuál es la posición correcta. Eso es lo que he sentido buena parte de las veces que he intentado desarrollar los argumentos que razonablemente se oponen a la impartición en el sistema educativo de una asignatura como “Educación para la Ciudadanía”. Muchas veces, al comenzar a exponer mi posición al respecto, he experimentado la certeza de que ya no había sitio para el razonamiento, sino únicamente para el dogma. He tenido que soportar que me llamaran “facha”, que me llamaran “reaccionario”, que me acusaran de ser vocero de algún partido político, de alguna radio o de no sé qué fantasmas del pasado. Mi voz y mis más o menos acertadas dotes para la argumentación han sido sepultadas bajo un cúmulo de etiquetas y prejuicios que, de antemano, habían declarado ya el juicio visto para sentencia. Quisiera solamente, aprovechando el silencio del papel, poder presentar algunas de esas razones. Quisiera, sobre todo, frente a los deslumbrantes absolutos de la política, propiciar que se abriera paso la luz leve del escepticismo. Procuraré ser breve y ofrecer una modesta nómina de objeciones que creo razonable no acallar.
1- En primer lugar, despejemos un equívoco: la EpC no tiene nada que ver con la reflexión ética. No presenta un repertorio de problemas o concepciones morales que inciten a la reflexión y, por lo tanto, promuevan la formación intelectual y moral de los alumnos. No contiene apenas atisbo de consideración ética de problemas y posiciones, sino que ofrece un repertorio establecido de soluciones. Lejos de promover la reflexión moral, cancela su posibilidad presentando una moral definitiva y necesaria que es preciso compartir para aspirar a ser considerado ciudadano. Creo que cualquier consideración medianamente objetiva ha de reconocer que, en caso de pretender reforzar la presencia del pensamiento crítico y la reflexión ética, el legislador hubiera podido aumentar la presencia horaria de asignaturas como “Ética”; lejos de ello, con la reforma en marcha, esta asignatura ha sido troceada y casi completamente erradicada.
La EpC, en definitiva, se configura como un solucionario que omite la problematicidad de la discusión moral para poner en su lugar –tal y como confiesa la ley- la aceptación de posturas morales.
2- Una segunda objeción se refiere a la potestad del estado para establecer una moral oficial de aprendizaje obligatorio. Muchos consideran que la EpC contiene preceptos morales adecuados, y que, por ello, no tiene que haber problema alguno en que todos los ciudadanos los compartan. Con esto, no obstante, se reitera una vieja práctica que alcanzó culminación en los estados totalitarios: el poder considera que, habiendo alcanzado una definitiva moral verdadera, está legitimado para imponerla a los individuos con el fin de salvarlos del error y de la inclinación hacia el mal. El estado, así constituido, no se limita a administrar las cosas y regular la convivencia, sino que se erige en guardián de las conciencias. Cabe señalar, además, que la introducción de una moral oficial en el sistema educativo, más que ahondar en el régimen de libertades que impulsó la constitución de 1978, establece una sospechosa semejanza con una clave de bóveda del despotismo franquista: la imposición de la moral de los vencedores –precisamente porque se consideraba la moral verdadera- sobre la totalidad de la sociedad española.
El problema de una moral oficial no es que sea verdadera o falsa, sino que es obligatoria.
3- Por último he de referirme a un problema fundamental que alienta detrás de la polémica: ¿Para qué ha de servir un sistema de educación pública? Desde hace años advertimos un desplazamiento significativo de los objetivos de la educación que desvirtúa su auténtico cometido al sustituir el conocimiento por la moralización. Desapareció la tarima, y en su lugar se ha levantado un púlpito desde el cual el profesor se concibe, antes que como encargado de proporcionar contenidos de conocimiento, como divulgador de materias y discursos edificantes. La EpC profundiza en ese camino, ya que consiste en poner moral donde podría haber desarrollo de conocimientos: no se trata de conocer la pluralidad de teorías éticas que han convergido en la tradición liberal europea, sino de ofrecer respuestas fáciles e inequívocas como si fueran las únicas moralmente válidas. La condición de ciudadano, tal y como surgió de la reflexión ilustrada, se refiere a aquel que, a través del conocimiento, es capaz de superar la culpable minoría de edad del ignorante, no a aquel que asume como fe la moral propugnada por el estado, por muy “buena” que ésta sea. La alternativa es sencilla, y puede resumirse en una polémica semejante que tuvo lugar en el imperio austríaco de los Habsburgo: ante la pregunta sobre la función de la educación, el emperador Francisco I, acérrimo enemigo del liberalismo y abanderado de la reacción en la Europa post-napoleónica, resolvió determinar que la universidad no había de servir al conocimiento, sino al único objeto de “formar buenos ciudadanos y súbditos dóciles”; se prohibió entonces la lectura de pensadores “peligrosos” como Kant y Hegel, y la universidad austríaca se vio condenada, por muchos años, a una esterilidad impotente.
Ante el imperativo de definir la función del sistema educativo en una sociedad libre hemos de responder sinceramente: ¿Queremos la esterilidad científica y especulativa que supone convertir escuelas y centros educativos en industrias de producción de buenos ciudadanos?
Lo primero felicitarte por que el "Heraldo" siga contando con tus colaboraciones.
ResponderEliminarComo bien dices, y ya es trágico, parece que uno deba de ir pidiendo perdón y disculpas a cada momento que se le ocurre diferir de la corriente de pensamiento único, aquel que tanto las élites de Derechas y de Izquierdas sostienen para defender un sistema en el que la democracia mengua por momentos y la oligarquia de las élites (perdón por el oximoron) y de sus babosos voceros, los auto denominados intelectuales, se impone a pasos cada vez más obscenos.
Cada vez estoy más convencido de que las supuestas discrepancias entre los dos grandes partidos fusilan las luchas ficticias de ese espectaculo grotesco que es la lucha americana, esa en la que en un ring dos o más luchadores simulan golpes en combates amañados de antemano.
Estoy de acuerdo en lo substancial de tu artículo, así que omito comentarlo de nuevo ya que en mi opinión lo haces con grata claridad.
Es indudable que tratamos de una asignatura que no aporta nada al conocimiento, ni a la reflexión, ni a la crítica, ni a la argumentación, sobre valores, medios y fines, ni sonbre el conflicto individuo-comunidad. Solo encontramos la interesada imposición de veredictos gratuitos y a priori de lo que debe ser el buen ciudadano, que debe tolerar, que debe respetar, que debe asumir, en fin, a que tipo de conceptos, valores y fines debe someterse si quiere ser identificado en el beatífico retablo de los buenos ciudadanos.
Incluso se da la paradoja de hurtar al embrión de ciudadano del bagaje de herramientas, tanto cognitivas y afectivas así como de la libertad para reflexionar sobre la pertinencia o no de imponer una determinada concepción del mundo en las aulas.
Propondria una metasignatura que sirviera para discutir y reflexionar sobre ello. Claro esta que para ello habría que preparar y formar al alumno-ciudadano precisamente en todo aquello que se le niega para que pueda tragarse las concepciones del mundo impuestas desde el púlpito o la tarima.
No hay que estrañarse de que sea la iglesia quien más se indigne, dado que hablamos de la sempiterna lucha entre los detentadores del Saber de la ciudad de Dios y de la ciudad Hombres por atraer las conciencias de los meros hombres.
Entre ficción y ficción queda la sombra del que desde su conciencia que pretende libre (pues es necesario este piadoso autoengaño) se somete dia a dia al dedo acusador de la conciencia fabricada.
Amén.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPor supuesto enhorabuena por la publicación, Borja, aunque
ResponderEliminarcomo abes de antemano no coincido contigo en casi ninguno de sus puntos.
En realidad, todo lo que voy a decir creo que ya lo he dicho en la discusión
anterior pero, muchas veces las discusiones, más que enfrentamientos de
argumentaciones son aclaraciones de estas mismas, lo que no está mal.
En primer lugar, afirmas que la EpC no tiene nada que ver con la
reflexión ética" y tienes toda la razón, pero eso no me parece una
razón para denostarla. Tampoco tiene que ver con la reflexión ética la
historia, la sociología, la psicología, la literatura y eso no nos lleva a
indignarnos por su situación dentro del currículo. Y a esto añades que la EpC Lejos
de promover la reflexión moral, cancela su posibilidad presentando una moral
definitiva y necesaria que es preciso compartir para aspirar a ser considerado
ciudadano" mezclando dos cosas que no tienen por qué ser ciertas: el
hecho de presentar una moral como "obligatoria" no veo por qué tiene
que significar el cancelamiento de la reflexión ética. De hecho, las analogías
que sueles trazar para defender esta postura parten de un error; afirmas que
esto mismo es lo que ocurrió en La Unión Soviética o en la corte del Imperio
Austriaco. En ambos casos, especialmente cuando te refieres a los rusos,
comparas una sociedad democrática con sociedades totalitarias. Pero no trazas
una analogía con, por ejemplo Estados Unidos, país en el que existe una ávida e
intensa formación de la ciudadanía en los institutos y escuelas y en el que no
existen asignaturas propiamente consideradas de "reflexión ética y
filosófica". En este caso la analogía no funcionaría precísamente porque
en la sociedad americana faltan los elementos que confirmarían tu argumentación.
En este caso, por supuesto, no creo que puedas defender que también las
universidades americanas o la filosofía en ese país adolece de
esterilidad.
El problema es que omites elementos en la comparación que
son precísamente los que validarían tu analogía: cosas como el control de los
medios de comunicación, un sistema judicial dudoso, torturaror y arbitrario,
campos de concentración, un sitema jerárquico y rígido de poder, o un ejército
y una policía más dispuesta a corregir al enemigo interior que a defenderse de
los ataques externos. Es decir, olvidas que estás hablando de una democracia.
Pero es que además, como ya he señalado, en el fondo, tu discurso es claramente
ideologizante [considerando, a tu modo, la ideología como un modo de
pensamiento que se dispone contra la realidad]. Todas las sociedades existentes
y pasadas se han levantado sobre determinados valores y, como vengo diciendo; y estas cuestiones se han
mantenido mediante los más diversos métodos de control. Esto por supuesto ha
ocurrido en la alemania Nazi o en la Rusia Estalinista, pero también entre los
bosquimanos de áfrica y los aborígenes de Nueva Zelanda. El problema es que tu tomas
como algo real y constitutivo de toda sociedad como un elemento a extirpar. Y
además lo quieres sustituir con un constructo ideal, una ficción: el hombre
libre autoproclamado del liberalismo, el racional ciudadano kantiano. Todas las
sociedades se levantan sobre una moral obligatoria y todas las sociedades
establecen mecanismos de control sobre esta moralidad; es precísamente por eso
por lo que tu no vas desnudo por la calle (en verano) y los índios amazónicos
si.
El problema no es, por tanto, que haya una moral obligatoria, que la hay, y que
las sociedades dispongan de modos de control para hacer de esta moralidad algo
público. El problema real es, como bien dices, que se extirpe la posibilidad de la reflexión ética, es decir, que se
cancele la posibilidad de establecer mecanismos de cambio de esa moral y por
tanto de cambio social. Pero tu confundes una cosa con la otra, haciéndolas
iguales, como si el cielo iluminado fuera la causa de la presencia del sol.
Y el caso es que la EpC no cancela de ningún modo tal posibilidad. Si fuera así,
deberíamos anular la mera existencia del sistema educativo destinado en gran
parte a esto, aunque tu no lo creas. Al final de tu artículo te refieres precísamente
a este punto, señalando que en los últimos años el sistema educativo ha ido
sustituyendo “conocimiento” por “moral”. Respecto a esto, a menos que te refieras a los
últimos cincomil años, también estoy en desacuerdo contigo señalando algo que
ya he señalado varias veces: no hay conocimiento al margen de la moral.En
clave psicoanalítica interpretaría esta afirmación tuya señalando que lo que
realmente te desagrada es que en esos últimos años, se ha venido sustituyendo
una moral que prefieres por otra que te disgusta, en cuyo caso habría que ver
(por supuesto en un diván) cuál es el padre muerto al que añoras.
Puedo aceptar cierto debate, como ya he dicho, y es el de la metodología. La
moral obligatoria a la que aludes se establece también desde las
clases de historia, de literatura, de lengua… ; de hecho la elección del cuento
que le van a contar , primero a los niños y después a los adolescentes, ya hace
más que todas las Epcs del mundo. Esta característica del conocimiento viene ya
de lejos y no hay más que echarle un vistazo a los mitos de cualquier cultura.
Así que estoy dispuesto a aceptar que, como mucho, la Epc, una hora a la semana
en segundo de la E.S.O, carece de utilidad, no vale para nada, es una pérdida
de dinero, pero precisamente por su
insignificancia (aunque esta afirmación me la guardaré para final de curso,
cuando tenga información experiencial).
Afirmas también que no se puede defender que EpC esté bien porque contenga un
conjunto de principios moralmente buenos y que, por tanto, es lícito
admitirlos. Aquí te doy la razón sólo en parte. No voy a ser yo quién defienda
que hay que admitir un principio moral apelando a que es "bueno", por
supuesto. Pero hay más razones para admitir la necesidad de un principio moral,
evidentemente. Desde una portura ilustrada-racional, se puede admitir dicha necesidad
a partir del criticismo y la reflexión racional; esto está muy bien, por
supuesto, pero al menos que convirtamos nuestras heterogéneas sociedades en
clubes científicos y culturales de prohombres e intelectuales, me temo que no
va a ser una forma adecuada de admitir "preferibles". También se
pueden admitir dichos valores atendiendo a su utilidad funcional (me huelo el
reproche); ciertos valores pueden ser útiles a la hora de, por ejemplo,
integrar de forma poco traumática inmigrantes procedentes de otras culturas en
nuestra propia sociedad.
.
Es por eso que las sociedades modernas han encontrado medios
más adecuados para lograr que los indivíduos se incluyan en la comunidad y
respeten los valores que esa sociedad extablece y exige (en los tribunales)
para la convivencia. Rorty, por ejemplo, que es un gran abanderado del
contranacionalismo americano, defiende que el nacionalismo, a pequeñas dosis,
fue (y es) necesario para vincular a los indivíduos a su comunidad y así
convertirlos en ciudadanos. El racionalismo ilustrado está bien para unas
cosas, pero es completamente inútil si lo que pretendemos es articular un
estado.
Y conectando con la pregunta que haces al final de la anterior entrada, ¿quién
determina esta moral obligatoria?, diré algo que ya he señalado: como partes
de la comparación constante entre nuestro estado democrático y estados
totalitarios en los que esa moral asfixiaba al individuo, tomas esa pregunta no
como una pregunta, sino como un reproche. Y bien pensada esa sí que es una
pregunta fundamental. Yo puedo atreverme a responderla, pero seguramente me
quede corto; pienso que la moral de una sociedad como la nuestra, se comporta
como un sistema dinámico, es decir, como una confluencia de infinidad de
factores que componen una "estabilidad fragil". Buena parte de las
aportaciones a ese sistema vienen determinadas por el estado (que a su vez es
también un sistema dinámico), pero no las únicas. Habría que tener elementos
tales como la historia de esta comunidad, la economía, las interacciones con
otras comunidades, la absorción de miembros de otras sociedades, valores
culturales heredados, religiones, creencias, prejuicios sociales, sistemas de
ideas…etc. En ningún caso un sistema dinámico pasa a ser un sistema rígido como
tu temes.
Y adivino el reproche que se me puede hacer: si es un sistema dinámico fragil
¿para qué tratar de controlarlo mediante la educación? Respuesta: porque no lo
controlas, simplemente introduces elementos esperando que el sistema se mueva
hacia donde te gustaría. A veces aciertas y a veces no. Pero son tan atrevidos
los que, desde el mismo afán ilustrado de "calculatores", vaticinan
el fracaso rotundo del ajuste o su peligrosidad intrínseca, como el éxito.
Como mucho nos queda mover ficha y ver cómo se desarrolla el juego (permanecer
a la escucha la llamada del "ser"... ja ja ja), pero mover ficha,
pues somos hombres.
Bueno, Eduardo, creo que has estado sembrado en todo el debate y esta ultima reolica es la mejor.
ResponderEliminarHas señalado perfectamente la moralizacion historica de todo conocimiento.De hecho eso significa "socializacion".
De hecho el ilustrado fue el más empeñado en crear a partir de la enseñanza un "nuevo" ciudadano.Los posmodernos serían precisamente los más proclives a cuestionar la nocion de ciudadnía actual.
Borja tiene razón en la actitud vigilante.Una moral obligatoria del estado debería ser lo mas neutra posible, el minimo comun democratico, el de la autonomía individual y la igualdad de oportunidades.Todo lo demas sobra. O en cualquier caso debería ser fruto del debate dialogico
Puede el estado moralizar sobre esto?Debe, y presentarse, como bien dijo Ashep, servir de modelo. Me hace gracia lo bien que se pondera en estas paginas a la ciudadnia griega, cuando primaban bastante más los valores publicos y dogmáticos sobre los individuales y criticos. Eso sí que era moral obligatoria
Por mi experiencia el pasado año, ya dije que todo el debate era una memez desde el punto de vista practico.Una hora a la semana se queda menos en el cerebro que la catequesis de la confirmacion.De hecho, seguramente adoctrino más desde la historia aunque hago lo posible por no hacerlo.
En cuanto a su utilidad,no hay que desdeñarla en otros campos fuera de la moral.Practicamente un alumno no sabe nada de la estructura del estado, de como se hace una ley, de organismos internacionales.Han aprendido los diversos tipos de impuestos y han debatido sobre su justicia.Lejos de la santificacion han debatido sobre las ventajas e inconvenientes de la inmigracion.Hemos hecho un recorrido por la politica, economia y usos sociales de izquierda y derecha a lo largo de la historia, en su infinita gama de grises.Y como metodología general unos pocos principios: la posicion original rawlsiana para cualquier propuesta de reforma y los interese que eso tocaria, es decir su dificultad. Y como dice Marina tres preguntas en cuanto a la accion ¿ a quien beneficia,? ¿a quien perjudica? ¿ cual es el coste de la inaccion?.
En fin, simplemente un poco de sentido comun, nada más.Cualquiera que lee la logse y demas bastardos(algunos peperos) ve un tufillo progre, sí, pero tambien se permitía la libertad de catedra.Nos la estamos cogiendo con papel de fumar.
Para acabar, mis chavales despues de oir todo el año que debian protestar contra el poder, que no fueran ovejas, hicieron un plante en una excursion porque se suspendía por la lluvia.Se negaron a irse, se mojaron, llamamos a sus padres y al final lograron lo que se propusieron.Una alumna me dijo, con cara de ilumidada por el Espiritu Santo "tienes razon con eso de que hay que protestar.Te voy a escuchar más en clase a partir de ahora". No me he sentido más orgulloso en años y era por una asignatura que en principio despreciaba.
Para finalizar, escuela es el primer espacio publico donde los valores privados de la familia se ponen en contacto unos con otros: el minimo comun divisor necesario para la convivencia, eso es la ciudadania
Gracias, Settembrini, yo también estoy plenamente de acuerdo -pero que no sirva de precedente- con lo que afirmas.
ResponderEliminarEn cuanto a Edu, por supuesto que sabía que no estasrías de acuerdo, pero no quiero decir lo que tú apujntas: te pasas al intentar defenestrar mi primer argumento; esa afirmación primera no apunta a que sea malo que una asignatura no tenga que ver con la ética, sino al hecho de que nos la han vendido -y muchos lo hann defendido de tal modo ante mí- como lo mimso que la asignatura de ética pero presentado a alumnos más jóvenes.
En cuanto a lo que defiendes de los EE.UU., tú también confundes nuestra educación para la ciudadanía con lo que allí se imparte, que es un conocimiento de la LEGISLACIÓN POSITIVA. Si esto fuera la EpC, a mí no meparecería mal como asignatura (aunque quizás sí me parecería mal que me la endosaran como profesor de filosofía, ya que se aleja del objeto para el que aprobé mi oposición). Esto ya lo dije en otra ocasión, así que no abundaré: el currículo dedica un espacio ínfimo a la legislación porque no le interesa el conocimiento (en este caso, el conocimiento de la realidad jurídica), sino, precisamente, la confución de lo moral y lo jurídico y la presentación de la moral como un sistema normativo más que problemático. Si quieres, lo más parecido que ocurre en EE.UU. a EpC es, más que el conocimiento de la Constitución, las enmiendas y garantías constitucionales, etc.... la lucha por convertir la biología en ámbito de inculcación ideológica por parte de creacionistas, darwinistas..: en ese caso el conocimiento es anegado por los distintos valores en pugna y deja de tener sentido como tal.
Muchas cosas, Edu: compararme a los bosquimanos con la compleja sociedad moderna no creo que tenga aquí cabida: una sociedad de tal simplicidad no ha desarrollado lo que es aquí básico: la separación de lo moral y lo jurídico. Si tu deseo es volver a la coerción tribal, pase, pero no creo que sea lo que quieres. El ámbito de lo obligatorio, en una sociedad cuya tradición se hunde en la filosofía política occidental, es el jurídico, no el moral. Confundir ambas esferas es pretender eliminar precisamente lo que de valioso y, por qué no decirlo, de superior posee la sociedad occidental con respecto a las demás existentes.
yo no niego que en todo conocimiento, en todo relato con sentido, exista la implicación de valores. Quizás el vaslor sea esencial al modo mismo de aparecer el conocimiento, pero eso no quiere decir que, entonces, no exista conocimiento. Eso es lo que hace la asignatura: apuesta por la supresión del conocimiento y se ddedica a pontificar sobre valores. El conocimiento, aun mezclado con valores, existe, y me parece un salto lógico injustificable el pasar de el hecho de que todo conocimiemnto -en tanto no poseemos el conocimiento de un Dios- se adhiere a valores en alguna medida, a afirmar que, entonces, el conocimiento por sí no existe y es inútil tomarlo como objeto de la educación.
Aparte de esto, lo he dicho en otra ocasión: yo no lucho contra los valores, sino contra su organización sistemática en un corpus planificado y unánime que el estado presenta como único y prescriptivo. Esa educación en valores de la que hablas es muy distinta si el alumno se enfrenta a lo propio de una sociedad compleja, es decir, a la pluralidad de perspectivas existentes entre un profesor y otro (yo ofrezco valores, pero esos no son los mismos que ofreces tú o decanta el profesor de historia...) que si se le obliga a ACEPTAR (La ley lo dice) unos velores prefabricados como requisito para aprobar una asignatura. ¿Para qué esdtamnos preparando a los alumnos? ¿Para una sociedad en la que existen diversos valores en pugna y distintas perspectivas o para una sociedad unánime al modo de los añorados paraísos del proletariado? ¿Les educamos para lo que existe (sociedad compleja en la que el valor, más que una solución, es un problema)? ¿O les educamos para lo que algunos puiensan que debe existir (una sociedad unánime y disciplinada)?
(No me da tiempo a más. Seguiré. Como ves, me centro en las divergencias que mantenemos, lo que no quiere decir que no coincidamos en cosas que tú ya señalas)
Por cierto, Edu, los cambios que has introducido en la página me parecen acertadísimos; así se aclara bastante el contenido de tantas carpetas. Como ves, ahora no me he puesto a escribir para lanzarme al cuello de tus argumentos, sino sólo para felicitarte por la idea de hacer esto más accesible y claro. Feliz lunes a todos, compañeros.
ResponderEliminar(Santi, perdona por no haber comentado tus palabras, pero es que la prolifidad de Edu ha ocupado todo mi tiempo y mi corto ingenio. Espero mañana seguir)
Ya es mañana. Más, más, más (me lo estoy pasando en grande).
ResponderEliminarJe je je... pues más.
ResponderEliminarSé Borja que muchas veces no nos contestamos realmente a nuestras argumentaciones sino más bien a parodias de ellas, a caricaturas, pero en realidad esta es una forma de entender la dialéctica más acertada. Platón creía, y con él buena parte de la filosofía occidental, que la dialéctica es una especie de tarea de desbrozamiento en el que separar lo verdadero de lo falso... los caminos impracticables son los falsos y al recorrerlos uno va descubriendo poco a poco la salida del laberinto. Esta forma de comprender la dialéctica ya sabrás que no corresponde a mis intenciones; prefiero pensar que la dialéctica es, más bien, una tarea de articular varios discursos, es decir, una herramienta clarificadora. El arte de discutir no se encamina a alcanzar la verdad, sino a hacer compatibles léxicos que, en un principio no lo son. Llegamos a un punto común cuando yo estoy dispuesto a admitir palabras que tu usas y yo no para describir una situación; en ete sentido, también podemos afirmar que dialogar es un proceso en el que las caricaturas se van descaricaturizando.
Dicho esto, al tajo...
Bueno... el argumento que nos traes aquí hoy en primer lugar no me vale Borja; me da igual cómo te hayan plenteado la asignatura de EpC y si algún difusor incompetente haya mencionado que es como una ética para segundo de la E.S.O. No lo es y todos lo sabemos, pero ese no es el debate.
En realidad, como señala Santi, el debate está en determinar en qué grado se puede meter el estado a imponer morales obligatorias y aquí le doy la razón: que va a haber una moral obligatoria es algo que me parece indiscutible, pero que el estado en estas cuestiones debe limitarse a unos mínimos también me lo parece. Podemos discutir, eso si, si la EpC que plantea el Psoe plantea precísamente esos mínimos o se pasa de la raya. En mi opinión está bastante ajustado el curriculo y sólo veo alguna objeción a los temas que se refieren a la globalización. Ahí puede que te de la razón y el Psoe esté haciendo proselitismo de su propia postura (más estética que ética, todo hay que decirlo). Zapatero, este fín de semana, se ha descubierto cuando ha añadido un calificativo al capitalismo que la izquierda nunca osa aplicar al socialismo: "salvaje".
Pero la verdad que en todo lo demás, incluso en el tema de la familia que tanto bombo se le ha dado, me parece que los contenidos son correctos, es decir, mínimos.
Respecto a lo que dices sobre Estados Unidos tienes razón solo en parte; es verdad que allí hay una aprendizaje de la legislación positiva; peroe sto sigue sin anular mi reproche. Para empezar no es sólo esto; sigo diciendo que la educación, aunque sea en el conocimiento de una legislación, no es meramente eso, y que va siempre acompañado de una educación en valores. Sino, echale un vistazo al tipo de Historia que aprenden los americanos, una asignatura destinada de forma clara a la formación de un tipo determinado de ciudadano. Rorty esto lo señala en algún sitio y no le parece mal, de hecho, acepta como he dicho cierta dosis de nacionalismo para embarcar a los indiviíduos en la nave. No sé qué libro estais usando en tu instituto, pero te garantizo que el que yo sigo se centra mucho justo en lo que tu reivindicas del estado americano: el conocimiento de los derechos, su función y significado, de las obligaciones, los mecanismos del estado, los valores constitucionales... etc. Hoy mismo, en mi clase de EpC, los alumnos han descubierto la conexión íntima que existe entre la "libertad de expresión" y los límites de los gobiernos democráticos. Es más, ya que aludes a esto mismo, muchos comprendían y lo aplicaban al mismo instituto, que el derecho que tienen de protestar es una de las pocas herramientas frente a leyes que les parecen injustas... si esto no es enseñar el caracter problemático de la política, ya me dirás.
Yo es que creo firmemente que, la ciudadanía democrática, es decir, ciudadanos dispuestos a defender su autonomía y sus derechos, noe s algo que venga de serie en los indivíduos, y tampoco es algo que la mayoría pueda acceder como conclusión racional de un proceso intelectual, como Kant. Es necesario, por tanto, mostrarles a los futuros ciudadanos el tipo de hombres que pueden llegar a ser, si quieren.
A parte: el ánimo que me ha llevado a clarificar los apartados es, precísamente, que los usemos. En tu caso Borja, algunas veces me has recomendado libros que me han gustado o música que no habría conocido de otra forma... ¡tu novia es pianista carajo! así que seguro que tienes muchas cosas que comentar. esto vale también para el resto.
Eduardo, leo con atención lo que has escrito sobre esa “teoría de la caricatura”, que -de verdad te lo digo- te animaría a desarrollar un poco más.
ResponderEliminarDe todas maneras,no veo yo, algunas veces, en lo que escribes, esos dos tipos de caricatura de los que hablas. Más bien, lo que veo es un intento, a veces, por deslegitimar cualquier opinión contraria catalogándola de racista, anarquista (en vez de liberal), oscurantista etc... la cuestión es ponerla como radical, maniquea para -a continuación- tu postulárte como defensor de la ley, “ilustrado” y moderado que niega tal maniqueismo en nombre de una búsqueda de léxicos compatibles democrático y fetén.
Con esto no quiero que creas que intento (madre mia!) también yo cariturizar tu posición. Aún cuando no esté precisamente de acuerdo con lo que propones, reconozco que tienes un -como tu dices- un “discurso” muy bien trabado e inteligente. Pero cuando “me sales por peteneras”, me pregunto que brillante razonamiento me he perdido esta vez.
Por ejemplo, me gustaría saber, te lo pregunto con interés, como armonizas tu “arte de discutir sin encaminarse a alcanzar la verdad” con esa idea que tienes del Estado (en mi opinión demasiado grande y fuerte). Esto te lo digo porque, no veo con claridad que papel podría desempeñar tales ideas ante una situación totalitaria o ante determinados mecanismos totalitarios que puedan desarrollarse en nuestra democracia. Con esto no quiero -por supuesto- decir que tus ideas sean totalitarias ni nada por el estilo, pero sinceramente, sigo sin ver cual podrían ser el papel de tales ideas, que freno podrían dar a tales intentos (casi, me parecen “subvencionables”)
Con esto, claro, no quiero decir que ahora estemos ante un estado totalitario, ni que esto sea la URSS o la Alemania nazi, pero, reconóceme que hay democracias que mueren, y no sólo por invasiones externas; esto es, a causa del desarrollo de mecanismos de corte totalitario que acaban con destruirlas.
De verdad que espero tu respuesta que , si quieres y tienes tiempo, puedes acompañarla con una bibliografía.
Muchos saludos
PD: ya he contestado a tu contestación a la entrada músical de “los papeles”.
Bueno... brevemente, Edu:
ResponderEliminarEn primer lugar, yo también pienso, con Santi, que el problema está en determinar en qué medida puede el estado intervenir en el esfera moral, pero nuestras respuestas divergen. Creo que la esfera pública debe estar cuidadosamente separada de la privada, porque en caso contrario ambas se desvirtúan. Que el estado se meta a legislar en moral es sumamente peligroso, y por eso no me meto especialmente en adivinar si esa moral oficial es "correcta" o "incorrecta". Otrogar al estado la potestad de determinarlo es arrancar al pensamiento, a la reflexión y a la discusión pública su mismo sentido. Hoy el estado querrá esa moral, y mañana podrá querer otra... ¿es está correcta porque sirva a los fines de organización y utilidad social? A la esfera privada corresponde el mantenimiento de creencias y la posibilidad de reflexión moral; la pública es el ámbito de su discusión. Mezclar ambas esferas lleva a organizar socialmente lo referente a la vida privada, y eso entraña un gran riesgo porque significa la supresión de lo que hace posible el mantenimiento de la esfera pública como espacio de la acción y el discurso libres. Que el estado "socialice" la moral significa que, en rigor, la esfera pública como tal desaparezca, ya que a ésta es esencial la diversidad de pareceres; en rigor, lo público se convierte a su vez en mera expresión de la postura privada del gobernante, y esto se llama, por otorgarle un nombre, despotismo. La socialización de todo, uno de los imperativos de la política moderna, elimina, por lo tanto, no sólo la esfera de los intereses privados legítimos, sino también de la esfera pública "per se", convertida en mera organización en la que todo sirve al fin de la utilidad con respecto al poder.
$En cuanto al currículo, también brevemente: no digo que esto suponga un peligro extremo en el terreno práctico -ya que seguramente será una hora insignificante en la que poco se pueda hacer- sino que presenta la tendencia de intervención del gobierno en un terreno en el que no debiera aparecer sin riesgo de que en otra oportunidad intervenga con más énfasis. Por lo que yo he visto, el conocimiento que se propone de la realidad jurídica es muy pequeño, pero sí propone -exactamente como criterio de evaluación- que el elumno debe "aceptar" ciertas posturas morales. SI hablamos de autonomía o de libertad, eso me parece escandaloso: me parece que ptropugnar que, como la gente nunca alcanzará autonomía por sí misma, es necesario imponerla en la forma de aceptción de principios morales es un sinsentido: ¿cómo realizar el salto de la heteronomía a la autonomía si los mismos medios se reducen a una aceptación heterónoma? En este caso, aceptemos que la mayoría ha nacido para asumir lo que dice el estado, y ya está, pero no pretendamos un imposible.
Sólo para finalizar: como profesor de filosofía esta EpC me parece una carga contra la misma filosofía, porque se plantea como su sustituto. Dado que la filosofía es inútil, convirtamos a los profesores de filosofía en "educadores sociales". Me parece totalmente indignante para nuestra profesión y devoción.
Sé que no respondo a todo, y quizás no responda a nada, pero no doy a basto con el tiempo.
(Por cierto, tomo nota de las otras carpetas, pero repito lo anterior: me falta tiempo. Procuraré ir poco a poco)