Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

lunes, 18 de mayo de 2009

Recording Ban, o más sobre la SGAE.
Borja Lucena

Lo asombroso de la Sociedad General de Autores es que su proceder y naturaleza mafiosas parece reconocer un fracaso fundamental; la mayor parte de sus miembros, autoproclamados "creadores", son incapaces de crear nada que no sea la sempiterna repetición de una canción hastiante y rudimentaria, o la película salpicada de los tópicos exigidos en el BOE para estar en condiciones de recibir la preceptiva subvención. La incapacidad de estos aburridos creadores para estar a la altura de su supuesta condición les conduce a reinventar el estado como modo de financiar y mantener artificialmente con vida su dedicación a la nada. Nada hay nuevo bajo el sol en el paisaje burocrático del arte subvencionado, y, más que dedicarse verdaderamente a crear, los "artistas" cuidan celosamente del derecho pregonado a ser conservados y cuidados como una especie natural rara y exótica cuya sola existencia fuera en sí valiosa.

El hecho de justificar las subvenciones en considerarse exquisitamente necesarios para la supervivencia de "la cultura" (sic.), aparte de una apreciación soberbia y ampulosa, consiste en un grave error de apreciación: la respiración artificial proporcionada por el erario público parece demostrar más bien lo contrario. El "creador", falto de creatividad, falto de conocimiento y de cualquier destreza que pudiéramos considerar vinculada a la obra de arte, apela al estado ante la constatación de su propia superfluidad; sabe que cualquier reivindicación de naturaleza profesional planteada a las compañías o empresas que le contratan caerá necesariamente en saco roto, ya que debe su notoriedad como "artista" al hecho inexplicable y caprichoso de que la compañía misma lo ha convertido en tal. De la misma manera, en caso de no interesarle, la compañía puede retirarle la condición que le dio. Por esta razón, para evitar enfrentarse con la compañía que le contrata, el "creador" crea un andamiaje burocrático que soporte su desmedida desvergüenza y su inutilidad suprema. El "artista", tal y como es representado por la SGAE, es el perfecto nadie, el intercambiable por cualquier otro porque su notoriedad se levanta sobre una ficción comercial más que sobre méritos determinables. Si el "creador" poseyera alguna virtud artística, piensa, podría ser percibido por la compañía como valioso, como único incluso, y entonces podría iniciar una negociación para elevar la cuantía de los contratos, por ejemplo, o para acrecentar la participación en los beneficios; no obstante, una negociación con nadie es un absurdo, y la compañía sólo tiene que presentar sus condiciones: "lo tomas o lo dejas, hay cientos como tú que están locos por firmarlo". La imposibilidad de una auténtica negociación con la empresa, la cancelación de cualquier forma de lucha sindical que exija a la empresa una participación adecuada en los beneficios generados, convence al sindicato de artistas de que sólo a través del erario público y la coacción legal de los impuestos podrá obtener algo sin tener que enfrentarse a la posibilidad de perderlo todo; por eso, en vez de desarrollar sus actividades como una asociación profesional o sindical, prefiere actuar bajo la esquiva y blindada figura de una prolongación del estado.

Quizás me esté equivocando en algo, pero creo que si estos "artistas" representados por la SGAE tuvieran conciencia de alguna valía en sus obras, se atreverían a reclamar a las compañías lo que pretenden obtener del saqueo de los bolsillos particulares. ¿Nunca veremos a estos esforzados proletarios de la cultura hacer una huelga para reclamar sus pretendidos derechos? No. Eso es cosa de obreros, no de la elite progresista que prefiere manifestarse únicamente cuando la causa es universal y, por lo tanto, está a la altura de su desmedido ego. ¿Para qué exigir nada a los jefes de la empresa si se puede obtener, sin conflicto, del estado protector?

En los años cuarenta, los músicos norteamericanos se propusieron conseguir un aumento de los royalties -bastante miserables- que las compañías les pagaban por las grabaciones de estudio que comercializaban. Evidentemente, las asociaciones profesionales de músicos no se plantearon que el estado pagara lo que las compañías privadas no estaban dispuestas a pagar, sino que exigieron que éstas se hicieran cargo de la procedencia de los beneficios que las grabaciones generaban. Al no obtener respuesta satisfactoria de las compañías ante sus demandas, los músicos se pusieron en huelga. Fue la célebre recording ban de los años 1942 y 1943, durante los cuales se negaron a grabar en estudio, para desesperación de las compañías, que al final tuvieron que acceder a negociar en términos sensatos un aumento de la parte que el propio artista obtenía de su obra. Claro, aquí la diferencia es que estamos hablando de Benny Goodman, de Miles Davis, de Duke Ellingon... que, decididamente, sabían hacer música y eran conscientes de que las compañías no podían sustituirles por otros iguales; pero, ¿y hoy? ¿alguien echaría de menos a los grupúsculos y cantorcillos varios que jalean las ansias recaudatorias de la SGAE? ¿Cuánto tiempo tardaría una compañía discográfica en buscar un sustituto idéntico para cualquiera de los adefesios musicales que venden como músicos?

8 comentarios:

  1. Magnífica entrada, Borja, como puedes suponer estoy totalmente de acuerdo con todo lo que planteas.

    La SGAE no es ni puede funcionar como un sindicato, de hecho su misma esencia es contraria a este modelo de organización. Atención: Sociedad General de Autores….y EDITORES. ¿Quiénes son los editores? La patronal. Así que aquí el conflicto es imposible.

    Se trata de un vergonzoso contubernio que tiene por objeto esquilmar al conjunto de la población. Por ejemplo: las salas de cine se ven obligadas a mantener en cartel a las películas españolas durante una semana… aunque no vaya nadie. ¿Qué conflicto puede haber entre patronal y trabajadores, entre el productor y los artistas? Todos encantados de conocerse. Si la gente no va es porque se ha insistido poco, porque no se enteran, por falta de educación, por culpa, claro está, del cine americano….

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Óscar. Señalas claramente el contubernio que tienen montado en esa "sociedad" que reúne, como los extrañados sindicatos verticales, a patronos y asalariados bajo un mismo paraguas protector. Es verdad. Y, como todo sindicato vertical, el artificio sólo puede mantenerse en pie a través de la coacción estatal.

    ResponderEliminar
  3. Borja, creo que no hay mejor forma de describir esta situación que este artículo. Me ha encantado y mañana pienso colgarlo en la sala de profesores...

    ResponderEliminar
  4. Edu, así como a veces tus críticas me parecen exageradas, también a menudo tus alabanzas....

    ResponderEliminar
  5. Si quieres nos ponemos a discutir sobre la pertinencia o no de las alabanzas...ja ja ja.
    La verdad es que la perspectiva me ha gustado mucho; es un punto de vista que no he leído en ninguna parte y una vez lo escribes parece tan simple que resulta inexplicable cómo alguirn no lo haya visto antes. Es, precísamente, lo que llamaría Rorty una buena re-descripción.
    Generalmente el "caso SGAE" se plantea en otros términos: la cultura no es un bien de consumo como puedan ser otros "objetos" y, por tanto, no debieramos pagar por ellos, debería haber una circulación libre de ideas y productos artísticos lo que fomentaría la libre creación (los artistas ya ingresarían por otros medios que no fueran por el derecho a la propiedad). Sin embargo tu presentas eñ arte en un contexto muy diferente, mejor, redefines el contexto de forma audaz: los productos artísticos son bienes de consumo que los artistas venden a las compañías para que ellas los comercialicen, por tanto, si los "creadores" no están satisfechos con el precio pueden simplemente, de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda, no vender. Si su producto es bueno la industria ya se planteará reescribir los contratos dado que no va a perder el negocio, pero si el producto no es bueno entonces no hay nada que dicutir. ¿Cuál es el problema de los "artistas" actuales? precisamente que no tienen un buen producto y no tienen nada con que presionar a la industria para que aumente sus beneficios: "si tu no cantas esto, tengo dos docenas de Bustamantes dispuestos a hacerlo" que diría un empresario en una reunión con "artistas". Puesto que esto es así, la única forma de hacer rentables sus creaciones es convertirlas en obligatorias por la vía estatal. La cuestión queda replanteada: no se trata de hacer que los productos artísticos sean de libre circulación dado que de no haber SGAE y Papá Estado, ciertos productos no circularían ni por las listas de éxitos de las gasolineras cutres; no se trata del debate acerca de si la creación artística debería estar o no remunerada, un debate legitimo pero que, en este caso, nada tiene que ver con el asunto. Es una cuestión política: ¿debe el estado mantener a costa de todos los demás el negocio rentabilisimo de artistas mediocres y serviles?

    ResponderEliminar
  6. Edu: pues estamos de acuerdo, aunque, para que no sirva de precedente, te tengo que decir que he producido ese giro rortyriano (¡!) de manera absolutamnete inadvertida... ¿Será que he descubierto la afinidad secreta con el filósofo? ¿Será que tu insistencia empieza a hacer mella en mi impecable expediente de filósofo esencialista? Vaya, vaya...
    Bueno, todo es broma, como entenderás, pero me ha hecho gracia esa identificación que has hecho; me ha recordado al bruto burgués de Montaigne,que hablaba en prosa sin saberlo..
    Me alegra coincidir contigo en el tema de la SGAE. La verdad es que es tan descomunal la caradura de estos tipos que, por una vez, podemos mastrar una unanimidad que, generalmente, me resulta sospechosa.

    ResponderEliminar
  7. Me permito el lujo de expresar mi humilde opinión: Me ha encantado el texto.
    Es triste. Es triste que el arte tenga que producir (en términos económicos), es triste que eso sea más importante que el arte (o el producto artístico a vender) en sí. Al igual que es triste que un puente tenga que vender y que eso domine sobre la propia concepción estructural y artística del puente. Más triste aún el hecho de vender política, de anuncios electorales como "el futuro de Euopa está en África". Me imagino que todo tiene de fondo a la sociedad capitalista en la que vivimos y en la que todo, absolutamete todo, es confundido con dinero, como si te trueques o, mejor dicho, timos se tratase. En el caso del arte, éste ya no es ni de lejos "una forma de interpretar la realidad" (quizás porque ya nos la dan interpretada todos los días, sólo hay que ver la diferencia entre los antiguos huevos Kinder o las antiguas películas para niños (Disney, por ejemplo) y los nuevos, donde la fantasía y la creatividad han desaparecido) ni tampoco una manifestación de la naturaleza humana... El verdadero arte apenas si existe para unos pocos "elegidos", acompañado de la pobreza que caracteriza a un grupo tan homogéneamente reducido y quizás también de una falta de objetivo o siquiera de planteamiento (aunque debo decir que no me atrevo a judgar en términos objetivos). Es triste que sea así en un momento en el que hay tantos "artistas" por todas partes. Y mientras sigo confiando en que los "artistas" son una moda y en que algún día serán los ARTISTAS los que produzcan (me temo que no soy lo suficientemente ingenua para creer que el capitalismo es una moda), me quedo temiendo qué pasará cuando a los médicos se les exija vender o recetar lo máximo posible...
    Un saludo y de nuevo, muchas gracias por el texto.

    ResponderEliminar
  8. Gracias por tu comentario, María José. Yo, la verdad, no sé si es el capitalismo o la estupidez...

    ResponderEliminar