Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se puso de moda una palabra: “instinto”. Los filósofos y psicólogos encontraron en ella una forma fácil de naturalizar la conducta, y por tanto de eliminar todo rastro de metafísica del estudio de lo humano. La lista de los instintos se hizo interminable, llegado al punto de encontrar en lo instintivo una respuesta para cada uno de nuestros gestos. Especialmente sugerente resultó la propuesta del psicoanálisis, capaz de reducir todas nuestras acciones a un reducido número de pulsiones que, en sus diferentes formas, se multiplicaban hasta el infinito.
Pronto se advirtió por parte de los psicólogos, especialmente los norteamericanos, que esta explicación presentaba las mismas deficiencias que trataba evitar, a saber, su carácter radicalmente metafísico. El peligro de este tipo de explicaciones radicaba en la pérdida de vista de la realidad más inmediata, que era sustituida por un naturalismo a la carta, capaz de encontrar en la oscuridad de las pulsiones una explicación satisfactoria para la teoría, y no necesariamente para los hechos. Su parte positiva, que se ha revelado en la práctica psicoanalítica, estribaba es su enorme capacidad terapéutica, puesto que era capaz de hacer efectiva tanto la enfermedad como la cura. Dicho de otro modo: los psicoanalistas eran capaces de provocar una neurosis provechosa para deshacerse de una que no lo era. Precisamente por esto los hechos no eran realmente importantes.
Sin embargo, el ámbito de la investigación pronto abandonó esta palabra comodín, instinto, ya que aunque puede ser enormemente fructífera en la práctica terapéutica, en la actividad investigadora y explicativa, resulta insatisfactoria. Una vez confeccionada la lista de pulsiones hay poco más que decir y solo queda ponerse “manos a la obra”. Prueba de esto la dan los psicoanalistas, quienes insisten que la confirmación teórica de las intuiciones freudianas no proviene del laboratorio, sino del diván.
La reacción contra este modo de proceder, metafísico, una vez más vino del mundo anglosajón, quienes han cultivado en extremo el espíritu empirista. Entiendo que esta disposición, el empirismo, consiste en un ethos firmemente decidido a no perder de vista, sobre todo, los hechos. En el ámbito de la psicología, la consideración de estos hechos radica en una fenomenología de la conducta; se trata de observar la conducta tal y como se produce. Así nacía el conductismo y su hijo más importante, la teoría cognitiva.
En la actualidad los instintos han sido sustituidos por lo que los etólogos llaman “pautas de acción modal” (Baerends 1988). Tales pautas se refieren a un conjunto de secuencias de acciones, que pueden ser muy complejas y que se desencadenan a partir de un estímulo. Al contrario que los confusos instintos, las pautas de acción modal son fácilmente describibles dado que son secuencias estereotipadas de acciones. Y no tienen por qué ser fijas ya que incorporan diferencias de un individuo a otro como resultado de la variabilidad de lo real.
Con este tipo de léxico el programa de investigación, aunque complejo, es fácilmente establecido, lo que no ocurría con los instintos. Se trata, por un lado, de clarificar estas secuencias de acciones en cualquiera de los ámbitos de actuación, y averiguar cuáles son los estímulos elicitantes en cada uno de los casos. Tales estímulos consisten en un código de activación que desencadena la secuencia de acciones. El código puede ser muy variado, información visual, auditiva, interoceptiva o incluso un pensamiento determinado, pero en todos los casos se trata de información. Por tanto, este análisis nos permite comprender la acción humana dentro de un proceso general de procesamiento de información.
El mecanismo desencadenante de la acción, aunque pueda parecerlo, no es un proceso lineal simple. Una pauta de acción modal puede activarse como resultado no de un sólo estímulo elicitante, sino de la combinación de varios. Tal combinación también puede ser extremadamente compleja y según sea la información resultante de la estructura final del estímulo, puede haber variaciones significativas en la secuencia de acciones (el orden de las acciones, la intensidad, la duración, incluso la estructura final de la acción puede cambiar).
Un estudio de Baerends da cuenta de esta complejidad: si al incubar sus huevos una gaviota se da cuenta de que uno de ellos está en el extremo del nido, lo empujará con el pico al interior; Baerends estudió qué rasgos de la situación resultaban elicitadores de la conducta y cómo combinarlos. Probó con todo tipo de colores, texturas, tamaños y formas de huevos, concluyendo que los rasgos desencadenantes de la acción consistían en una combinación de tamaño, motas y color. De tal forma que si situamos un huevo suficientemente grande, de color verde o amarillo (algo extraño porque los huevos de gaviota son marrones) y repleto de motas, lograremos elicitar la conducta del pájaro de forma más intensa y duradera que el objeto natural. Incluso optimizando los rasgos podríamos provocar una actuación neurótica en la gaviota, entregada a un constante movimiento del huevo de un lado a otro del nido.
Cabe suponer, a partir de los estudios de Baerends, que las pautas de acción modal en el ser humano, tienen un comportamiento general similar al que muestran tales estructuras en los animales; eso si, dada nuestra especial capacidad para procesar información, también cabe suponer que tanto los estímulos elicitadores, como las secuencias de acciones, serán extremadamente complejas y por tanto mucho más difíciles de aislar. La práctica investigadora puede asemejarse a la contemplación de una partida de ajedrez por parte un observador cualificado. Tal observador será capaz de comprender una jugada como si fuera una pauta de acción modal (una secuencia de acciones), elicitada por un estimulo complejo previo (determinada disposición de las piezas en un tablero). Un observador no cualificado, en cambio, aunque conozca las reglas del juego, no irá más allá de entender los movimientos de las piezas como resultado de intenciones más o menos precisas, sin percatarse de la secuencia de acciones pautada. Pongo el ejemplo del ajedrez porque permite comprender hasta qué punto puede ser compleja tanto una pauta de acción modal, compuesta por la secuencia de cientos de acciones, como un estimulo elicitante, consistente en un complejo procesamiento de información (el ajedrecista frente a una disposición del tablero, calcula un sinfin de posibilidades que le llevan a iniciar la secuencia).
Y también es posible imaginar, que dado que somos capaces de manipular los estímulos elicitantes de la acción de una gaviota, maximizando su conducta, también seremos capaces de hacer esto mismo con respecto a nuestras propias actuaciones; o lo que es lo mismo: una forma de entender la cultura, más allá de su función adaptativa, consiste en considerarla como un conjunto de estímulos elicitantes maximizados, que funcionan como desencadenadores de acciones (que podríamos llamar neuróticas) y que sobrepasan la mera supervivencia. Tales acciones no resulta difícil determinar cuáles son, pues abarcarían aquellos ámbitos en los que resulta complejo atribuir una funcionalidad práctica. Los filósofos tradicionalmente, en virtud a la imposibilidad de establecer fines a estos ámbitos conductuales, son dados a considerar estas acciones como valiosas en sí mismas. De esta forma, a la pregunta filosófica “¿para qué filosofar?”, autores aparentemente tan alejados como Platón y Heidegger, coinciden en asegurar que la filosofía no tiene un “para qué” y por tanto la pregunta carece de sentido. En esta misma línea, tendemos a considerar que el arte, la literatura o la música, carecen de finalidad porque en sí mismas son su propio fin. Y siguiendo este modo platónico de pensar, podríamos de igual manera asegurar, que la conducta neurótica de la gaviota, por carecer de finalidad, puesto que ya no es evidentemente mantener el huevo a salvo, también es una acción valiosa en sí misma.
Pero nada nos impide cambiar estas palabras que describen la música o el arte como acciones elevadas del espíritu, por aquellas otras que toman estas conductas como movimientos desquiciados y neuróticos. Eso si, este último léxico nos permite volver al psicoanálisis y jugar con nuestras neurosis de forma neurótica.
El mecanismo desencadenante de la acción, aunque pueda parecerlo, no es un proceso lineal simple. Una pauta de acción modal puede activarse como resultado no de un sólo estímulo elicitante, sino de la combinación de varios. Tal combinación también puede ser extremadamente compleja y según sea la información resultante de la estructura final del estímulo, puede haber variaciones significativas en la secuencia de acciones (el orden de las acciones, la intensidad, la duración, incluso la estructura final de la acción puede cambiar).
Un estudio de Baerends da cuenta de esta complejidad: si al incubar sus huevos una gaviota se da cuenta de que uno de ellos está en el extremo del nido, lo empujará con el pico al interior; Baerends estudió qué rasgos de la situación resultaban elicitadores de la conducta y cómo combinarlos. Probó con todo tipo de colores, texturas, tamaños y formas de huevos, concluyendo que los rasgos desencadenantes de la acción consistían en una combinación de tamaño, motas y color. De tal forma que si situamos un huevo suficientemente grande, de color verde o amarillo (algo extraño porque los huevos de gaviota son marrones) y repleto de motas, lograremos elicitar la conducta del pájaro de forma más intensa y duradera que el objeto natural. Incluso optimizando los rasgos podríamos provocar una actuación neurótica en la gaviota, entregada a un constante movimiento del huevo de un lado a otro del nido.
Cabe suponer, a partir de los estudios de Baerends, que las pautas de acción modal en el ser humano, tienen un comportamiento general similar al que muestran tales estructuras en los animales; eso si, dada nuestra especial capacidad para procesar información, también cabe suponer que tanto los estímulos elicitadores, como las secuencias de acciones, serán extremadamente complejas y por tanto mucho más difíciles de aislar. La práctica investigadora puede asemejarse a la contemplación de una partida de ajedrez por parte un observador cualificado. Tal observador será capaz de comprender una jugada como si fuera una pauta de acción modal (una secuencia de acciones), elicitada por un estimulo complejo previo (determinada disposición de las piezas en un tablero). Un observador no cualificado, en cambio, aunque conozca las reglas del juego, no irá más allá de entender los movimientos de las piezas como resultado de intenciones más o menos precisas, sin percatarse de la secuencia de acciones pautada. Pongo el ejemplo del ajedrez porque permite comprender hasta qué punto puede ser compleja tanto una pauta de acción modal, compuesta por la secuencia de cientos de acciones, como un estimulo elicitante, consistente en un complejo procesamiento de información (el ajedrecista frente a una disposición del tablero, calcula un sinfin de posibilidades que le llevan a iniciar la secuencia).
Y también es posible imaginar, que dado que somos capaces de manipular los estímulos elicitantes de la acción de una gaviota, maximizando su conducta, también seremos capaces de hacer esto mismo con respecto a nuestras propias actuaciones; o lo que es lo mismo: una forma de entender la cultura, más allá de su función adaptativa, consiste en considerarla como un conjunto de estímulos elicitantes maximizados, que funcionan como desencadenadores de acciones (que podríamos llamar neuróticas) y que sobrepasan la mera supervivencia. Tales acciones no resulta difícil determinar cuáles son, pues abarcarían aquellos ámbitos en los que resulta complejo atribuir una funcionalidad práctica. Los filósofos tradicionalmente, en virtud a la imposibilidad de establecer fines a estos ámbitos conductuales, son dados a considerar estas acciones como valiosas en sí mismas. De esta forma, a la pregunta filosófica “¿para qué filosofar?”, autores aparentemente tan alejados como Platón y Heidegger, coinciden en asegurar que la filosofía no tiene un “para qué” y por tanto la pregunta carece de sentido. En esta misma línea, tendemos a considerar que el arte, la literatura o la música, carecen de finalidad porque en sí mismas son su propio fin. Y siguiendo este modo platónico de pensar, podríamos de igual manera asegurar, que la conducta neurótica de la gaviota, por carecer de finalidad, puesto que ya no es evidentemente mantener el huevo a salvo, también es una acción valiosa en sí misma.
Pero nada nos impide cambiar estas palabras que describen la música o el arte como acciones elevadas del espíritu, por aquellas otras que toman estas conductas como movimientos desquiciados y neuróticos. Eso si, este último léxico nos permite volver al psicoanálisis y jugar con nuestras neurosis de forma neurótica.
No me entero mucho pero...
ResponderEliminarSi tomamos como cierta la teoría propuesta por Baerends habría que buscar un motivo que explique la creación de la cultura como "neurotizadora" de nuestra conducta. Es decir, la compleja red que es la cultura ¿cómo nace? ¿Se trata de una primera casualidad que se convierte en causa de la progresiva complejización de la cultura, de la progresiva neurotización de la conducta humana? ¿Qué tal regresar al instinto para explicarlo?
D. Perucha: Me "atrevo"a contestarte yo por el momento, y por la cuenta que me trae (y porque tal vez tenga más tiempo que mis amigos). Desde mi punto de vista, el instinto o lo innato o lo heredado está en la base de la conducta de todo ser vivo y por tanto del ser humano. La referencia es a la vez pobre si se queda en una mera "reducción", pero no deja de ser conveniente apuntarlo ya que lo que muchos discursos hacen de hecho y, hoy menos, de derecho,se adscriben a la idea racionalista que hace de La Razón una voz sobrenatural y "objetiva"(pienso en Sócrates y su "demon", algo que creo que nació del "efecto" de "perplejidad" que debió producirse primitivamente en el hombre sobre la base de los "sueños", las "reflexiones", etc....) Y eso da lugar a todo un espectro de interpretaciones y discursos que en el fondo podría ser llamado "esquizoide" (siempre que se hagan las aclaraciones pertinentes que eviten la caída en el "psicologismo").
ResponderEliminarLa cultura se complejiza en base a muchos "instintos" y no sólo a lo antedicho. Entre otros, al de supervivencia que en una idiosincrasia propensa a la comodidad y la fatiga (Nietzsche dixit) y a la natural debilidad física en relación al medio se expresó desde un principio a través del dominio (primero mental y por fin físico) ejercido sobre otros hombres. En esto, ser poseedor de explicaciones (mitos, magia) daba poder de hecho y así debimos llegar a desarrollar la cultura (la escritura de por medio) como herramienta de dominación, prestigio, distinción, poder... Y mientras más complejo y esotérico el discurso... tanto mejor para ese fin. Un fenómeno que producía perplejidad individual fue explotado por los más astutos para provocar admiración y predominio... aparte de los resultados positivos de su ejercicio (como guías del grupo), lo que de todos modos servía hasta para justificar los "fallos" y "conservar" el prestigio (los brujos actuales siguen haciéndolo hasta el límite). Eso es lo que Eutifrón practicaba y le recomendaba a Sócrates que practicase, esto es, de manera más efectiva y menos idílica de lo que este lo hacía.
Me encantaría saber lo que os parece.
Un saludo y encantado.
Edu:
ResponderEliminarAunque estas teorías, sin duda, aportan elementos muy interesantes sobre el comportamiento humano, creo que no sobrepasan eso, el comportamiento. ¿Qué quiero deir con esto? quiero decir que el resto de los animales, como los hombres, desarrollan comportamientos, y por eso la etología nos ofrece una visión analógica fructífera -a través del comportamiento animal- de lo que en los hombres obedece a la misma lógica del comportamiento.
El problema creo que reside en querer extender las pautas de comportamiento a única dimensión de lo que los hombres "hacemos". La cuestión está en que nosotros no sólo nos regimos por pautas de comportamiento, sino que tmbién actuamos. Reducir la exprsión de la condición humana al comportamiento supone desterrar de su seno a algo que, dotado de rasgos diferenciados, le pertenece de manera radical: la acción.
Según las pautas del comportamiento recogidas por estos reputados psicólogos, todo en nosotros es comportamiento desplegable en distintos momentos, del estímulo a la respuesta, etc. EN su empeño por dar lustre científico a la psicología encadenan todo bajo el imperativo de la explicación exhaustiva y ofrecen la imagen del hombre como otro animal más cuyo modo de estar en el mundo es el comportamiento. No obstante, dejan fuera todo lo que de indeterminado existe en ese modo específico de desenvolverse que es la acción (que también es decir el lenguaje), afectado de incertidumbre y nunca sujeto a una explicación mecánica afecta a causas y efectos calculables. Si nos dirigimos a la "diferencia específica", es seguramente la acción lo que nos ofrece certeramente el modo humano de ser en el mundo.
Lo que queda fuera del comportamiento es eso seguramente inexplicable que sobreviene en la acción y que denominamos espontaneidad. Eliminando el carácter espontáneo de la acción explicamos sólo una parte de lo que hacemos -quizás una parte de gran importqncia y peso porque afecta a la mayor parte de lo que cotidianamente realizamos, lo que no quita que siga siendo una parte-.
Todo esto venía al caso -pero me he enrrollado- por una prgunta simple: en teorías como éstas, para mi gusto obsesionadas por explicar TODO hasta el punto de rechazar todo lo que no pueda explicarse, ¿ocupa algún lugar la consideración de lo espontáneo, es decir, la capacidad de inaugurar cursos de acontecimientos no determinados por el curso de los acontecimientos anteriores (Kant)?
¿Cómo explicamos entonces la historia? De los últimos siglos podemos aprender que todo intento de explicarla en relación a leyes ha fracasado; pese a la obcecacióon marxista o hegeliana, toda supuesta ley histórica ha fracasado rotundamente a la hora de determinar y predecir los acontecimientos históricos, porque incluso en medio de lo más rutinario y habitual irrumpe constantemente lo nuevo e imprevisible que da al traste con lo que la teoría había dispuesto.
Si todo lo que hacemos se rigiera por el comportamiento, sencillamente no habría historia; entonces sí podría realizarse el sueño de la razón histórica de calcular los acontecimientos como si pudieran deducirse de lo previamente acontecido; entonces sí podría resultar que Marx tenía razón al dictar las leyes del acontecer, ya que lo que hace Marx es, precisamente, explicar lo histórico como el curso del comportamiento humano, sin atender a lo espontáneo de la acción.
¿Dónde queda la libertad en este tipo de explicaciones? O, si prefieres un concepto menos cargado de supuestos metafísicos: ¿dónde queda la capacidad para lo espontáneo?
Un abrazo
Joder, he releído lo que he escrito y sólo puedo pediros perdón por lo desmañado y romo del estilo: ¿cuántas veces repito la palabra "comportamiento"? Si me hacéis el favor de obviarla en un 75 por ciento de sus repeticiones seguramente estará algo mejor.
ResponderEliminarUno se acelera y no se da cuenta de lo más evidente
Había una vez un constructor de robots que estaba obsesionado con conseguir que sus juguetes se parecieran a los hombres. Dedicó mucho tiempo y esfuerzo a estudiar psicología, fisiología, filosofía, neurología y todas esas ías que pretenden explicar lo que somos (o cómo funcionamos). Un día, se dio cuenta de que jamás iba a conseguir que ninguna ciencia ni ninguna combinación de ciencias le hiciera un plano detallado de lo que era un hombre. No se desanimó, claro, porque era un señor muy listo y muy cabezota.
ResponderEliminarDecidió abordar el problema desde el ángulo contrario: ¿y si en vez de construir un robot a imagen de algo tan complejo como el hombre se dedicaba a construir uno a imagen de una bacteria? ¿Y si en vez de entender lo complejo para imitarlo imitaba lo simple para, después, añadir complejidad? ¿Y si lo intentaba entender de abajo a arriba en vez de arriba a abajo?
Así lo hizo. Le resultó muy sencillo montar un juguete que lo único que hacía era moverse hacia la fuente de luz más cercana. Una bacteria fotofílica. Aquel robot tenía un procesador (un cerebro) que sólo manejaba dos variables: luz/no luz.
Al día siguiente, construyó otro robot, pero con dos procesadores, cada uno de ellos con una única instrucción (dos variables), como el primero: luz/no luz y arriba/abajo. Resultó que este segundo robot se movía hacia la luz, sí, pero "elegía" ir cuesta abajo.
El señor este siguió construyendo robots todos los días, añadiendo en cada modelo un procesador más. Llegó un momento en que sus juguetes eran impredecibles y, lo que es curioso, exitosos. Cumplían su cometido, su objetivo (por ejemplo: moverse desde donde estaban hasta donde podían recargar sus baterías). Tenían "conductas" que les permitían "sobrevivir" aunque su entorno (el mundo, la realidad) cambiara cada día.
Y lo hacían con un número limitado de procesadores (creo recordar que no eran ni cinco mil). Imaginaos qué habría hecho un robot de ese señor con 200.000 millones de procesadores.
Esta chorrada (verídica, pero chorrada) se me ha ocurrido al leer "secuencias de acciones", "comportamiento" y "espontaneidad".Ey, cada cual tiene los estímulos elicitantes que le da la gana.
Borja:
ResponderEliminarSi esa espontaneidad es lo que diferencia al hombre del resto de animales; es decir, una superación de las pautas de comportamiento, habría que calificar de humanas a muchas especies animales. El problema reside en creer firmemente que somos especiales, que al ser capaces de dibujar en la nieve con orina, construir una casa, o tirarnos desde un puente, somos radicalmnte diferentes. Que somos el hijo ojito derecho de la Naturaleza. Digo esto porque se han observado comportamientos espontáneos en primates, aves, incluso animaes tan "bajos" como las sepias.
Creo que es tal el grado de complejidad de las pautas de comportamiento animales, que en algunas ramas evolutivas, al cambiar en lo más mínimo, se pueden presentar, como en nuestro caso o el de las orcas -por ejemplo- pautas enrevesadas que dan impresión de libertad.
Un saludo
Buena entrada Edu.
ResponderEliminarSin embargo, no veo que pueda llevarnos a ningún lado espigar las distintas concepciones que sobre el ser humano hayamos pergeñado con lecturas mas autojustificación.
Es cierto que tras la deriva que produjo el hálito burgés Freudiano, que remachaba Weber con el instinto, para conciliar un sentimiento de culpa que tornaba criminal, con una vuelta a inocentes travesuras de infancia y primeras masturbaciones fraternales, La psicología anglosajona torno al empirismo del hecho, al procedimiento.
Todos teneís parte de razón y ninguno decimos nada, porque nada sabemos de aquello que promueve conductas o nos encabrita a la acción.
Claro que casi todo es heredado, y una infima parte cultura. Somos animales, pero no solo eso.
Lenguaje.
Los hombres sienten envidia de otros hombres, generalmente por las mujeres que administran. Las mujeres más inteligentes envidian la enjundia con la que otras rivales mantean al administrador.
No conozco erizo que envidie a hombres o mujeres.
La clave del lenguaje esta en los afectos.
Lo cognitivo único, nos deja en una deriva, en una huida sin exito, en un absoluto desierto de soledad, avidos de miedos en los que realimentar la pregunta, el sentido. La búsqueda de sentido es la huida sin retorno, sin vuelta atrás, cada vez que miras atras esta más cerca, si miras hacia delante queda menos tiempo, el espacio camita hacia ti.
El tono parece lúgubre. Que esperaís. Psicologia cognitiva, acción, mercado, instinto.......... esperanza, dios..... todo mediado.
Donde esta el hombre.
Seguimos en la manzana, el pecado, y el poder que se reinventa caleidioscópicamente.
Todo es metafísica, todo es justificar un ser que se mira al ombligo, un ente, un absoluto para el que la pérdida de números es irremediable y sigue un curso histórico, progreso, una fe, una búsqueda de la verdad, que siempre encontrará apostoles , ávidos de la multiplicación y el engendramiento, de lo mucho, de lo contable, del número.
El bien y el mal.
Lenguaje y afectos.
La única causaliad es afectiva, el único decurso de accion correcto es el de un sujeto capaz de interrelacionar con significados y afectos sanos, la única cultura aceptable es la que lo potencia, la única libertad la que sacrifica el espejo por el paisaje.
Perdonar el rollo.
Me adelanto a la pregunta clave.
No se que es lo sano.
Settembrini: dichosos los ojos virtuales. Estoy bien de acuerdo contigo en que, en realidad, poco sabemos sobre los resortes y motivos de lo que hacemos, y es en eso en lo que baso mi pequeña crítica a la obsesión de las ciencias por reducir lo desconocido a lo ya conocido.
ResponderEliminarD. Perucha: tienes razón. Probablemente, ni siquiera sea posible explicar el comportamiento animal desde esquemas simples de estímulo-respuesta. Si la espontaneidad está presente incluso en la materia inorgánica, cómo no va a estarlo en la materia viva.
No obstante, creo que para ser fieles a nuestro objeto -ya que Edu hablaba del ser humano- creo que la espontaneidad posee cualidades distintas con respecto al resto de la naturaleza. No es por regodearnos en una supuesta predilección del universo por nosotros -pues bien sabemos que nuestro destino le es indiferente- sino por hacer justicia a caracteres específicos a través de los cuales nos distinguimos del resto de cosas. No estoy hablando ahora de distinciones morales, ya que, al fin y al cabo, de lo que trata estar vivo es de vivir, y eso lo realiza tanto la oruga como la orca o el hombre. Pero tampoco por un imperativo de humildad, a mi parecer más basado en un complejo que en el juicio, voy a obligarme a decir que somos iguales que cualquier otro fragmento de naturaleza sólo por el hecho de serlo: lo espontáneo desencadenado por la acción humana posee dimensiones desconocidas en el mundo animal, ya sea por la complejidad proveniente de la forja de un universo simbólico y lingüístico desconocido en la naturaleza como por la potencia cuantitativa que le presta. Ninguna de las acciones y hechos que jalonan la historia contada -ni siquiera los más aparentemente insignificantes- se han dado en otra especia que nosea el hombre. No imagino nada de las dimensiones de la última guerra mundial en el mundo animal, porque para ello se necesita un ser cpaz de acuñar símbolos poderosísimos como las ideologías, símbolos por los que millones de parsonas estuvieron dispuestos a morir y matar sin importar número o consecuencias.
Un saludo
Sepptembrini: El lenguaje se está estudiando en muchas especies animales, descubriéndose asombrosos modos de comunicación. Por ejemplo, volviendo a la mencionada orca, se ha advertido que los distintos grupos emplean, al menos, diferentes dialectos. Por supuesto -preferiría no presuponer, puesto que no hablo balleno- que no se trata de mecanismos tan complejos que -respondiendo ahora a Borja- puedan dar lugar a episodios como las Grandes Guerras. La complejidad de nuestros antepasados llegó a un punto en el que, de un día para otro, a una generación se le ocurrió pensar que después de la muerte podía haber algo más; después de estas primeras prácticas funerarias -creo que aún alejadas de divinidades; algo posterior que respondería de nuevo a una complejidad cada vez mayor-, algunas generaciones después, no muchas, también repentinamente, alguien advertiría la superioridad del hombre frente al resto de animales al observar que estos no conocían la muerte y su significado. Aunque un primer paso se habría dado con la creación de las herramientas trabajadas, mucho antes.
ResponderEliminarSé que mis incansables intentonas por igualar al hombre con el resto de animales, por desmentir nuestra supremacía, no son otra cosa que producto de un complejo. Complejo nacido de nuestra superioridad, del poder hacer y deshacer a nuestro antojo, y a costa del resto de la Naturaleza.
Virtualmente, llama cabrón, pasate por el foro.
ResponderEliminarD. Perucha. Soy un perro y por ahorrar esfuerzo hice un corta-pega que me ha introducido en tu como se llame que no tengo ni puta idea.
19 años, quien los pillara. El aparato este del imageneo marca la 01:12.
38 años.
Escucho las Variaciones Goldberg, fumo, leo Mao II de John DeLillo.
Podria estar leyendo el Mortadelo, el imagenio no lo contrate para pensar sino para devorar deportes sobre todo al Barca.
No se percibe pero aunque el texto fluya a la lectura tengo parones en los que me quedo catatonico, escuchando el piano.
Desconozco la música.
Las notas rebotan incomprensibles en mi cabeza y me pregunto el porque. La segunda, cambio de ritmo, sigo participando de algo que no me corresponde, de un lenguaje que no es el mio porque lo desconozco pero que me enciende. Por que, no lo se.
Otra vez, me pierdo pero me atrapa.
Complejo de que.
De ser un animal.
" si algún día alguien escribe su verdadera biografía, hallará que no es sino una crónica de punzadas causadas por los gases, palpitaciones cardiacas, dientes que rechinan, mareos y alientos disimulados,"
("Lo siento", pero volveré a pasarme con los siguientes 17.000 caracteres que tendré que partir)
ResponderEliminarCada vez veo más claras las diferencias que afloran entre todos nosotros, al menos entre Edu, Borja y yo (que son los que más se han expuesto hasta ahora). Pero lo general lo dejaré para un post separado y "positivo".
Parto del supuesto de que usas metafísica en el sentido de la sección de la filosofía que se ocupa de lo supranatural (y no en el sentido de "filosofía primera"), y de lo natural en relación con lo supranatural, y tras ello deduzco de su mención una crítica positivista que pasa por considerar la apelación a ella por la psicología primitiva naturalista (la de la lista de instintos) como algo que se supera en la medida en que se avanza en el seno de la ciencia; primero con Freud y por fin con el empirismo inglés "que vino a solucionar el problema". En este punto, creo que, como señalara Shrödinger (sin por ello coincidir en sus conclusiones que ya señalé que no son sino "otra salida" existencial que no puedo hacer mía), la apelación a la metafísica me parece inevitable de uno u otro modo (incluso al considerarla "fuera" de todo asunto pertinente a la manera de Wittgenstein... pero reconociendo que existe un ámbito en el que ella o el silencio campearía: el de lo inconmensurable, por ejemplo), o sea, no la considero "superable" por la ciencia (según el cientificismo la valora) ni por cualquier otro discurso racionalista. Creo que a la metafísica no escapa ni el empirismo ni el positivsmo (hace poco dediqué a este asunto 8 entradas, ¡y no exhaustivas!). Se quiera o no "hablar" de ello (o sea... se "deje" o considere que "lo místico" tan sólo deba "mostrarse", como propuso el joven Wittgenstein, o que "esté ahí" y sea ignorado, inaccesible, insignificante... o materia de la poesía, por ejemplo, o como lo calificaría Rorty: sea "reactivo"). La interpretación que se apoya en el carácter interactivo de todo fenómeno y la aplica a la conducta no escapa, a mi criterio, a esa problemática tampoco. La misma es absolutamente genérica, y en ella todo fenómeno observable (y supuesto) encuentra "causa sustancial", lo que nos arroja otra vez en brazos de la metafísica o al menos la hace sospechosa e insegura. Comparto y defiendo sin embargo, como ya dije, esa referencia que hace del mundo algo "objetivo" (en el sentido de que se trata de un conjunto de cosas que considero independientes de mi reflexión) y que situa a la conciencia como un resultado de ese proceso abierto (doblemente abierto). Pero, lo que ni esta interpretación ni ninguna puede conseguir demostrar que sea "verdadera", sino sólo que reslta "útil", y ello partiendo a priori de darla por buena o por "bien intuida" (lo que también depende a mi criterio del espacio social próximo y del tiempo histórico en última instancia, o sea, sin contar con miles de elementos presentes en lo inmediato como elementos cuyo peso se puede considerar en sí en uno u otro análisis concreto), ni, tampoco y consecuentemente, puede expulsar la pregunta acerca del sentido y los orígenes de ese proceso (toda respuesta materialista o positivista conduce de nuevo al seno de la metafísica, o al menos de lo incomprensible o inconmensurable). Ello al margen de que haga o no la pregunta, y se de o no una respuesta explícita. Cuando cierras el post, no obstante, abandonas el rigor por el relaitivismo (¿pragmático en línea con Rorty?), y todo esto se diluye como si las interpretaciones, a pesar de todo, fuesen meros delirios gratuitos. (sigue a punto y seguido...)
(sigue....)
ResponderEliminarEsto denota la necesidad genérica de escapar de la incertidumbre que no es "superada" por la "nueva interpretación superadora", pero esa huida nos deja sin orientación social ni compromiso politico (me refiero al que se establece de hecho o de derecho "ante el mundo cotidiano", ante sus "urgencias", en y ante el que de una u otra forma respondenmos con nuestros discursos y conducta y hasta con el "callar" o el ironizar ("reactivos" como los calificaría Rorty), ocupando mediante esas acciones y conductas (que nos configuran como reales, o sea, como interactuando) un lugar en el proceso de producción/reproducción del mundo ("mundo" en el sentido del conjunto que conforma lo próximo, del que somos un elemento interactuante si acaso -no se puede fácilmente evitar sentirlo, como lo siente Borja, e incluso yo a pesar de todo- un tanto "privilegiado").
Una nota para Borja a propósito: esa sensación "neurótica" (saludable a diferencia de la que consideramos sensatamente "enferma" en tanto ésta se ha adueñado de la conciencia y ha anulado todas nuestras dudas) creo que es "natural", pero no deberíamos convertirla en jueza de nuestras conclusiones racionales. En otras palabras: reconocer las capacidades específicamente humanas (desatar una guerra de exterminio ultratecnológica o dominar la materia, la vida, el espacio... tal vez el tiempo si es que existe) no tiene por qué ser considerado un índice de superioridad... que siempre habrá nacido de nuestra perplejidad y no de "verdades" situadas por encima de nosotros mismos, o... "reveladas". Los animales domésticos, sin saberlo, están cambiando catastróficamente el clima, con una "tecnología natural" que produce metano sistemáticamente. La conciencia no evita que marchemos hacia el aumento de poder y movamos el mundo hacia el colapso. Entre una y otra cosa hay grados de complejidad, pero no "superioridad" ni "más dignidad", ni más "libertad" respecto de los condicionantes. (No puedo extenderme más pero sé que esto es insuficiente... y tal vez inútil para llegar a conclusiones mutuamente provechosas: queda de todos modos apuntado).
Volviendo al post y a Eduardo que dijo: "Una vez confeccionada la lista de pulsiones hay poco más que decir y solo queda ponerse “manos a la obra”. Prueba de esto la dan los psicoanalistas, quienes insisten que la confirmación teórica de las intuiciones freudianas no proviene del laboratorio, sino del diván."
Al decir esto, infieres que se podría decir algo que fuera "la verdad" abstracta (de un tipo más holista), y que ello sería algo "más" que la mera "práctica" ("manos a la obra"). Pero la medicina siempre se quedó en ello, y el psicoanálisis es una rama, primitiva o no, de ella. El problema está en todo caso en el psicologismo que exrapola del psicoanálisis explicaciones holistas o por lo menos sociológicas, históricas, etc. Pero esto es propio del cientificismo en general (y no de la práctica científica, que sin embargo y sin duda le sirven de base y lo alimentan). En el fondo, esto no es sino otra manifestación de la tendencia inevitable de "salirse hacia la metafísica" de la que hablaba antes. En todo caso, la "lista" y la opción por el "manos a la obra", en nada difiere con las listas de "estímulos/acciones" y ponerse "manos a la obra" en cuanto a investigar (que también puede verse como un ponerse a "curar"... la angustia humana ante la falta de sentido -conectando aquí con Nietzsche, claro-). De ello no podremos huir porque lo que se busca cuando se "busca la verdad" no es sino una "guía para la acción" (o... un mito).
(sigue...)
(sigue...)
ResponderEliminarSigues: "La reacción contra este modo de proceder, metafísico, una vez más vino del mundo anglosajón, quienes han cultivado en extremo el espíritu empirista. Entiendo que esta disposición, el empirismo, consiste en un ethos firmemente decidido a no perder de vista, sobre todo, los hechos. En el ámbito de la psicología, la consideración de estos hechos radica en una fenomenología de la conducta; se trata de observar la conducta tal y como se produce. Así nacía el conductismo y su hijo más importante, la teoría cognitiva."
"Los hechos": ¿acaso se puede decir que alguien los pueda ignorar seriamente, acaso puede alguien tomarlos "todos", acaso alguien puede decir que toma más que el otro, o que no oculta, distorsiona, tergiversa, margina, enmascara... aquellos hechos que se consideran molestos... para lo que a SU discurso y SU deseo de imponerlo interesan? Esto se sigue repitiendo sin aceptar que haya que buscar "en otra parte" las causas que diferencian los discursos entre sí, en el espacio y en el tiempo. Y esa "otra parte" sólo puede estar en la "sociología del conocimiento", por llamarla de algún modo (sobre esto versará mi post precisamente, y una vez más)
Hablas luego y a propósito de "los cambios de léxico", que para mí responden a muchas cosas y las decisivas están fuera del ámbito mismo de los discursos, de la intelección, de ese "mundo" que creemos poder iluminar con la reflexión inmaculada nuestra o al menos con una supuesta pureza alcanzable.
El cambio de léxico obedece para mí principalmente a las demandas de la idiosincracia grupal: necesidad de defender conservadoramente la solidez del grupo, su eje fundacional (por ejemplo, el racionalismo, o el relativismo, o...) y a las necesidades de renovación y consecuente "premio" (Biagioli dixit en "Galileo cortesano", que recomiendo con ahínco), como el que obtuvo Galileo de las cortes absolutistas gracias a inventar el telescopio y fundar un nuevo léxico en torno a la flotabilidad, etc. (más en Biagioli). Ergo: no se puede tomar muy en serio la narrativa de nadie.
Sigues: "En la actualidad los instintos han sido sustituidos por lo que los etólogos llaman “pautas de acción modal” (Baerends 1988). Tales pautas se refieren a un conjunto de secuencias de acciones, que pueden ser muy complejas y que se desencadenan a partir de un estímulo. Al contrario que los confusos instintos, las pautas de acción modal son fácilmente describibles dado que son secuencias estereotipadas de acciones. Y no tienen por qué ser fijas ya que incorporan diferencias de un individuo a otro como resultado de la variabilidad de lo real."
(sigue...)
(sigue...)
ResponderEliminarNo es el caso discutir, desde mi punto de vista, que unos términos sean más felices que otros para narrar más rigurosamente lo que queremos transmitir. Pero la valoración racionalista comete siempre el mismo juego tramposo que repone la Razón en su trono: los términos nacen de muchas cosas, a veces muy mezquinas y desconcertantes, como la búsqueda de "premios" que decía antes, la necesidad de un esoterismo defensivo de la disciplina, adicional al inevitable, la autolegitimación profesional y social en general, etc. Y, además, la defensa de la idea de progreso intelectual autolegitimador. Así que cuidado con darle a los "nuevos conceptos" el valor de "más verdaderos" (o útiles para darnos acceso a la verdad) que a los "viejos", que eran en su momento tal vez los que mejor funcionaban con iguales fines legitimadores... El conductismo y la teoría cognitiva no toman en cuenta ni más ni menos que el psicoanálisis (y todo enfoque, hasta el metafísico por excelencia de Aristóteles) los hechos. No tomar en cuenta los hechos en sentido estricto es... neurótico en sentido estricto. Lo que no significa "tomarlos todos", y no sólo porque eso sea imposible para el hombre (y cualquier ser vivo por definición) sino porque todo discurso se defiende a sí mismo sobre la base de ignorar una parte de los hechos visibles (y hechos visibles por el oponente) -más en Biagioli-. Así el conductismo no puede tomarse como "superior" a sus prescedentes, ni el paso de unas explicaciones a otras en la Historia se puede considerar "evolutiva" (lo que remite siempre a su consideración de progresiva y hasta linealmente progresiva). Hay que establecer el vínculo que explica la fundación y la defensa a ultranza y la caída final de las teorías en base a cosas que no tienen que ver con "la verdad" y los "argumentos" y ni siquiera con "los hechos" considerados (que no son, repito, ni pueden ser todos, ni pueden ser admitidos en un discurso cerrado... que se ha hecho necesario social e históricamente, es decir, necesario como intento de mito y aspirante a serlo. Así, "los instintos" no han sido sustituidos más que en los discursos y todo discurso anterior, actual o posible en el futuro que los rescate puede ser perfectamente productivo si las circunstancias sociales e históricas lo favorecen así. (Y perdón si me he repetido aquí con casi las mismas palabras).
Sigues "Con este tipo de léxico el programa de investigación, aunque complejo, es fácilmente establecido, lo que no ocurría con los instintos. Se trata, por un lado, de clarificar estas secuencias de acciones en cualquiera de los ámbitos de actuación, y averiguar cuáles son los estímulos elicitantes en cada uno de los casos."
¿Qué es sino "ponerse manos a la obra" en otro aspecto apriorísticamente más valorado que el "otro"?
"Tales estímulos consisten en un código de activación que desencadena la secuencia de acciones. El código puede ser muy variado, información visual, auditiva, interoceptiva o incluso un pensamiento determinado, pero en todos los casos se trata de información. Por tanto, este análisis nos permite comprender la acción humana dentro de un proceso general de procesamiento de información."
Bueno... por fin llegamos al mito que se pretende instituir como verdad más verdadera: "proceso general de procesamiento de información". Y no es que no se pueda leer el comportamiento humano de ese modo, pero no negando que sea éste el "auténtico" y "taxativo" en detrimento de los demás y, aún más, de los que vengan algún día, tal vez, por qué no, rescatando "viejos" enfoques y formalizaciones, al menos en lo básico. O sea, volviendo a "retornar".
(sigue...)
(sigue...)
ResponderEliminarSólo apuntaré adicionálmente que ver las cosas como "procesamiento de la información" entiendo que ayuda tanto como cualquier otro enfoque y oscurece como cualquier otro mito: es reduccionista y ello en sí mismo no ayuda en nada salvo que... el mito produzca un aglutinamiento social significativo. En todo caso, esto ayuda a consolidar al racionalismo relativista, al esoterismo especialista, y, por fin, a suministrar más "léxico" hueco para su uso por parte de la burocracia posmoderna y tacticista que gobierna en una u otra parcela social, mayor o menos y más o menos autónomas.
Pero como la cuestión no es para mí los detalles del entendido "avance científico"que representaría el paso de las teorías que consideras basadas en "el instinto" hacia las que se basarían en "acciones nodales" asociadas a "procesamientos de información" (o sea reducidas a su esquema más allá de las ventajas terminológicas), no trato de ellos "en detalle". Sólo diré que:
"... provocar una actuación neurótica en la gaviota, entregada a un constante movimiento del huevo de un lado a otro del nido.", muestra sólo que hay un mecanismo que no es perfecto y cuya imperfección "garantiza" su éxito. Como bien dices luego para mi gusto: "sobrepasan la mera supervivencia". Entiendo sin embargo que intentas asociar "instintos" con "mera supervivencia", y al respecto debo observar que el cambio en sí de léxico no es lo que resuelve el problema y menos si lo que se pretende es suponer algo que en la vida sucede al margen de la "supervivencia". Al respecto me aclaro: creo que es en nombre de ese determinante que hay mecanismos que incluso llegan a ir en contra de la supervivencia de un individuo dado. En esto también está presente la complejidad y la interacción. Lo que hay que abandonar es en todo caso la idea simple o vulgar de "supervivencia" y verla en todo su despliegue complejo. En un enfoque como ese, nada impide hablar de instintos. El problema estaba en otra parte, y ningún cambio de "términos" resuelve los problemas... ¡Salvo el de la legitimidad socio-profesional...! (Y repito: no me parecen mal los cambios de léxico en sí mismos, ni niegon lo que puedan aportar de claridad en un discurso, ni... de oscurecimiento).
Sigues: "Los filósofos tradicionalmente, en virtud a la imposibilidad de establecer fines a estos ámbitos conductuales, son dados a considerar estas acciones como valiosas en sí mismas." Mi explicación de las valoraciones conductales está en el comentario previo a D.Perucha, y eso explicaría incluso que valoremos lo que hace "bien" la gaviota y la vida en general, eso explica que tendamos a pensar o sentir que hay un prediseño, o una ley racional, y que a lo demás, a lo imperfecto, lo consideremos "neurosis" o "enfermedad" o "mal" (lo que se hace, por ejemplo, cuando se considera "mala" la avidez de los capitalistas y así se la separa del capitalismo en sí (modélico, puro, idílico... irreal).
(sigue...)
(y por fin, acabo:)
ResponderEliminarDe ahí que insista que señalar como adjunto al reduccionismo conceptual que la realidad "es compleja" no suaviza un discurso que pretende ser holista cuanto menos de hecho. La "complejidad" puede servir sólo para justificar por qué no lo decimos ni lo explicamos todo y para, sin necesidad u obligación de hacerlo ni explicarlo, sostener que lo hemos aclarado y fundamentado todo. El holismo y el racionalismo se cuelan sistemática e inevitablemente en el cuerpo del intelectual en ejercicio. Pienso que se trata de un fenómeno que se apoya en parte en la génesis superviviente que le debe todo a la emergencia originaria (otra forma de llamar a los instintos o a lo innato en un sentido amplio que implica el entendimiento de que lo que está para la supervivencia no ha sido predefinido para esa función, pero es la que se consolida por inercia; que por no haber sido diseñada (es decir, prediseñada) excede esa función y también se queda corta, incluso la contradice u obstaculiza en su nombre (resistencias, como se llaman en psicoanálisis) -aunque esto según se lea-; y por último, es así de contradictorio como única manera de ser un mecanismo de supervivencia eficaz, para lo cual debe ser redundante y excesivo.
En fin: creo que así, sin duda, sólo se puede jugar mientras el mundo gira y, en esto podríamos coincidir, de modo neurótico.
Un saludo.
Contestaré primero a Borja ya que me esperaba un comentario así y a través de esta contestación creo que se aclararán un poco las cosas (especialmente para todas las que nos señala Carlos, al que me veo incapaz de contestar en una entrada a vuelapluma).
ResponderEliminarEn mi entrada vengo a redescribir dos conceptos que son claves en los comentarios habituales de Borja, la distinción entre acción y producción. Esta distinción, con matices, está en la filosofía desde Platón hasta Heidegger y es la modernidad mecanicista quien trata de borrarla. Tu me pones del lado de este mecanicismo al acusarme de tratar de borrar tal distinción, pero no es eso lo que pretende mi entrada. Trato, más bien, de hacer lo que según Rorty, es la tarea de todo filósofo: una redescripción audaz, lo que Carlos llama “bien intuida” (la audacia según gustos).
Tu consideras clave distinguir entre dos clases de actuaciones mundanas, los comportamientos (producciones) y las acciones propiamente dichas. Las primeras son actuaciones mecánicas y reguladas por reglas más o menos complejas; las segundas incorporan un matiz importante, dices, la espontaneidad. Lo nuevo es fundamental en la explicación de lo humano o de lo contrario todo deviene mecanismo, incluso la historia como pretendía Marx. Este análisis es correcto y yo también lo hago, pero creo que limitas tu argumento a la contraposición entre espontaneidad y mecanismo, cuando no tenemos por qué limitar el discurso únicamente dentro de estos dos marcos interpretativos.
Podemos, por ejemplo, y es en el fondo lo que hago, introducir más matices que el simple mecanicismo; por ejemplo el criterio de la complejidad. A esta complejidad se refiere Ashep en su entrada, pues la explicación mecanicista resultaría fácilen sistemas muy simples pero se haría imposible en una reconstrucción de un sistema verdaderamente complejo (el científico al que alude, o es Dios… ) . Pues bien, “complejidad” es una palabra típicamente contemporánea; se trata de considerar que los sistemas pueden ser extremadamente complejos y que sus variaciones pueden acaecer desde cualquier oscuro sumidero de su amplitud. La ciencia, al descubrir esto, ha descubierto también que lo que estaban llamando “explicación” debe variar. En el paradigma de lo mecánico, la explicación científica consistía en mostrar cómo ciertos acontecimientos están relacionados causalmente con ciertos resultados. Pero en el universo de la complejidad esto es del todo imposible dado que se desconocen ( y es imposible cuantificarlos) todas las situaciones de partida, y las situaciones de llegada son igualmente inabarcables. Por tanto, la ciencia, como mucho únicamente puede focalizar, es decir, iluminar ciertos aspectos y esperar que estén conectaos con ciertos resultados (vuelvo a traer aquí esta palabra que tanto me gusta: “esperar”). La actividad ejemplar de este modo de considerar el conocimiento, es la meteorología: los meteorólogos hacen sus cálculos de acuerdo con las variables que disponen, y esperan acertar. Pero siempre cabe lo “inesperado”.
ResponderEliminarComo veis, en este modo de considerar el conocimiento, la espontaneidad queda salvaguardada, pero su espacio tiene que compartirlo con otra palabra: lo inesperado. Y aquí podéis ver, Carlos, por qué estas cosas me llevan siempre a Rorty, del que una y otra vez me veo incapaz de zafarme: ¿por qué focalizar en un sentido o en otro? La respuesta me parece evidente: nuestras necesidades cambian y por eso también cambian las cosas que vamos a considerar. La explicación de lo humano desde la espontaneidad que defiende Borja, nos arroja una y otra vez a la consideración antigua del hombre, dotados de una especie de “divinidad” (el alma, por ejemplo), algo que Perucha ha sabido reprocharle con maestría. Y este modo de ver al hombre, que en otros momentos ha sido tan fructífero, ha hecho aguas en la modernidad. Merece la pena que ensayemos, por tanto, nuevas formas de ser. Estas formas, hoy por hoy, pasan inevitablemente por Freud, por Nietzsche, por Marx, por Darwin, por Heidegger (especialmente en mi caso). Eso es el conocimiento en general, y la filosofía en particular: una reinvención constante de herramientas que nos sirvan para algo.
En mi entrada actúo de esta forma que me parece tan sugerente: focalizo, o si se prefiere, refocalizo. Parto de la interpretación de la acción humana como si se tratara de un sistema complejo, y considero un elemento que no se había tenido en cuenta en la explicación de las conductas espiritualmente elevadas, el “superestímulo elicitante”. Esto no hace que todo quede explicado en términos de causas y efectos, nada más lejos de mi intención, al revés, convierte el arte o la filosofía en conductas desquiciadas difícilmente predecibles, con un alto grado de producciones inesperadas, que es, en el fondo, lo que tu llamarías “acciones”. Y este modo de ver, tampoco me saca de la tradición, pues la figura del loco, del iluminado, del ciego, como fuente de conocimiento, no es algo que me haya inventado yo.
Sólo una pequeña corrección, Edu: no sé por qué extraéis de lo que digo que el hombre es un ser "divino" o posee un alma inmortal o es el favorito de algún Dios; quizás me explique mal, porque en absoluto quiero decir eso.
ResponderEliminarEl subrayar una distinción -que en este caso me parece capital: la espontaneidad- no quiere decir que esté hablando de una excepción o de un ser que escape a la ontología general para integrarse en otro orden de realidad (quizás angélico). No quiero decir eso. La espontaneidad pertenece a la realidad misma tantio como la potencia causal de producir efectos. Lo único que he apuntado es que no podemos comprender a los hombres sin atender a esa capacidad de inaugurar lo nuevo, de romper constantemente el previsible curso de los acontecimientos. ¿Y que es la historia si no la constante sorpresa ante lo que era impensable?
Quizás la gran distancia entre las ciencias y la historia refiera a eso: acogidas a esquemas mecanicistas (como ocur4rió con Newton), las ciencias no dejan de dar resultados fructíferos (lo digo sin introducir juicio moral alguno) en el orden de la predicción y el dominio de lo natural. La física de Newton -aunque sepamos que está también sujeta a la probabilidad y la incertidumbre- podía acercarse a la predicción de algunos hechos; al contrario, en el ámbito de la historia, todos los sistemas han demostrado su ineptitud para predecir un solo hecho.
La indeterminación -la espontaneidad- pertenece como tal a la constitución misma de la realidad, como bien sabe la ciwencia desde la revolución cuántica, pero en el caso del hombre ese rasgo no es sólo uno más, sino el que sostiene su específico modo de ser en el mundo.
¡Justo: ahí está de nuevo el meollo, Eduardo (y Borja lo repite en otros términos, diría que más "límpidos"! Puedes por ahora contestar a este punto central que me diferencia del enfoque de abos (eso creo, aunque tal vez me cuele o sea incapaz de una coherencia "plena"). Se trata de la diferencia entre decir: "...que ensayemos, por tanto, nuevas formas de ser. (...) Eso es (...) una reinvención constante de herramientas que nos sirvan para algo."
ResponderEliminarYo digo centralmente: que eso encierra la convicción de que La Razón es capaz de hallar más o menos "objetividad absoluta" y encaminarnos a ella. Y creo que no es fácil romper con esta recurrencia. Y que existe como parte de nuestra idiosincrasia. Y que, no pudiendo evitar caer en ello, vale la pena saber que "está ahí" y qué le da una u otra forma, qué nos hace a cada uno "optar" por una narración y un discurso- Y yo digo que es el particular vínculo con la realidad en el plano complejo en que se nos presenta y nos atrapa: la sociedad, la "polis", el espacio social y el tiempo presente, los intereses socio-profesionales, etc.
Y creo que eso exolica el aferrarse al racionalismo (que esconde las diversas maneras de meter a Dios por medio de la máquina, como "razón última", por ejemplo, y esto va por el por qué no se ve reflejado en esto Borja).
Esta vez he sido breve... ¡no me lo puedo creer!
Un saludo a todos.
Magnífica entrada Edu, cada vez refinas más esa mirada filosófica en la que confluyen Heidegger, Darwin y Rorty, aderezada con la teoría de la información.En definitiva, como la vision no mecanicista del Ser se engarza con la verdad más util para el medio en que habitamos, adaptandose a circunstancias cambiantes.Así vista, la cultura es un fenotipo extendido del animal humano, consustancial a su biología y con una capacidad de procesar la información e inventar posibilidades desmedida comparada con cualquier animal.
ResponderEliminarAsí, nada podemos decir del hombre sino es desde su biología, pero poco con algo de significado si lo hacemos desde presupuestos etológicos de laboratorio y casi nada salvo por la diversión, si nos adentramos en la psicología evolutiva.Las pautas de acción modal no sirven para gran cosa a la hora de estudiar a los humanos.Esto ocurre porque los comportamientos heredados no se diferencian nada de los de cualquier otra especie, como no sea la controvertida capacidad humana para aprender un lenguaje.Practicamente cuando se estudia un comportamiento humano que requiera un momento para la inhibición de la acción se descubre un armazón cultural.El meme no se hereda, el meme se crea y sí, "hace" lo posible por replicarse.Cavalli Sforza, el que mejor ha estudiado la relación entre genes y cultura es muy moderado en sus afirmaciones respecto a comportamientos heredados frente a psicologos evolucionistas que ven cualquier comportamiento como una adaptación al medio que se ha fijado a traves de la cultura, cuando suele ocurrir al contrario, lo que explica la variabilidad y creatividad de la cultura humanas.
Me parece muy ilustrativa la definición de la cultura no obviamente practica como "neurosis", no sólo por la vision del genio aparejada con la locura, sino porque define a la perfección esa extraña mutación humana( estudiosos del cerebro han aparejado la emergencia de la creatividad con la esquizofrenia, e incluso la relacionan con cambios en la dieta en torno al 50 mil AC.).cUANDO LA MÁQUINA VIRTUAL DEL CEREBRO comenzó a triplicar vivencias,a soñarlas y a enfrentarlas con multiples pulsiones el humano inventó un brazo infinito que no para de crecer.
Más discutible es definir si la nurosis no tiene un valor de supervivencia o es un subproducto de otras adaptaciones válidas.( el arte ha sido más que util para transmitir información vital, para religar comunidades, como legitimador del poder, como vehículo de conocimiento personal, como vehículo para follar, como bien dice Septembrini.Todo esto se puede decir igualmente de la filosofía, y esto sin entrar en como los diversos memes del acervo cultural tratan de perpoetuarse o adaptarse, ya sea por imperativo psicológico natural ,ya por una caracteristica esencial de cualquier información.
Para acabar, me parecen esclareceredoras las consideraciones que hace Carlos sobre la sociología del conocimiento( que por lo demás Eduardo también suscribe).quien hace el discurso, cuales son sus pretensiones, desde que ambito socioeconómico o politico, desde que momento en el acervo cultural marcan completamente el discurso filosófico.El ansia por librarse de metafisica sólo busca que la suya sea aceptada sin cuestionamiento.Y los discursos, a veces no se imponen porque sean utiles o enfoquen mejor la realidad: a vces es que simplemente son novedosos y hay que vender la moto a alguien, otras es que se validan mejor desde el poder, el que haya en el momento que es uno y trino siempre. Ya he dicho otras veces que el humano necesita creer que la verdad existe, no sólo actuar como si esta fuera util a al manera rortyana: lo necesita para estar y ser con el mundo, no para conversar amablemente en la terraza de un café.En el café levantamos la cortina del simulacro, pero en los afectos vitales jugamos como funambulistas por ver el corazón de la mentira con ojos transfigurados
BORJA, estoy de acuerdo contigo cuando señalas que no podemos comprender lo humano sin referenciarlo a esta capacidad de "romper con el imprevisible curso de los acontecimientos"; pero lo importante de de qué forma vamos a describir estas disgresiones. Tu apelas a la espontaneidad, pero no vas más allá de hacer una petición de principio: es necesaria la espontaneidad, dices, pero no aclaras qué es, en qué consiste. Por lo que entiendo , lo que vienes a hacer es señalar que no todo es explicable, no todo puede ser una pieza de un rompecabezas. Y creo que te emplazas aquí porque partes del hecho de que explicar es explicar causalmente. Sin embargo, como he aclarado en mi anterior comentario, ni siquiera la explicación científica actual podría verse reflejada en ese modelo de explicación.
ResponderEliminarHablas de la fisica de Newton como herramienta predictiva, es decir como cálculo y lo distingues de la historia donde todos las predicciones fracasan; esta comparación es capciosa porque hablamos de sistemas claramente diferentes. Es el mismo error de la referencialidad del lenguaje: que el leguaje referencial funcione en ciertos ámbitos muy simples (pásame la sal) no quiere decir que ese mismo esquema pueda aplicarse a todos los ámbitos en los que usamos palabras. Del mismo modo, la física de Newton es válida para sistemas muy simples y su éxito motivó a los mecanicistas a soñar con una explicación mecanicista universal (Laplace), pero pronto encontraron que los sistemas son mucho más complejos que los movimientos de las bolas en un tapiz verde.
Pero zanjar la cuestión apelando a la incertidumbre y la espontaneidad, aunque es posible, es insatisfactorio. De aquí viene esta velada acusación de divinización de lo humano; es verdad que no lo dices expresamente, pero evidencias que que hay un "algo" que se escapa a la explicación, aunque no le llames "divino". Haces un poco lo de Kant: como la libertad no cabe dentro de la explicación fenoménica, la postulo como necesidad moral.
El concepto de "complejidad" permite subsumir esta espontaneidad humana dentro del mismo léxico que explica el comportamiento de la naturaleza; la historia, desde esta perspectiva, puede no ser diferente del movimiento de placas tectónicas. Pero para eso no reduce toda la naturaleza a la mera repetición de un mecanismo, sino que respeta su complejidad; la espontaneidad puede explicarse como "resultados inesperados".
CARLOS, si te entiendo bien, hay una diferencia importante entre nosotros. Creo que vienes a defender una especie de horizonte de la explicación, la objetividad absoluta; aceptas que la razón sea instrumental pero dentro de este horizonte, como si, a lo Kant, esta fuera una disposición ética de nuestro ser en el mundo. Yo, la verdad, no iría tan lejos. Es más, creo que la objetividad nos importa un carajo. Que el conocimiento tiene una función meramente pragmática y el aferrarse al racionalismo se explica desde la consideración de su utilidad en muchos de sus ámbitos: Sherlock Holmes no podría vivir en un mundo en el que todo tuviera una razón, pero Marcel Duchamp sí.
ResponderEliminarSANTI, como siempre muy interesante lo que comentas; pero hay que hacer alguna aclaración. Cuando señalas que la cultura puede ser vista como "un fenotipo extendido del animal consustancial a su biología", puede pensarse que todo lo humano puede ser susceptible de explicación biológica y es así de forma muy matizada. Cabe la tentación de convertir "lo biológico" en el horizonte de explicación y ahí radicaría el error. Eso que llamamos "lo biológico" es igualmente susceptible de ser pensado y redescrito, por lo que tal reducción no puede ser vista como satisfactoria. De hecho, "pensar lo biológico" debería ser una de las principales tareas de los filósofos de nuestro tiempo, algo que exige una profunda formación científica, que no siempre es fácil.
Coincido contigo en la comparación entre la esquizofrenia y estos "comportamientos superiores" (los que Borja con Hannah Arendt llama "acción). Es algo que también se me ocurrió cuando estudié las bases biológicas de la esquizofrenia; supongo que sabrás que los neurólogos no saben muy bien cuáles son las causas de esta enfermedad y hasta han llegado a suponer que no se trata más que de individuos con ciertas sentibilidades. Se ha comprobado que los esquizos presentan una hipersensibilidad a la dopamina, uno de esos neurotransmisores implicados en casi cualquier operación cognitiva superior. Esta hipersensibilidad es lo que les lleva a ser incapaces de distinguir la realidad de la imaginación, algo que para los demás parece sencillo. Por decirlo de alguna manera: el eskizo es incapaz de controlar el torrente caótico de sensaciones e imágenes que invaden su mente. Los cuerdos sufrimos del mismo modo ese torrente, pero tenemos más habilidad para deshechar productos y sólo algunos de ellos los cursamos en forma de ocurrencias espontáneas o creatividad. Es como si nuestra mente fuera una partida de tetris desquiciado en el que podemos eliminar las piezas que no sabemos como encajar. Van apareciendo de forma desordenada y sin aparente orden ni racionalidad y las que presentan formas imposibles de encajar las desviamos a la papelera. Para los esquizozfrénicos todas las formas son encajables y al final el puzle que se va construyendo resula incomprensible y sobre todo invivible
Edu: si no me he explicado mal, creo que malentiendes lo que digo, porque estamos en este punto de acuerdo.
ResponderEliminarLo que defendí en mi comentario fue precisamente que lo real es de una complejidad tal que escapa a predicciones y programas. Estoy también de acuerdo en lo de Newton, y mi comparación con la historia no creo que sea capciosa, sino sólo una constatación: la teoría de Newton "funcionó" ateniéndose a ciertos marcos y ofreció consiguientemente el sueño de Laplace de una ciencia predictiva y necesaria de la realidad; este sueño se vio alimentado, por ejemplo, por el descubrimiento de Neptuno (o era Urano?), cuya existencia la teoría de Newton adelantó en la pura teoría; al contrario, aunque la historia también ha engendrado sus propios sueños -sus propias pesadillas, más bien- nunca ha sido capaz de predecir ni siquiera un hecho porvenir.
Estoy totalmente de acuerdo en que ni una ni otra ciencia puede deducir hechos, porque los hechos no pueden deducirse de ideas (aunque en ellas sí puedan motivarse), sino sólo producirse a partir de otros hechos. Sólo me refería a la diferencia de aproximaciones entre uno y otro saber, la física volcada en una realidad compleja, pero la historia en una realidad exponencialmente más compleja porque en ella se encuentra esas cosas tan misteriosas que llamamos "Libertad" o "voluntad" o "acción"
Lo biológico no es el horizonte, es la atalaya desde donde se divisa, la casa del ser, y su dasein.
ResponderEliminarLo de la filosofía de la biología viene muy a cuento.En castellano está traducido Dennet y su peligrosa idea, así como Ruse.Muy interesante resulta el español Castrodeza que da un paso más: la biología de la filosofía, uniendo sujeto y objeto como genes y medio ambiente, como ser-en-el-mundo.Y creo que la cultura como fenotipo es una evidencia lógica si nos tomamos a Darwin medio en serio
Edu, sin duda NO "te (por "me") entiendo bien". Trataré de explicarme aún mejor en un post específico como dije, pero en mis "críticas" detalladas a tu post entiendo que se entiende...
ResponderEliminarSanti: me ha gistado, creo que estamos bastante cerca, al menos de "eso" que entiendo que "hay que delimitar" SIEMPRE y A LA VEZ.
Ahora bien: reconozco que "precisar" es quizás imposible. Y tratarlo es aún más difícil, al menos se me hace difícil mediante un discurso "anti-slogan" (por decirlo de manera no-precisa pero e-vo-ca-do-ra). Tal vez lo único que de lugar a "acciones comunes" (de dos o más) sea en torno a lo que "se-asume" más que a lo que "nunca-se.puede-precisar". Esto se ve claro en los movimientos de masa, entre cuyos componentes circunstanciales no hay acuerdo conceptiual alguno. Pero, en fin, vuelvo a prometer una aproximación a esta visión mía en el ya prometido post.
Hasta muy pronto.
Borja, la Historia que intentas "no explicar" no responde más que a nuestra concepción epistemológica (socrático-cristiana), es decir, entender el Mundo a través del CAMBIO. En definitiva, la búsqueda de la SALVACIÓN, que pasa por la espontaneidad. El futuro será diferente, en él encontraremos la buscada salvación. Puesto que ésta no la hemos visto aún, tenemos que pensar que la imprevisibilidad, la espontaneidad, es lo que rige lo humano, al fin y al cabo nuestro mundo. Concluimos entonces que la Historia no puede explicar nada y le damos la espalda (en la Historia no hallaremos el secreto de esa salvación, llámese cielo o sociedad comunista). Y es así como se rompe el método científico desde su base. Si desatendemos la experiencia en pro del profetismo ¿qué pretendemos poder explicar?
ResponderEliminar