Pensando en los dioses es fácil darse cuenta en qué se diferencia el de los judíos-cristianos del de los filósofos platónicos. El dios de los cristianos es todopoderoso mientras que el de los platónicos es un demiurgo incómodo y ocioso. Yaveh creó el mundo de la nada, inventó todas las cosas y todas las ideas y lo puso a funcionar. El resultado no podría ser otro que “la maravilla de la creación”, un universo perfecto y abrumador que nos hablaría del poder de Dios en cada uno de sus rincones. En cambio el Demiurgo en su sucio taller copió imperfectamente el diseño original, saliéndole como resultado un mundo imperfecto susceptible de mejora.
Considerar que el universo es una vulgar vasija de alfarero o pensar que es un lugar frente al que maravillarse, determina en buena medida nuestra disposición a estar en él. Esta es la distinción que hay entre un filósofo platónico y un teólogo cristiano: el primero es consciente de que este mundo imperfecto debe ser transformado para acercarlo al ideal, introducir, como señala Platón en La República “armonía”, mediante “la persuasión o la fuerza”; el segundo se ve abrumado frente a la inmensidad de lo real y carece de voluntad para alterar ni una sola de las piedras que Dios colocó, con cuidado, en la creación, al principio de los tiempos. El primero se acerca al mundo con la pretensión de cambiarlo; en el segundo, la acción se limita a la contemplación de la obra de Dios y a su defensa contra cualquier adulteración.
El filósofo es el técnico que opera y cambia; el religioso es el que espera y calla. Heidegger ya vio con toda claridad que la esencia toda del platonismo era la técnica, la transformación calculadora del mundo que no deja que las cosas sean simplemente, sino que las emplaza a ser de un modo más preciso y deseado. Occidente, desde Grecia hasta hoy, desde Platón a Nietzsche, deviene en una desaforada pasión por el progreso, por el diseño, por la exigencia de que el futuro responda a nuestros deseos, se adecue al ideal, sea ese ideal, llegando incluso al paroxismo neurótico de creer que nuestras proyecciones son más reales que la realidad misma.
Pero este afan transformador de los hijos de Platón presenta muchas caras. Por ejemplo, la política revolucionaria marxista, en su afán transformador trata de refundar la caverna desde cero; destruir el orden de lo existente para crear, sin trabas, un nuevo comienzo, una nueva sociedad. El marxista se concibe a sí mismo como un demiurgo al comienzo de los tiempos, dispuesto a moldear la realidad conforme a un ideal, de justicia e igualdad sí, pero también de eficacia matemática. La dialéctica marxista imagina que, puesto que el hombre es el fiel reflejo de los modos de producción, de las relaciones sociales, para construir una sociedad nueva, sin contradicciones, se trataría de diseñar esos modos de producción y esas relaciones sociales, de forma completamente nueva, de forma que las nuevas relaciones alumbraran también un nuevo hombre, una nueva sociedad, incluso una nueva naturaleza y una nueva realidad. El marxista es implacable en su deseo: la realidad toda debe responder, por la persuasión o por la fuerza, a un ideal dialéctico soñado, imaginado, pensado, como si el plan mismo del universo debiera obedecer a esta ensoñación.
Pero también está el universo visto por los ojos de un cristiano, ese universo intocable respecto del cual sólo cabe la contemplación, la comprensión, la espera, la serenidad. El universo entero, y todas las cosas que contiene, son la creación ex nihilo, de un dios perfecto y omnipotente. Alterar ese universo, que nos ha sido entregado entre oropeles, es enfrentarse a la voluntad de Dios. Por eso el problema del cristiano es siempre el problema del mal y su respuesta la teodicea, la justificación de Dios. La teodicea es una disciplina consistente en la justificación de lo que hay, puesto que eso que hay procede de Dios. Aunque la filosofía cristiana pudo inspirarse en ciertos momentos en el espíritu técnico de la filosofía griega, su raíz judía no podía ser silenciada: Dios lo es todo, y el hombre no es nada. El objetivo del hombre no es la transformación del mundo, sino la contemplación de la obra de Dios tal y como ha sido concebida. Olvidaron, claro, que a la ciudad nada le interesan ese tipo de hombres entregados a la comprensión que no bajan a la caverna y se las ven con los problemas vitales, como si el filósofo, el teólogo o el místico estuvieran por encima del mundo. El cristiano se ve en la necesidad de justificación de la obra de Dios que, igual que Cristo llevó su cruz, se doblegó ante la injusticia, sufrió calladamente la condena, murió para ejemplificar la mansedumbre, siente la necesidad de separarse de las cosas, y de contemplar y comprender el sufrimiento de vivir. Es cuando creemos en el dios cristiano cuando, por necesidad, debemos volvernos ajenos al dolor de los hombres, pues comprendemos su necesidad. Si no qué sentido tiene que el mismísimo Dios, encarnado en Cristo, sufra todas las penalidades y miserias humanas, sino es el de dejarle claro a los hombres que lo que se les pide es que sufran calladamente sus vidas y contemplen con pasividad el sufrimiento ajeno.
La justificación que hace Leibniz en su Teodicea anticipa el Hegel de después de la fenomenología: el dolor es un mal necesario, un momento necesario del discurrir del mundo y este, es el mejor de los universos posibles creados por Dios, así que también podemos maravillarnos frente al dolor, la miseria y la crueldad, siempre que alcancemos la comprensión necesaria que nos permita tener una visión sub specie aeternitatis. Este es el conservador de salón, capaz de convivir con la infamia y la injusticia sin mover un dedo, con la excusa de que el mundo es el que es y no podemos hacer otra cosa que dejarlo ser. Y está aquí también el germen del fascismo y el nacionalismo, entendiendo por esto la obsesión compulsiva por la preservación de las esencias, por la recuperación de un mundo mitológico que tal vez sólo existió en sus proyecciones neuróticas, la preservación del ser del pueblo, un fantasma que permanece inalterable desde el orígen de los tiempo. El nacionalismo etnicista y sobretodo el fascismo, justifica la violencia extrema contra todo aquello que suponga una amenaza del mejor de los universos y disfruta de esa violencia mediante una “comprensión superior”. El nacionalista sueña con una sociedad en la que el sufrimiento es admisible siempre que sea el modo propio de expresión de un pueblo, igual que el cristiano no tiene inconveniente en convivir con la injusticia siempre que la obra de Dios quede a salvo. Por eso, por ejemplo, el cristiano no tolera al homosexual, que contamina la creación inmutable tal y como fue concebida en la mente divina, y el nacionalista no tolera la mezcla -de la lengua, de la tradición, de la raza- pues contamina ese nuevo dios, el pueblo étnico (una metáfora del pueblo elegido de los judíos). Cualquier alteración de la esencia, de la raza, de la lengua, de la cultura es un atentado contra la sacrosanta creación de Dios.
Ambos modos de tener dioses, el dios de los filósofos que cree que puede transformar el mundo, inventando una nueva realidad perfecta, a imagen del sueño de las ideas, o el dios de los cristianos y esencialistas, que piensa que hay que preservar la creación de la contaminación y el pecado, crea monstruos. Monstruos como Stalin y Hitler. La diferencia entre la brutalidad estalinista y la brutalidad nazi radica en que los primeros se justificaban en el desarrollo futuro de la sociedad, en el avance inexorable de la historia, en la actividad modeladora incesante del demiurgo humano, mientras que los segundos miran al pasado, un pasado ficticio e ideal, una situación cero en la creación, un paraíso perdido. Ambos creen que todo está permitido con tal de crear la sociedad del futuro, o volver al paraíso perdido. Para Stalin todo estaba permitido para la revolución, incluído el asesinato de millones de personas que obstaculizaban el avance de la Revolución y el advenimiento de la sociedad perfecta. Para los nazis, el paraíso perdido existía ya, de facto, en el pueblo alemán y su raza de dioses nórdicos; se trataba entonces de limpiar, depurar, descontaminar, desbrozar, eliminar todos los elementos contaminantes que impiden que la raza y el pueblo pueda expresarse en su verdadera esencia. En ese orden, está permitido el asesinato de los impuros y la eliminación de la cultura contaminante.
Pero entre el dios de los cristianos y el dios de los filósofos, hay un resquicio para otro dios, un imperfecto demiurgo platónico. Platón nos habla en el Timeo de este extraño dios que, teniendo como modelo las ideas, como un artesano, modela un mundo de cosas imperfectas. Esta es la idea que me parece importante, y de la que Platón era consciente: sólo las ideas son perfectas, las cosas son imperfectas. Por eso este dios platónico, es un dios chapucero, un dios que moldea y se afana, pero cuyas obras son siempre deficitarias, un Kluge que diría Gary Marcus. El demiurgo, en su tarea de moldeamiento de la realidad, se encuentra con la eternidad y absoluta quietud de las ideas, pero con el cambo incesante y la temporalidad encarnada de los materiales. Así que, en ningún momento moldea un mundo perfecto; el demihurgo platónico es un dios capazde hacer “apaños” siempre susceptibles de mejora. A diferencia del dios cristiano, no crea, de la nada, un mundo perfecto, y a diferencia del dios de los filósofos, es incapaz de llevar a cabo un moldeamiento definitivo, que no esté sometido al cambio y a la corrupción.
Podemos vernos a nosotros como un demiurgo así, con una firme vocación transformadora de lo real en dirección a la construcción de un mundo lo más justo y vivible posible, pero como un demiurgo chapucero que se las tiene que ver con una materia prima que no obedece a nuestros deseos. Sólo así comprenderemos que lo que hagamos, sea lo que sea, siempre será susceptible de mejora.
Si observamos con detenimiento la naturaleza, lo más probable es que nos demos cuenta que Dios ha sido ese chapucero que improvisa a medida que construye, en lugar de un elevadísimo arquitecto o un artesano meticuloso. Marcus nos propone una metáfora que ejemplifica perfectamente este hecho; si quisiéramos construir una industria, por ejemplo una central nuclear, nos tomaríamos tiempo y seríamos cuidadosos con el hecho de hacer un buen diseño, algo que soportase cualquiera de los problemas que pudieran presentársenos. Que fuera un diseño definitivo, es decir, perfecto, dependería de que tuviéramos la previsión necesaria para anticipar cualquiera de las posibles dificultades que nuestra central podría encontrarse. Esto, evidentemente, es imposible, salvo que seamos un dios tan poderoso que pudiéramos preveer el futuro. Así que tendríamos dos opciones; o bien cada vez que nos encontrásemos con un posible fallo de nuestro diseño, echar la central abajo y volver a reconstruirla mejorada; o bien no hacer eso, sino que conservando la estructura original fuéramos capaces de modificar alguno de sus elementos para que aguantase, es decir, una chapuza aceptable.
Esto es básicamente lo que ocurre en nuestras centrales nucleares; muchas de ellas fueron diseñadas en los años sesenta y hoy en día siguen en funcionamiento. Pero funcionan con un sinfín de modificaciones; en esta década, por ejemplo, la informática no se había desarrollado y actualmente casi todas las centrales, las viejas y las modernas, se controlan desde poderosas máquinas computadoras. Por tanto, hubo que hacer modificaciones para poder incorporar sistemas informáticos a estructuras que ni soñaban con ellos cuando se diseñaron. Se hace así porque el coste económico de echar abajo una central para levantar una nueva cada vez que hubiera que hacer modificaciones es algo sencillamente inasumible.
Pero en la naturaleza ocurre algo similar; las modificaciones que incorporan los diferentes seres se hacen siempre sobre estructuras preexistentes. El resultado es generalmente una chapuza, un Kluge. Ocurre por ejemplo con la posición bípeda humana; es verdad que esta supuso una ventaja cuando nuestros antepasados comenzaron a vivir en la sabana, bajándose de los árboles, pero también ha hecho que seamos el único animal que presenta problemas espalda y dolores de parto. Un buen diseñador habría tenido en cuenta estas cuestiones a menos que claro, sea algo buscado; “parirás con dolor…” que dice la Biblia. En su libro “Kluge, la azarosa construcción de la mente humana” Marcus da cuenta de este hecho mostrándonos cómo el lenguaje, la memoria o el conocimiento son de esta clase de apaños, chapuzas que van soportando de manera más o menos aceptable los problemas con que se van encontrando, que se diseñan a partir de estructuras preexistentes y que tienen ciertos efectos secundarios imprevisibles.
Con nuestras construcciones, ya sean diseños físicos o sociales, ocurre algo similar: pese a lo que pudiéramos pretender no se construyen desde cero, sino que siempre se crean a partir de estructuras preexistentes en las que introducimos modificaciones. La lógica revolucionaria marxista parte de la idea de que se puede echar abajo la sociedad entera y reconstruirla, desde cero, sin contradicciones, una sociedad perfecta. Por eso, el revolucionario no puede, por más que quiera, abandonar la revolución: siempre hay que echar abajo lo existente porque siempre surgen problemas. El dios del marxismo, por más que quiera, no puede preveer una construcción social que salve todos los inconvenientes. El esencialista, en cambio, ya sea un nacionalista o un fascista, no puede abandonar nunca su tarea desbrozadora y descontaminadora, puesto que la tarea de recuperación de ese mundo de esencias perfectas e inmutables, nunca termina de acaecer; siempre necesita un enemigo contra el que descontaminarse. El demiurgo chapucero del que hablo, no necesita derrumbar nada porque considera que nunca se empieza nada desde cero, sino que todas las cosas están sometidas al cambio y la corrupción. Y tampoco necesita descontaminarse de nada, ni encuentra necesidad en la búsqueda belicosa de enemigos, puesto que considera que la realidad misma es una mezcla incesante e interminable. Para él, todos somos una raza mestiza, una cultura mestiza, un hombre y una sociedad hecha de retales. El resultado que espera es siempre un apaño más o menos aceptable, pero del que se derivan consecuencias que no esperábamos y con las que estaremos obligados a convivir aceptablemente o introducir nuevas modificaciones. Por tanto, si volvemos a las consideraciones políticas, un posicionamiento coherente con la descripción chapucera de lo real, es aceptar que todo lo más a lo que podemos llegar es a hacer un nuevo apaño más o menos efectivo, es decir, que mitigue en parte el sufrimiento, que disminuya la crueldad, que aumente el bienestar, teniendo claro que todo eso tendrá un coste inicialmente incalculable y que sólo podremos vérnoslas con él en el futuro.
Pero este ethos está muy lejos del mesianismo dado que no hay una exigencia al futuro ni se trata de que la empiria corrobore nuestras tesis como verdaderas; se trata más bien de partir ya del hecho de que el universo entero es una chapuza y nosotros no iremos mucho más allá de chapucear un poco más. Puesto que no existe un conocimiento fiable del desarrollo de los acontecimientos, puesto que no podemos preveer el futuro, lo mejor es tratar de hacer reformas desde la esperanza de que estas puedan resultar suficientemente efectivas y siempre considerando que puede no haber sido buena idea.
Si algo funciona entonces está bien.
Gran entrada Edu.Me parece cuando menos sugerente que plantees que Platón, que en la República Y las Leyes casi está pariendo las Utopías, LA INACCION QUE NUNCA SE CONSUMA, sea un incitador a la acción y al cambio.Creo que algo hay de eso, como espero mostrar si alguna vez escribo sobre el libro de "la profesión peligrosa".
ResponderEliminarEn cuanto a la vision cristiana del asunto, no sé, me parece quuuuue hay muchas visiones en el cristianismo sobre el problema del mal o de la acción para reducirlas a un aforismo.
Por ultimo, decir que en el fascismo hay también una fascinación por el futuro, por la acción y por la rebeldía frente al pasado o contra la realidad, en definitiva, puro voluntarismo y proyección hacia delante.
Si como decía Kant, del arbol torcido del hombre no puede nacer nada recto, también podemos apelar a la inacción como la mejor forma de solucionar problemas: lo que funciona y permanece es lo deseable y de nuevo vivimos en el mejor de los mundos posibles, no porque Dios hizo el mundo, sino porque lo gestó una fuerza aún más poderosa:La Tautología
Santi tienes razón en lo que me apuntas. Es verdad que el cristianismo es más complejo que lo que yo planteo aquí, pero tampoco trato de hacer una descripción ni del cristianismo ni del fascismo, sino más bien establecer cieros ámbitos de sigificación. Me centro más en el "ethos de la contemplación", algo que está en el cristianismo, en la filosofía griega y en la filosofía moderna; claro está que no podemos reducir el cristianosmo a la mera contemplación.
ResponderEliminarRespecto a lo que apuntas del fascismo: creo que la fascinación por la acción es más bien una fascinación por la violencia, cierto sadismo. Muchas veces se apunta que el nazismo es acción nihilista, puro voluntarismo. Esa sin duda es una forma de verlo; pero también puede categorizarse de la forma que presento aquí, el nazismo como una forma neurótica de teodicea, una justificación del mal.
Y esa pasión por el futuro que es verdad que está en las utopías fascistas, en realidad no deja de ser un futuro pretérito, una especia de futuro que recupera las esencias primigenias. No hay vocación por crear algo nuevo, no hay tarea demiúrgica, es más bien una puesta en funcionamiento de esencias preexistentes.
Muy interesante todo Edu.
ResponderEliminarEn realidad no tengo nada sustancial que aportar, (tal vez incidir en lo que apunta Santi: el fascismo parece dirigirse más hacia el futuro que hacia el pasado, aunque es verdad que intenta recuperar “esencias” perdidas)
La cuestión es que tanto por el título de la entrada como por el contenido he recordado un texto de Cioran:
“Es difícil, es imposible creer que el dios bueno, el «Padre», se haya involucrado en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de un dios sin escrúpulos, de un dios tarado. La bondad no crea: le falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo, por chapucero que sea. Es, en último extremo, de la mezcla de bondad y maldad de la que puede surgir un acto o una obra. O un universo. Partiendo del nuestro, es en cualquier caso mucho más fácil remontarse a un dios sospechoso que a un dios honorable.”
Te me has colado Edu.
ResponderEliminarAclarado el asunto del futuro en el fascismo.
Saludos
Soy peligroso con Cioran...me lanzo:
ResponderEliminar"El dios bueno, decididamente, no ha sido dotado para crear: lo posee todo, salvo la omnipotencia. Grande por sus deficiencias (anemia y bondad van parejas), es el prototipo de la ineficacia: no puede ayudar a nadie... No nos agarramos a él mas que cuando nos despojamos de nuestra dimensión histórica; en cuanto nos reintegramos a ella, nos es extraño, nos es incomprensible: no tiene nada de lo que nos fascina, no tiene nada de monstruo. Y es entonces cuando nos volvemos hacia el creador, dios inferior y atareado, instigador de los acontecimientos. Para comprender cómo ha podido crear, hay que figurárselo presa del mal, que es innovación, y del bien, que es inercia. Esta lucha fue, sin duda, nefasta para el mal, pues debió sufrir la contaminación del bien: lo cual explica por qué la creación no puede ser enteramente mala."
Me ha gustado mucho esta entrada, Edu. Me parece admirable la imagen de los asuntos humanos como obra imperfecta que necesita constantemente de retoques y chapuzas. Muy poco, casi nada más podemos esperar de eso que llamamos política. Cuando el político pretende hallar la solución definitiva, cuando el intelectual diseña el mundo nuevo como si pudiera empezar a dibujar en un papel en blanco, se prepara una gran catástrofe.
ResponderEliminarEn cuanto a la diferencia entre comunismo y fascismo, soy más de la opinión de Santi y Óscar. En el comunismo hay también un culto desmedido a la acción violenta capaz de derruir lo existente para erigir lo nuevo; de hecho, es Marx el que más decididamente afirma que la violencia es la partera de la historia. En cuanto al programa de futruo, tampoco creo que el nacionalsocialismo careciera de3 él: su pretensión de destruir la vieja sociedad decadente y fabricar la nueva contiene parecidas pretensiones prometeicas a las de los comunistas del primer tercio de siglo. Más allá de los líderes del momento, más allá de Hitler o Stalin, es seguramente Prometeo el dios adorado por las masas rojas y por las pardas. No creo que esté ahí la distinción entre ambos, ya que el comunismo también propugna en realidad una construcción del futuro que no es más que la reconciliación de la existencia del hombre con su esencia. Este hombre nuevo comunista, en realidad, es también pensado como un hombre muy viejo: el hombre esencial oculto bajo la contingencia y el desorden de una sociedad desorganizada en que no puede reconocerse en su mismidad.
Oscar, unos textos muy interesantes. Vuelves a Ciorán...
ResponderEliminarBorja, me alegra ver que en algo estamos de acuerdo y también que en algo no lo estamos. Yo sigo apostando por esta descripción, que me parece más sugerente. En el comunismo veo claramente lo que dices, la restrucción por lo existente para la edificación de un nuevo orden social e, incluso, natural. Que entendamos marxistamente que esa construcción es una reconstrucción dado que se trata de una reconciliación me parece más problemático. En el marxismo la esencia humana consiste en la actividad demiúrgica, lo que quiere decir que es la construcción de lo nuevo lo que queda avalado. El fascismo es una suerte de conservadurismo llevado hasta el paroxismo; siempre nos resulta difícil distinguir entre el totalitarismo de izquierdas y el totalitarismo de derechas y caemos en la tentación de disolverlos los dos en el mismo magma. Pero siempre, por lo menos a mí, me queda la sensación de que no son los mismos tipos los de las camisas rojas y los de las camisas pardas, que aunque haya muchas similitudes en los resultados, las actitudes son distintas en unos y en otros. Y tengo la sensación de que el fascismo proviene de esa falta de compasión para con el sufrimiento, falta de compasión que se justifica en una teodicea perversa. El fascista comienza siendo no compasivo y deviene en un gozoso sádico. En esta misma línea cabe interpretar la ética kantiana como lo hace Onfray en "El sueño de Eichman": es una ética de sumisión y aceptación de lo real. ¿por qué suportar el sufrimiento?, ¿por qué tolerar la injusticia?, ¿por qué permanecer impasible frente al exterminio? "porque es mi deber". Es el cristianismo protestante y pietista lo que queda racionalizado en el pensamiento de Kant y luego asoma su cara más cruda en el ethos conservador y fascista. No creo que veas, por ejemplo en las dictaduras chilena y argentina, en la españa franquista o la Portugal de Salazar el deseo de fundación de un hombre nuevo, un estado nuevo. Tal vez lo veas en Alemania e Italia, pero tampoco creo que sea así. Un ejemplo estaría en la forma en que el estado Nazi y el estado Vaticano se cuidaron mútuamente. Los nazis siempre tuvieron la convicción de que ellos eran hombres blancos cristianos, protestantes sí, pero cristianos. La iglesia siempre concibió a los nazis alemanes como una oveja de las nuestras. la mano de Abraham cortándole el cuello a Isaac. La iglesia supo muy pronto de las exterminaciones de judíos y no movió ni un dedo, contempló impasible el 'sacrificio'; hay una película que retrata bien esto "Amen", de Costa-Gavras. En Italia Pio XI tuvo una relación 'cálida' con Musolini, lo demuestran por ejemplo los pactos de Letrán, la petición del voto para los fascistas en las elecciones de 1929 y la afirmación del mismo papa de que Benito era un hombre enviado por la providencia. Hay que escarbar mucho para encontrar un fascismo que no exprese cierto respeto, incluso fascinación, por el cristianismo.
Se me ha ocurrido un símil. Todos sabemos que la novela de Orwell 1984 está inspirada en la dictadura Stalinista, y por eso esa sociedad tiene ese aspecto tan frío, tan ausente de cualquier elemento que tenga que ver lo más mínimo con la tradición. Pero imaginemos que Orwell se hubiera inspirado en la Alemania Nazi. ¿Tenéis la sensación de que el resultado habría sido el mismo tipo de sociedad? yo tengo la sensación de que no. Me imagino más una sociedad muy violenta y muy poco compasiva pero llena de elementos de la tradición 'germánica', una especie de creación artificial del mundo tradicional añorado.
ResponderEliminarEdu, ya sabes que estamos de acuerdo en la caracterización, y diferenciación, del comunismo y el fascismo.
ResponderEliminarLo que no acabo de entender es la interpretación de la ética kantiana por parte de Onfray (un tipo que, por cierto, me da mala espina). No veo porque ha de ser la coartada de una moral conservadora… más bien al contrario. El sujeto moral imbuido por el imperativo categórico no se resigna ante la injusticia, al contrario, no repara en el precio que debe pagar por cumplir con su deber. El peligro es otro: la falta de compasión.
Yo, en 4º de la ESO, cuando tengo oportunidad, les pongo la película “El puente sobre el río Kwai” para ilustrar la diferencia entre la moral kantiana y el utilitarismo: el coronel Nickolson sería la encarnación del kantismo y el mayor Shears la personificación del utlitarismo. El problema de Nickolson no es su pasividad sino su intransigencia.
Saludos
Tienes razón en parte Óscar, esa es una forma de ver la moral Kantiana, pero Onfray señala algo que solemos evitar en Kant resaltando otros aspectos, su respeto de la ley por encima de cualquier emotivismo. En cierto sentido lo señalas tu: el peligro es la falta de compasión. La moral kantiana está muy bien cuando el deber se entiende dentro de los límites de la compasión, del rechazo de la crueldad, pero si no es así la cosa se desmadra. Onfray se refiere al cautiverio de Eichmann, el responsable de la organización del exterminio, quien se declaró a sí mismo como un Kantiano cumpliendo con su deber. Eichmann decía "me repugnaba, pero tenía que superarlo y cumplir con mi deber". Si ves una película estupenda, "La Solución final", queda retratado el problema de forma terrible: a muchos de los que se sentaron aquella mañana en la mesa de Wansee les repugnaba lo que allí se proponía pero lo aceptaban con sacrificio y lealtad; en el caso de Eichmann es evidente. En el fondo, desde la perspectiva del "dar hasta la última gota de sangre por Alemania", si uno se exige a sí mismo el sacrificio por los demás, por una sociedad idealizada ¿por qué no vamos a exigirle a los judios que mueran también por ese fin tan elevado? la ética Kantiana debiene en la ética del soldado. Kant nos libera de la obediencia para inmediatamente encadenarnos al deber; no se trata de que seamos compasivos, se trata de que cumplamos con nuestro deber de forma ciega.
ResponderEliminarLa ética de Kant educó a cuatro generaciones de alemanes; cuando Hitler llegó al poder tenía un país entero dispuesto al sacrificio, preparado para cumplir con su deber.
Edu, como sabes, leí el libro de Onfray la semana santa pasada. La verdad es que no me llegó a convencer, porque nada en una sobreabundante ambigüedad -si mal no recuerdo- al no diferenciar claramente, como sí hace Kant, entre la ley moral y la jurídica. Kant tiene muchos defectos y problemas, pero creo que ahí no está su falla.
ResponderEliminar(después sigo)
Tienes razón Borja en que el libro de Onfray es ambiguo, incluso diría yo, panfletario. En realidad Onfray se limita a destacar que no había ningún espíritu revolucionario en Kant, sino un exacerbado conservadurismno. Pero no es el carácter ni las intenciones de Kant lo que me interesa, sino la peligrosa combinación de meter en la misma botella una ética consistente en actuar por puro deber de forma descarnada y carente de compasión y la Alemania Nazi, lleda de proclamas de sacrificio y exigencias de cumplir con el deber. Lo que dices es verdad, Kant distinguía entre la legalidad y la moralidad, anteponiendo la moralidad; pero es que los nazis actuaron del mismo modo, repetando la legalidad sólamente cuando se adecuaba al cumplimiento de su deber. Lo perverso era un deber descarnado y neurótico.
ResponderEliminarTienes razón en el carácter panfletario del libro de Onfray, y creo que ese salto del supuesto conservadurismo al genocidio sólo es comprensible desde la perspec tiva de alguien que pretende demostrar el supuesto sectario del que parte: que el conservadurismo implica lógicamente el nazismo. Esto, no obstante, olvida que no estamos hablando de ideas, sino de hechos....
ResponderEliminarPensando en la tesis del libro, ma parece absolutamente inconsistente e insostenible:
1- confunde, como decíamos, ley moral y jurídica, de modo que emborrona lo que Kant pudo decir y lo pone al servicio de lo que el autor dice. Creo que un examen ligero de las distintas formulaciones del imperativo categórico excluye terminantemente afirmar que se puede exterminar judíos por deber.
2- además, supone un anacronismo importante el confundir la ley jurídica a la que se refería Kant cuando expone el principio general de obediencia a la ley con las leyes nazis. No creo que Kant hubiese considerado ni siquiera jurídica a una ley que ordenara el asesinato. Pero es que, además, las órdenes de exterminio no fueron leyes ni siquiera en un sentido jurídico, ya que fueron órdenes no escritas y no fueron siquiera promulgadas oficialemnte por el estado nazi. Ni Eichmann ni nadie podía obedecer en este respecto a la ley, porque, sencillamente, no había ley promulgada al respecto. Ésas óirdenes obedecían a la fórmula de "la voluntad del führer es ley", lo que nos aleja aun más del concepto kantiano de ley, ya que supone la aceptación de la particularidad como fuente de ley, mientras Kant defendería que sólo la razón, en tanto universal, es legisladora.
Por otro lado, creo que comparar el régimen bnazi con el franquismo y otras dictaduras tradicionalistas -incluso con el fascismo italiano- evita contemplar lo nuevo del régimen con respecto a las fórmulas políoticas tradicionales. Los nazis no tienen nada que ver con el tradicionalismo, y sí con un espíritu faústico también presente en el comunismo soviético. No puedo desarrollarlo aquí, pero repito que el proyecto nazi es absolutamnete ajeno a la tradición y no se encuentra en ninguna otra política anterior.
En cuanto a lo de la iglesia, no creo que la pe´lícula de Costa Gavras sea una fuente muy fiable. Es ciero que la iglesia pudo haber hecho bastante más, pero la iglesia es un cuerpo muy complejo y en Alemania hubo numerosos sacerdotes que fueron asesinados por su oposición al régimen nazi, sobre todo católicos, pero también luteranos y de otras confesiones. El Papa escribió una condena del nazismo en 1937 (que se tituló algo así como "Con gran preocupación")y no hubo colaboración eclesiástica mencionable con los nazis en su proyecto genocida. El caso más reseñable fue el del arzobispo Tiso, que colaboró con los nazis desde la presidencia de Eslovaquia, pero fue censurado por la iglesia por ello. Lo que sí crteo que s le puede achacar a la iglesia es el haber optado por "el mal menor", pensando que una acción cuidadosa y "dialogante" podría atemperar el salvajismo nazi. Ahora está claro que la denuncia pública y la oposición activa hubieran resultado mucho más honorable y efectiva. No obstante, ésa elección del "mal menor" -con la cándida intención de evitar "Males mayores"- supone una mancha indudable en la iglesia de aquel tiempo, ya que, como afrima Hannah Arendt, la elección del mal menor supone la aceptación del mal a secas.
Por cierto, cambiando de tercio, he leído en un liobro de Aron -"El marxismo de Marx"- algo que discutíamos aquí el otro día. Yo decía que la concepción marxista es parecida a la del pragmatismo, y ahora me alegra comprobar que no soy el único, y que un magnífico especialista en la obra marxiana también lo piensa. Transcribo:
ResponderEliminar"(SObre las "tesis sobre Feuerbach): (...) contiene una de las inspiraciones de lo que más tarde se llamó "teoría pragmatista de la verdad", es decir, que el problema de lo verdasdero y lo falso no es una cuestión que deba discutirse en abstracto, ya que para resolverlo hay que tomar en consideración la capacidad de manejo, de manipulación , o bien la eficacia del pensamiento".
EL texto de la tesis número de Marx: "El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento"
Borja, primero estoy totalmente de acuerdo contigo en la interpretación que haces de la ética kantiana.
ResponderEliminarSegundo, si no recuerdo mal lo que tanto Edu como yo tratabamos era desvinvular el pragmatismo americano del "mesianismo lennista". La conexión con Marx que señalas es correcta. Algo no va ser falso porque lo haya dicho Marx, no vamos a ser como los comunistas pero a la inversa.
Saludos
Borja, no te voy a discutir ninguna de los datos históricos que ofreces porque, en realidad no creo que contradigan nada de lo que he comentado. De hecho no hay en mis palabras ninguna acusación a la iglesia, más bien venía a resaltar la habitual admiración que tienen los regímenes dictatoriales de derechas por el hecho religioso cristiano. Y en ese respecto creo que es perfectamente lícita la analogía entre la dictadura española, la italiana, la alemana o las del cono sur de América. Es obvio que no trato de decir que sean lo mismo, pero sí que comparten elementos, igual que pueda hacerlo el régimen nazi con el estalinismo. Yo creo que te equivocas cuando defiendes que el nazismo se erige como algo "nuevo" que nada tiene que ver con el tradicionalismo. El nazismo no deja de ser un ultranacionalismo que se levanta sobre la protección de ciertas esencias. Otra cosa es que te pongas a decir que esas esencias son impostadas, pero ese es otro tema. El antisemitismo nazi es prueba evidente de ese tradicionalismo. Ese antisemitismo no surgió de la nada, siglos de odio PROTESTANTE Y CRISTIANO al judío culminaron en los campos de concentración (que quede claro, culminaron NO DIALÉCTICAMENTE). Me dirás que también hubo antisemitismo en la Rusia de Stalin y te responderé que vale, pero en el estado Ruso el antisemitismo no fue una cuestión de estado, un proyecto de estado. Entre los Nazis, la desjudeización de Europa no era una cuestión más, era LA CUESTIÓN. Si no conectas este hecho con los siglos de persecuciones y defiendes que con los nazis nace un "nuevo" odio... de hecho, si no comprendiéramos alemán y sólo pudiéramos ver la historia de Europa como una película muda, creo que no veríamos cortes en la historia y describiríamos la situación del antisemitismo como un problema de radicalización o e mejoras técnicas de los métodos de exterminio.
ResponderEliminarContinúa...
ResponderEliminarSigo reiterándome que en nazismo hay una TEODICEA perversa mientras que en Stalinismo hay una actividad demiúrgica desquiciada; son dos modos muy distintos de ser y tienen consecuencias también distintas (si quieres hablamos de eso).
Respecto a lo que dices del Panfleto de Onfray creo que no hay mucho que añadir. Todos conocemos suficientemente a Kant como para ver que el imperativo kantiano no puede ordenarnos exterminar judíos. Pero es que yo no quería insinuar nada parecido; he querido hacer notar que la difusión durante dos siglos en Alemania de una ética de la NO COMPASIÓN arroja precisamente eso: individuos no compasivos. Todos nos sorprendemos cuando descubrimos que los alemanes contemplaron impasibles el holocausto, cuando no fué que participaron activamente; ¿acaso no resulta razonable pensar que tiene que ver con un "ethos alemán" que no fué inventado de la nada en diez años por el NSDAP? Puede que Onfray sea sectario al llamar la atención sobre esta conexión, pero eso no hace que tenga más o menos razón. El caso Eichmann es simplemente paradigmático: el responsable de la organización del holocausto diciendo que sentía repugnancia por todo lo que sucedía pero que cumplía con su deber, como le habían enseñado a hacer porque se declaraba como un buen kantiano. Al respecto podemos tomar tres posturas; podemos hacer como Arendt y señalar simplemente que Eichmann no comprendió a Kant. O podemos hacer como Onfray y aprovechar la ocasión para cargar contra el conservadurismo político. O ponermos optar por la postura más razonable: preguntarnos qué pudo llevar a un nazi como eichmann a actuar kantianamente de ese modo, suponer que pudo haber más alemanes como Eichmann, tratar de ver si puede ser considerado como un hecho sociológico y ESTUDIARLO. Porque a lo mejor resulta que, como digo, formar a tres generaciones de alemanes en la NO COMPASIÖN puede tener que ver algo con cómo se comportaron esos alemanes en los años treinta y cuarenta. Y es que, tal vez el ethos kantiano sea algo deseable en una república de intelectuales, pero tal vez sea una bomba de relojería en la alemania del 33.
Por último realtar lo que me parece otro equívoco. En nada tiene que ver la concepción pragmatista de la verdad en el marxismo con la idea de James. Para Aaron, como señalas, la práctica es la confirmación del desarrollo dialéctico inexorable, de la eficacia del pensamiento. En el pragmatismo americano, sobre todo en el último (Rorty, Putnam, Davidson) no hay ni sombra de dialéctica: la práctica únicamente confirma que las cosas las estamos haciendo bien, pero más que por una cuestión de lógica, por una cuestión de ensayo error. Vayamos haciendo las cosas que van saliendo bien y cambiemos las que van saliendo mal. En el materialismo dialéctico siempre se puede salvar la teoría sea cual sea la práctica.
Una cosa me gustaría comentar contigo Borja; siempre te vemos censurando posturas como esta, el concepto pragmático de la verdad (concepto que no comparto, dicho sea de paso), pero a mi no me queda clara nunca cuál es tu postura. No sé si crees en esencias preexistentes (al modo de platón), si eres trascendentalista como Kant, si crees en un modelo constructivista del conocimiento... no tengo ni idea. No sé qué postura tienes cuando defiendes con rotundidad que debe haber un criterio de verdad que distinga lo que es de las ficciones. Alguna vez te lo he preguntado y generalmente eludes la cuestión de forma un poco vaporosa.
ResponderEliminarMi postura al respecto es de sobra conocida: hablar de verdad y mentira es algo irrelevante ya que la verdad no añade nada significativo ni a nuestro conocimiento ni a nuestras acciones.
Óscar: por supuesto, yo no quería decir éso. Cuando remito a Marx es porque había ahí algo que había mencionado. Es cierto que, en realidad, mencioné a Lenin, pero en este concepto de verdad creo que Lenin es aun más descarnado: lo verdadero es lo eficaz, lo que funciona.
ResponderEliminarEn este sentido, creo que la dialéctica no cambia la cuestión, Edu; evidentemente, hay muchas diferencias entre los pragmatistas americanos y el marxismo-leninismo, pero quizás no se refiera tanto a la determinación de la verdad -que en ambos casos se remite a la eficacia o el funcionamiento en la experiencia- sino a lo que esas distintas teorías pretenden hacer con la verdad. En este sentido, sin duda, dialéctica y pragmatismo diferen considerablemnte.
Por último, Edu, creo que te equivocas al pensar el nazismo desde categorías políticas tradicionales, porque se separa radicalmente de ellas. La cuestión está en que en poco se parece el régimen nazi a los regímenes "de derechas"; por ejemplo, en lo que apuntas no se parecen en nada: el régimen nazi fue, desde principio a fin, profundamente anticlerical, lo que es opuesto a la afinidad entre los regímenes tradicionalistas. El nazismo persiguió a las iglesias, y lo único que alentó fue la creación de movimientos como los "cristianos alemanes", que eran simplemente nacionalsocialistas y se apartaban de la iglesia constituida. Sólo por señalar un pequeño dato: Eichmann, cuando abandonó su tarea de organizador de los transportes de judíos en el año 44, fue nombrado presidente de la "Oficina de Lucha contra las Iglesias", lo que es algo paradójico en un régimen clerical.
Cuando hablo de los nazis y los soviéticos no quiero decir que sean lo mismo, ya que no lo son. Sólo me refiero a que poseen ambos una naturaleza extraña con respecto a los regímenes políticos conocidos hasta entonces. Localizar a los nazis en "la derecha" y a los soviéticos en "la izquierda" es asimilarlos a categorías políticas que desbordaron ampliamente. Lo que los une es su absoluta novedad, su poder fundado en nuevos fundamentos que la teoría política nunca había pensado.
Edu, en cuanto a tu pregunta: seguramente ocurre que no tengo una solución que pueda admitir sin sentirme incómodo con ella. No sé en qué consiste la verdad, y las distintas soluciones -también la platónica, también la trascendentalista- no me satisfacen. Creo que eso que buscamos como "verdad" es, finalmente, se me escapa. Por eso las respuestas me insatisfacen.
ResponderEliminarQuizás lo que sí mantengo es un exigencia ética al respecto: la exigencia de no plegar la verdad al sujeto ni a las circunstancias, sino de proyectarla siempre como una búsqueda de lo que las cosas son, sean éstas como sean.
Esto necesitará más desarrollo, lo sé.
Edu, tu comentario me ha hecho recordar "La cinta blanca" la película de Haneke. La promocionaron como la película que muestra "las raíces del nazismo". Yo no veía "raíces" por ningún lado. Pero es verdad que muestra un grupo humano absolutamente inclemente, que yo interpreté como efecto de la ignorancia y la dureza de la vida rural (lo que es igual en todas partes). Pero igual me equivoco. ¿Has visto la película? ¿encaja con lo que dices?
ResponderEliminarPdta: Me explique mal, no quería señalar una semejanza entre la concepción de la verdad del materialismo dialéctico y la del pragmatismo americano. Simplemente digo que las citas de Marx que presenta Borja me parecen acertadas y encajan en lo que podemos llamar una concepción pragmática de la verdad ( con la que estoy de acuerdo)
Recientemente he terminado de ver las cinco horas de "Shoah" la peli de Lanzman sobre el Holocausto. Merece la pena. Lanzman se traslada entre otros lugares, a Polonia en lo que parecen principios de la década de los 60. Los supervivientes y testigos todavía eran relativamente jóvenes y los lugares, debido al abandono del régimen comunista, no habían cambiado demasiado. Algunos testimonios son verdaderamente sobrecogedores.
ResponderEliminarHombre Edu, yo creo que hacer desembocar a Kant en el nazismo es cogersela con papel de fumar.El deber es un concepto muy anterior al del filosofo y Kant era un filosofo que gustaba a judíos y socialdemocratas.Vale que Kant no folló y probablemente no tenía sangre en las venas, pero acusarle de una ´´etica de la no compasión no sólo es exagerado y ventajista, sino que además es creer que al genio de Konisber le hacían caso más de cuatro gatos( AH, Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA LE PARECIÓ al principio algo magnífico, deplorando los excesos de los sans culottes.Curiosamente, a todos los filosofos utilitaristas británicos les pareció terrible casi desde el inicio.Si quieres no compasión parecen más adecuados, schopenhauer, Nietsche, la tropa romántica y los místicos vitalistas, que además escribían mejor y fueron más leídos.
ResponderEliminarLa genealogía nazi con el pasado resulta obvia( tu apunte sobre el antisemitismo secular y la mejora de los medios de exterminio resulta más que pertinente). El fascismo se define por negaciones, antiliberal, antimarxista y antitradicionalista.
Pero también los elementos nuevos del fascismo son apabullantes: voluntarismo, nuevo estado, violencia creativa, movilización de masas, nuevo individuo, nueva comunidad orgánica, paganismo, deificación del hombre, ecologismo,nacionalismo radical, racismo desatado, compulsión infinita, exterminio nihilista.Esto no es una teodicea donde el mundo sea perfecto en cuanto le demos una mano de sangre y hostias.
Que el fascismo supiera aprovechar las religiones en su favor no obstaculiza que no toleraría nunca ninguna religión que pretendiera sustituirle.
Los regímenes fascistas y otros autoritarios semejantes surgieron en circunstancias sociales muy parejas, como una reacción a enormes transformaciones que traía aparejada la modernidad, como las tensiones socioeconómicas derivadas de la industrialización, la apoteosis de la cultura que aparejaba el nacionalismo y los medios de socialización y las nuevas religiones; el fortalecimiento del estado con su corolario imperialista y los desordenes de la guerra mundial.Todo esto me temo que influyó más que el bueno de kANT.lOS PAISES MÁS ATRASADOS como los del sur y este de Europa, donde ni el estado era fuerte, ni el nacionalismo y la cultura habían pasado de la adolescencia, donde el nivel de desarrollo era demasiado deudor de la agricultura y donde no había clase media y el instrumento de poder para acceder al estado era el ejercito, esos acabaron en dictaduras conservadoras.En Italia y sobre todo en Alemania, se parió algo nuevo.
Por cierto, mucho ojo con esto de lo nuevo y lo viejo.Practicamente toda la filosofía de la ilustración puede devenir de los griegos y el cristianismo, o el romanticismo es a la vez ultraconservador y prometeico y todas las parusías revolucionarias llevan aparejadas el alfa y el omega.
Por poner ejemplos el humanismo cristiano del XVI apela a la perfectibilidad del mundo, aunque para ello fuera necesario acabar con la pobreza, la llave que abría la puerta a las buenas obras.Amejoramiento del mundo hay en la etica protestante, en el jansenismo francés, en el combate jesuita.Y en las ideologías revolucionarias el fin de la historia parece la Jerusalen Celeste.
Para acabar¿no sería mejor apelar a la inacción para lograr cualquier mejoramiento? Lo que es, es por algo, se construye espontaneamente y permanece si nada lo ataca.Si sobrevive es eficaz, es verdad y justicia por tautología.Nada es perfectible en proyecto, sólo por adaptación
Del post rescataré (o sea, haré incapié) en la sentencia de Eduardo que me parece básica para comprender "mejor" la marcha de las cosas, a saber: "chapuzas que van soportando de manera más o menos aceptable los problemas con que se van encontrando, que se diseñan a partir de estructuras preexistentes y que tienen ciertos efectos secundarios imprevisibles" (a la que, qué remedio, haría algún ajustillo). Me resulta difícil (una vez más y cada vez más) entrar en todos los matices de la discusión; haría falta un ensayo, je... Sin embargo, me gustan las puntualizaciones concretas, las evidencias en fin, que principalmente Santi (no por nada la visión "histórica" aquí) pone en el candelero y que para mi gusto han sido un tanto "acomodadas" al discurso de Eduardo por él mismo, partiendo comme il faut de "su propia visión" (esto es "su ideología") en lugar de hacer lo que a mi criterio debería hacerse, que es lo contrario, al menos la revisión contraria, la "crítica" del punto de partida en base a los datos evidentes, los que intuimos sin preconceptos en sentido estricto... Algo tal vez demasiado límite y, sobretodo, infranqueable por quienes no pueden (podemos) sino mirar "el mundo" a través de la mirilla o del ojo de la cerradura.
ResponderEliminarUn saludo.
BORJA: Me reafirmo. Por supuesto tu tienes razón al resaltar el carácter anticlerical del nazismo, pero creo que eso no invalida mis palabras: el nazismo tiene un vínculo fundamental con el hecho religioso; los nazis es verdad que persiguieron en muchos casos a la Iglesia católica, pero más porque eran una fe en competencia, que porque fueran anticlericales. El hecho de que esta sea un tema controvertido y haya autores que consideran al nazismo como profundamente anticristiano mientras que otros resalten su origen protestante y sus vínculos con el cristianismo, creo que me da en cierta forma la razón. Seguramente, tu que has leído mucho más al respecto y apoyándote la mente enciclopédica de Santi, podréis resaltar muchas circunstancias en las que lo que hubo fue persecución de la fe cristiana. Hay un libro de Konrad Low que muestra esto básicamente y contesta a películas como la que os he señalado. Pero el caso es que también podemos encontrar acontecimientos y situaciones en los que ocurría lo contrario; muchos nazis sintieron siempre la revolución hitleriana como un movimiento de regeneración protestante, y me reitero en el hecho de que, de otra forma, no hay forma de explicar la persecución judía. En mi opinión las dos posturas están en cierta forma justificadas, y muestran que la relación del nazismo con la religión era, cuando menos, problemática. Y eso es precisamente lo que creo que me da la razón. Este problema no lo encontraremos con respecto al Stalinismo, no hay ambigüedad al respecto y vemos claramente que sí hay una voluntad firme de reconstruir la realidad desde cero (la actividad demihurgica de la que hablo).
ResponderEliminarRespecto a la cuestión de la verdad, es precisamente el punto importante y seguramente el más flaco de tu discurso; generalmente tu acción va encaminada a marcar un límite entre la ideología impostora y falsificadora, y un modelo de racionalidad mucho más cercano a los hechos, pero no aclaras ese modelo y es por donde deberíamos empezar a hablar.
Es verdad que la comparación entre el nazismo y los regímenes de derechas tradicionalistas es complicada y nos resulta particularmente difícil por nuestra propia historia. Pero es que me parece que es inevitable; en España durante una época muchos miraron en dirección a Italia y a Alemania, y de ahí la Falange. No creo que puedas negar la vinculación entre la Falange y el fascismo y nazismo. Pero si vamos más cerca, a las dictaduras del cono sur, la admiración por el germanismo nazi entre argentinos y chilenos era más que evidente. No fue casualidad que los nazis huidos se escondieran en Argentina o en Chile. Y estas dictaduras eran tradicionalistas, ultracristianas y profascistas. Yo no quiero decir que sea lo mismo el franquismo que el hitlerismo, claro está, pero creo que vínculos importantes hay.
SANTI: evidentemente ni se me ocurriría hacer devenir el kantismo en nazismo. Pero creo que minimizas la posible influencia de un pensador como Kant en todos los estratos de la cultura. Tal vez si habásemos de pensadores menos de primera fila te daría la razón y coincidiría contigo en que no dejan de ser intelectuales de pacotilla (nosotros estaríamos en la fila séptima). Pero no podemos menospreciar a Kant, a Darwin o a Marx, por ejemplo. Durante todo el silo XIX la "ciencia del alma", es decir, la psicología fue profundamente kantiana y supuso un paradigma de primer orden en las universidades americanas y alemanas. Y no se puede negar relación tan estrecha que se fue desarrollando en estos años entre psicología y política, o lo que es lo mismo, entre psicología y la sociedad en general. Tampoco se puede negar la influencia decisiva como Herder, discípulo de Kant, en la elaboración del pensamiento político... en fin, que lo que quiero decir es que no se puede negar la influencia que Kant y la ética Kantiana en la configuración del carácter Alemán.
ResponderEliminarLo que me parece una categoría poco acertada y que, en cierta forma es herencia Nietzscheana, es la del “nihilismo” aplicada al nazismo. No veo nihilismo entre los nazis. Es más, creo que el nihilismo al que alude Nietzsche aplicado a los movimientos políticos es lo que él llamaba “nihilismo pasivo” que tiene mucho más que ver con la carencia de acción, con la psicología de la masa, mucho más cercano a las sociedades del bienestar que al activismo político nazi. Y el nihilismo activo del que habla estaría más relacionado con el tipo de personajes que describe Palaniuk en su novela “El club de la lucha”, que con la acción violenta del nazismo. En el fondo donde quiero llegar es que el nazismo no es muy diferente de cualquier movimiento religioso, pero llevado al paroxismo.
Edu, no quiero desdeñar la influencia de Kant, sino ponerla en perspectiva.Tienes razón en subrayar sus frutos indirectos a través de las aulas, en sus discípulos o de la psicología en pañales.Ahora bien, derivar de la etica kantiana la falta de compasión me parece un sinsentido, no sólo por el imperativo categórico o la paz perpetua, es que a través del krausismo se configuró como vehículo de causas progresistas.Si desvirtuamos a kant para decir que los alemanes estaban acostumbrados a obedecer y a no tener compasión por el dolor ajeno, sigue siendo una presunción desmedida el creer que un filosofo influye tan poderosamente en los comportamientos.Que la psicología del momento condiciona la forma de ver el mundo, sobre todo de las élites es evidente.Pero en la ideología que pare al fascismo, cuya genealogía no es facil de desentrañar, me parecen más influyentes las tesis irracionales y sentimentales,Herder, sí, pero en lo que tiene de romantico, el idealismo alemán, el vitalismo,el superhombre y la voluntad de poder, el mundo como voluntad, las teorías elitistas, el darwinismo social, el racismo moderno científico, no el aristotélico o religioso, etc.
ResponderEliminarEn cuanto al nihilismo fascista, yo me refería a su caracter genocida, imbuido de amor por la nada en su ambición exterminadora.Creo, no obstante que también se puede aplicar al nihilismo activo, porque hay en los actos nazis una autopulsión de muerte, de desafío a todo o nada, sin componendas: un imperio que no pueda desatar la operación barbarroja, que no pueda sojuzgar a rojos y eslavos, no merece la pena construirse.Si no se pasa la prueba del valor no hay reich que valga.
Por lo demás, debo recordar que sin gran depresión la falta de compasion de Kant no hubieran provocado la IIGM, Y SIN ELLA EL HOLOCAUSTO NO SE HABRÍA PRODUCIDO, INCLUSO SIN LA DERROTA DEL REICH.
Por lo demás no contestas a mis argumentos...
Una cosa más, relacionada con el parecido del fascismo con las religiones.En las teoría clásica de la secularización promovida por la Ilustración se señalaba su retroceso frente a la razón, lo inmanente, lo empírico, etc.Algunos politologos vieron en las ideologías políticas revolucionarias un trasunto de las antiguas religiones:germinaban en la fe, religaban al individuo con la comunidad , le ofrecían trascendencia y daban sentido a la existencia.Que essa proyección religiosa en la política se dio, no hay ninguna duda:nadie se moviliza hasta la muerte por convicción racional.que esas ideologías bebían a su vez en fuentes religiosas es evidente en cuanto se rastrean sus orígenes.En ese sentido, tanto el liberalismo radical, el nacionalismo, el anarquismo, el socialismo y el fascismo, apelan a cosmovisiones religiosas.
ResponderEliminarPero voyb a decir más los historiadores actuales que han estudiado las religiones mundiales en la edad contemporánea niegan el retroceso religioso decimonónico, relegandolo a un mero deseo de intelectuales, los nuevos clérigos que quieren desalojar del nicho a los antiguos predicadores.Pero resulta que las herramientas que permitieron el crecimiento de laas culturas laicas también impulsaron las religiosas.La s religiones se hicieron más jerarquicas, mejor organizadas, aprovecharon la alfabetización y los medios de socialización, se sistematizaron y se hicieron más coherentes, se adaptaron a la refutación científica, al debate, a las predicaciones.En fin, se hicieron modernas.De hecho, la secularizacion racional solo se circunscribe a Europa Occidental en el ultimo medio siglo, y con matices.El hecho religioso está muy vivo y mueve a la acción a más millones de personas que a la inversa.Y la politica es acción o exilio interior.
Otra cosa, el estalinismo también fue ambiguo con la religión, no la exterminó, más bien, la desdeñó o la utilizó cuando le convino, como en la II GM.lOS POPOLARI, el partido católico italiano fuel mayor enemigo del fascismo hasta que el Papa firmó los acuerdos de Letrán.
Una buena y sencilla clasificación de regímenes dictatoriales de derechas está en el librillo de Payne sobre el fascismo, en el que me he basado en un párrafo anterior.En él diferencia entre dictadores tradicionalistas, dictaduras conservadoras que incorporan algún elemento nuevo,( neocorporativismo, nacionalizaciones, partidos unicos)a veces copiado del fascismo, pero sin poner la carne en el asador( Franco, Primo, las dictaduras americanas) y el fascismo generico, que compartiendo las pulsiones antirevolucionarias con los anteriores predicaban transformaciones socioeconñomicas de gran calado, movilizaban masas, propon´´ian una trascendencia heroica pero laica, agigantaban el estado y sus medios de coacción, santificaban la violencia y la guerra como no se había hecho nunca.En fin, algo nuevo y terrible
Edu:
ResponderEliminarSin duda parte dela falange tomó como modelo a la Alemania Nazi; es la falange "radical", revolucionaria y opuesta a la tradición conservadora; ésa parte de la falange originaria es precisamente la depurada por Franco en 1937. Como otros partidos, la falange como tal desapareció en ése momento. Desde entonces existió sólo de nombre -como supuesta fusión entre falange y tradicionalismo- y los viejos falangistas fueron incluso perseguidos y silenciados. Por eso aquello de la "revolución pendiente"
Borja, eso lo sabemos todos, pero tampoco vamos a salvar a Franco del franquismo. Si en un partido como falange, de inspiración claramente fascista, convive de forma armoniosa las ideas fascistas con el tradicionalismo, digo yo que existirá la posibilidad de considerar que hay una vinculación entre estas posturas. Y eso es independiente de que Franco le gustara más el tradicionalismo que el fascismo y depurara la Falange de los aspectos con los que no se sentía tan cómodo. Es innegable que buena parte del tiempo el tradicionalismo y el fascismo malangista convivieron en paz y armonía en la España que estaba "construyendo" cierta derecha española. Negar esto y querer ver que el fascismo es un hongo surgido de la nada y sin vinculación con nada preexistente, especialmente con el tradicionalismo, me parece que sería lo que en tu terminilogía llamaríamos "negar los hechos".
ResponderEliminarHace poco en un libro de Umbral, "La Leyenda del César visionario", leí algo sobre esto que apuntas; ahí describe a Franco como un bonachón tradicionalista al que le abrumaba la parafernalia fascista y prefería sin duda la España de las pancartas escritas con sábanas dopnde se lee "Franco te queremos". Pero también cuenta el papel de los intelectuales del régimen, todos adscritos a una línea contínua que va desde el tradicionalismo al fascismo germanista.
El campamento falangista de Covaleda, que he visitado gracias a ti, es difícil intenderlo sólo como una ruina del "tradicionalismo franquista"; la parafernalia y es espíritu que allí puedes ver es de clara inspiración fascista y tradicionalista, tanto en 1953 como en 1973.
Y supongo que tú también verás una vínculo claro entre el nacimiento del nacionalismo tradicionalista, por ejemplo el vasco, que en muchas cosas se asemeja al fascismo.
Para armonizar esos elementos, Edu, Franco tuvo que extirpar la raiz revolucionaria de la Falange; date cuenta de que esa Falange previa a la guerra era un partido sumamente minoritario, una estructura mínima con respecto al tradicionalismo o el conservadurismo tradicional. El que Franco conservara el nombre no quiere decir que conservara la falange como tal; utilizó con astucia de todo lo que podía aprovechar para ganar la guerra, pero el contenido antitradicionalista fue eliminado, quedando sólo algún residuo de muy poca importancia efectiva. Para el año 1943, con la previsible victoria de los aliados, la falange no existe, y los pocos falangistas "camisas viejas" han sido alejados inteligentemente de España a trav´
ResponderEliminarwes de la "División azul" por Franco para que no obstruyan su labor, dados en sacrificio a las "hordas rojas".
En cuanto al asunto de la verdad, confieso mi perplejidad ante algo tan inabarcable. Lo que sí creo, y es lo que suelo reivindicar, es que la verdad no ha desaparecido del ámbito de nuestras preocupaciones por muy posmodernos que seamos; es decir, frente a la disolución de la verdad en tan diferenctes formas de eficacia, de funcionamiento, de "haceres" y predicciones, sólo digo que cualquier concepción de lo verdadero ha de contemplar la verdad en el uso que implícitamente le damos en tantas cosaa que decimos. Esto quiere decir: la consideración de lo verdadero tiene que ver con la pretensión de establecer diálogos que significçquen algo, que no sean meras logomaquias sino búsqueda real de algo que puede despejarse en el hablar. La consideración de lo verdadero ha de contemplar, al menos, una dimensión referida al mundo de los hechos y las cosas mundanas, y al hecho de que hablar es algo que se da en el mundo y supone un mundo en el que darse. Me refiero, por ejemplo, a la pretensión de verdad que tú mismo -y yo cuando te digo que no es así- expones al defender la cercanía entre el nacionalsocialismo y el protestantismo; evidentemente, si dices algo así es porque piensas que lo que dices es adecuado a lo que pasó allá por los años treinta, y no por eso eres un rancio. Simplemente, sin atender a que en el lenguaje también reconocemos lo que pasa o lo que pasó -sin obstar esto para que existan usos de lenguaje que "sirven" para otras cosas- simplemente no podríamos hablar.
Por decir
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ResponderEliminarPara armonizar esos elementos, Edu, Franco tuvo que extirpar la raiz revolucionaria de la Falange; date cuenta de que esa Falange previa a la guerra era un partido sumamente minoritario, una estructura mínima con respecto al tradicionalismo o el conservadurismo tradicional. El que Franco conservara el nombre no quiere decir que conservara la falange como tal; utilizó con astucia de todo lo que podía aprovechar para ganar la guerra, pero el contenido antitradicionalista fue eliminado, quedando sólo algún residuo de muy poca importancia efectiva. Para el año 1943, con la previsible victoria de los aliados, la falange no existe, y los pocos falangistas "camisas viejas" han sido alejados inteligentemente de España a trav´
ResponderEliminarwes de la "División azul" por Franco para que no obstruyan su labor, dados en sacrificio a las "hordas rojas".
En cuanto al asunto de la verdad, confieso mi perplejidad ante algo tan inabarcable. Lo que sí creo, y es lo que suelo reivindicar, es que la verdad no ha desaparecido del ámbito de nuestras preocupaciones por muy posmodernos que seamos; es decir, frente a la disolución de la verdad en tan diferenctes formas de eficacia, de funcionamiento, de "haceres" y predicciones, sólo digo que cualquier concepción de lo verdadero ha de contemplar la verdad en el uso que implícitamente le damos en tantas cosaa que decimos. Esto quiere decir: la consideración de lo verdadero tiene que ver con la pretensión de establecer diálogos que significçquen algo, que no sean meras logomaquias sino búsqueda real de algo que puede despejarse en el hablar. La consideración de lo verdadero ha de contemplar, al menos, una dimensión referida al mundo de los hechos y las cosas mundanas, y al hecho de que hablar es algo que se da en el mundo y supone un mundo en el que darse. Me refiero, por ejemplo, a la pretensión de verdad que tú mismo -y yo cuando te digo que no es así- expones al defender la cercanía entre el nacionalsocialismo y el protestantismo; evidentemente, si dices algo así es porque piensas que lo que dices es adecuado a lo que pasó allá por los años treinta, y no por eso eres un rancio. Simplemente, sin atender a que en el lenguaje también reconocemos lo que pasa o lo que pasó -sin obstar esto para que existan usos de lenguaje que "sirven" para otras cosas- simplemente no podríamos hablar.