Para llegar a entender qué quiso decir Marx es preciso conciliar dos instantes de su filosofía que se presentan repentina y bruscamente como distanciados y contrapuestos, como dos polos excluyentes y acérrimamente enfrentados. Lo crucial, si queremos ingresar en el pensamiento de Marx y apresar su sentido, es que esta brutal contradicción ha de ser pensada como una contradicción válida, una contradicción de la cosa misma y no como un error o una falla del pensamiento; es decir, ha de ser pensada de forma dialéctica, sin pretender desechar ninguno de los extremos en que se da el conflicto, sino confiando en su plena validez mutua. La dificultad es aquí profunda y tenaz, sobre todo si vamos más allá de fórmulas como “pensamiento dialéctico”, ya que exige entender de veras qué quiere decir exactamente que lo contradictorio sea real, o que la realidad se desenvuelve en la contradicción. Los dos instantes de los que hablaba arriba –indispensables en la economía del pensamiento marxiano- tienen, por ello, que ser localizados en una confrontación dialéctica, o, dicho de otra manera, han de ser pensados a la vez:
1- La realidad es materia. Esta materia se transforma y desarrolla de acuerdo con estructuras y formas independientes con respecto a la voluntad humana, sólo obedeciendo leyes propias que se cumplen de modo determinista. El hombre no puede dominar el desenvolvimiento de las fuerzas materiales, sino sólo obedecer, se dé cuenta o no, a la necesidad de su desarrollo.
1- La realidad es materia. Esta materia se transforma y desarrolla de acuerdo con estructuras y formas independientes con respecto a la voluntad humana, sólo obedeciendo leyes propias que se cumplen de modo determinista. El hombre no puede dominar el desenvolvimiento de las fuerzas materiales, sino sólo obedecer, se dé cuenta o no, a la necesidad de su desarrollo.
Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que radican, por el contrario en las condiciones materiales de vida (…) y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.(…) en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política
No obstante, y aquí estamos en la perplejidad de la contradicción, también encontramos que, viviendo en una realidad material como la descrita en 1-),
2- El hombre es productor de la realidad y está dotado de la capacidad de someter el devenir material a planificación y ordenación racionales.
2- El hombre es productor de la realidad y está dotado de la capacidad de someter el devenir material a planificación y ordenación racionales.
La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado regule racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, situándola al alcance de todos, en vez de siendo gobernados por ella como una fuerza ciega; y también consiste en hacer esto con el menor gasto de energía y bajo las condiciones más favorables y dignas de su naturaleza humana.El Capital, III
En un caso, el hombre es necesariamente doblegado por el transcurrir necesario de la materia y cumple sin remisión los designios dictados por sus leyes; en otro, domeña el entorno para darle la forma de la organización racional adecuada a la libertad, y obtiene de la realidad que cumpla las aspiraciones íntimas de la razón, convirtiéndose, de realidad natural, en realidad plenamente humana. En palabras de Raymond Aron, se plantea la cuestión de saber por qué se produce esa conjunción entre un cierto determinismo y una realización de la razón (…) es decir, cómo es posible que el proletariado realice a la vez lo obligado por el determinismo material y lo necesario desde el sentido de la razón[i] ¿Cómo es posible comprender ambas proposiciones a la vez? ¿No se excluyen necesariamente la una a la otra? ¿Qué es lo que tiene que pasar para que podamos aceptar la verdad de ambas? Marx ofrece, en una formulación vaga, la unidad de los contrarios que es menester alcanzar: por tanto, las circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que éste hace a las circunstancias (La Ideología Alemana, “Sobre la producción de la conciencia”). Esta afirmación, sin embargo, en su misma simplicidad muestra su complicación profunda; como fórmula es biensonante y plausible, pero no nos dice nada sobre su sola posibilidad ni sobre cómo entender de modo no confuso su contenido. La dificultad sigue siendo, me parece, enorme. ¿Qué tiene que pasar para hacer inteligible la unidad de ambos momentos? Tienen que pasar, al menos, dos cosas: que seamos capaces de reformular completamente el concepto comúnmente aceptado de verdad, por un lado, y, por otro, que ingresemos en la concepción dialéctica de la realidad como proceso, como despliegue en el tiempo, de tal manera que el tiempo ya no sea sólo un transcurso, sino una explicatio de la realidad, una dimensión dotada de plenitud y significado en relación al sentido del proceso en que la realidad se hace. Una nueva verdad, entonces, que se hace en el tiempo y en él se efectúa.
Borja, da gusto leer tus artículos sobre Marx porque nos enseñas mucho. Creo que planteas el problema en términos que los podemos comprender todos y además lo señalas como uno de los asuntos centrales y más terribles del marxismo. La solución hegeliano-marxista al problema de la conciliación entre realidad y conocimiento, entre realidad y conciencia puede enmarcarse dentro de cierto programa racionalista en el que Hegel sería sin duda la culminación. El proyecto racionalista una y otra vez se las vió con la dificultad de hacer encajar todas las piezas de la realidad en un puzle lógico, deductivo, apriorístico, pero constantemente se encontró con que las cosas hacía saltar por los aires la claridad demostrativa de la lógica, así que no les quedaba más remedio que ir tachando aspectos de lo real como ilusorios, aparentes, cualidades secundarias, excrecencias plúmbeas. Hegel dio en el blanco con una nueva dialéctica que, a diferencia de la socrático platónica, no huía de la contradicción, sino que hacía de esos bajos fondos su vela mayor. Armados con esta nueva idea el hegelianismo-marxismo se vuelve un intrumento explicativo totalizante al servicio de cualquier voluntad. Un marxista es capaz de justificar cualquier tropelía como una contradicción inevitable, y cualquier acontecimiento incómodo como un momento negativo que debe ser superado, generalmente con violencia.
ResponderEliminarAhora bien, y corrígeme si me equivoco, creo entender que deduces este gusto por la contradicción marxista de estas dos premisas: que la realidad determina la conciencia, y que la conciencia determina la realidad. Quiero decir que vienes a defender que si partes de estos dos supuestos, inevitablemente caerás en el marxismo y en esta lógica de la contradicción capaz de justificar cualquier acción. Si es esto lo que estás defendiendo, creo que es donde vamos a mantener posturas enfrentadas. Fundamentalmente porque este rechazo a la lógica de la contradicción marxista-hegeliana a ti te lleva a rechazar las dos premisas de las que partes y a mí no. Creo que el marxismo es sólo una posibilidad, entre otras, de hacer compatibles ambas afirmaciones. Hay otras posturas como pueden ser, por ejemplo el pragmatismo, el darwinismo o Heidegger(al modo como lo entiende Rorty), que no estarían en desacuerdo con ambas afirmaciones sin por ello caer en la defensa de lo real-conciencia como un despliegue lógico mediante contradicciones.
Me sumo a la felicitación de Edu, Borja, vas al corazón del asunto de la ideología en casi todo el pensamiento marxista( la excepción sería Gramsci y sus epígonos).Te iba a decir que la contradicción que exponías se podía clarificar a la luz del darwinismo, pero ya lo ha hecho Eduardo.Aún así la dialectica marxista me parece menos arbitraria que la de sus acólitos.él estaba dispuesto siempre a rehacer la teoría a la luz de nuevos datos.Por ultimo, el concepto de tiempo como transcurso resulta casi infantil; proceso , potencialidad, finalidad están en la entraña de la filosofía desde sus orígenes y su conexión con la verdad es casi la cortina que la desvela
ResponderEliminarTenéis razón en lo que decís. No hay duda de que hay otros modos de pensar la contradicción, y, como dice Edu, yo tampòco creo que alguien que afirme ése doble determinismo tenga que ser marxista. No me refiero a ello porque aquí sólo trato de entender a Marx. De todos modos, creo que el último párrafo que introduje sobre la dialéctica, más que aclarar nada, despista y oscurece, así que, con vuestro permiso, lo intentaré quitar.
ResponderEliminarEn cuianto a lo que dices, Santi, yo también valoro bastante más el pensamiento de Marx que el frecuentemente detritus marxista, aunque no por ello hay que dejar de ver que casi todos los desarrollos que se han producido en el terreno del marxxismo -leninismo, stalinismo, y me temo que incluso el GULAG- están apuntados en el mismo Marx. Estoy de acuerdo en su meticulosidad empírica y la referencia a datos para soportar su teoría (datos que Marx tomaba de las cifras oficiales de ministerios británicos, que le parecían fruto de rigurosos y honrados estudios de, por ejemplo, la situación del proletariado en Inglaterra). No obstante, no siempre fue tan escrupuloso, y al menos una vez parece que silenció datos que desdecían su teoría: en El Capital ofrece la evolución de los precios sólo hasta cuierto año, precisamente hasta el momento que esos datos parecen avalar su teoría de la creciente merma del sueldo del proletario, pero no da los datos de los años siguientes -aunque tenía perfecto acceso a ellos- que revelan que los sueldos -a partir de la década de 1850- habían empezado a ascender. Con esos datos en la mano, la teoría de Elñ Capital peligraba.
Aquí dejo el último párrafo eliminado:
ResponderEliminarDificultad: ante la celebridad de la dialéctica como liberación de las cadenas de la lógica clásica, a menudo me he preguntado si lo que propone no es -antes que liberar a lo real de la servidumbre hacia a lo lógico- someterla a una lógica mucho más férrea, más inflexible, más rigurosa e implacable. Someterla, a fin de cuentas, a una necesidad que no pueda, en ningún caso, ser puesta en entredicho: la necesidad de la contradicción.
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ResponderEliminarMe sumo a las ya sumadas felicitaciones, Borja por esta entrada.
ResponderEliminarNo voy a repetir las -justísimas- alabanzas que tanto Santi como Eduardo te han hecho.
Te escribo, porque me gustaría preguntarte por algo que me intriga y que, estoy seguro, algo ayudará a entender y dar un planteamiento nuevo a todo lo que escribes sobre Marx.
Me gustaría -simplemente- preguntarte por la razón de tu relectura. Ya sé, se me dirá -con razón- que es un clásico, que porque no releer a alguien que tanta influencia ha tenido -y tiene- en la Historia.
Pero como nos conocemos hace ya algún tiempo, y como sé que uno de tus primeros amores filosóficos fue, justamente, Marx, reconozco que me intriga algo desde donde estás leyendo, ahora, al filósofo de Tréveris. Hay algo que hace mucho tiempo que no te pregunto, pero me gustaría, en filosofía, saber actualmente, donde te sitúas. Creo que está claro que lees a Marx desde fuera del marxismo; pero me gustaría saber si en este acercamiento a la idea que Marx tiene de ideología, no hay un intento de repensar la filosofía moderna frente a (y que nadie se me enfade por esta broma) "la cosa" postmoderna.
Recibe un fuerte saludo
No me enfado Joaquin, pero no sé a qué te refieres con "la cosa"
ResponderEliminar¡Ay!¡SI uno supiera dónde está alguna vez! D. Cogito, si lo supiera, te lo diría. EL interés por marx viene a cuento del proyecto que tengo de llegar algún día saber qué coño es la ideología. Desde esta perspectiva, me parece bastante estimulante la confrontación entre Hannah Arendt y el marxismo.
ResponderEliminarMe interesa, también, porque me parece difícil entender nada de lo que pasa hoy sin saber ver los vínculos de tantas ideas con el marxismo como tal, y con el marxismo como ideología también. Hoy, hasta los economistas "Liberales" son marxistas o deben mucho a Marx.
Me interesa Marx porque recuerdo cuando era muy joven y lo leía, y me parecía que algún día haría la revolución
Me interesa también por lo cerca que demuestra estar la idea de una emancipación total del ser humano con la de la dominación total.
Me interesan nociones fundamentales del marxismo como son las de la realidad como proceso, la de la verdad como producción, lla del ser humano como productor. No había pensado en la relación con la filosofía "posmoderna", la verdad sea dicha, pero hay cosas en Marx sin las cuales no es posible comprender ciertos desarrollos de ésta, como por ejemplo ésas nociones.
Lo de "la cosa" ... comprendo que haya aparecido Edu por aquí. Si D. cogito fuera el poeta, quizás diría "Edu, la cosa eres tú"... (No me lo tomes en serio, es una pequeña chanza sin más importancia)
Un abrazo muy fuerte a ambos, el posmoderno y el antemoderno
jejeje... cuántas maldades.
ResponderEliminarLa verdad es que, aunque yo sea el que ostente aquí eol cartel de posmoderno, desde luego que no me identifico con muchas de las ideas de éstos. En realidad, los llamados posmodernos, Vattimo, Derrida o Lyotard, no creo que hayan inventado nada que no estuviera antes en Heidegger, Nietzsche, Foucault o Wittgenstein que no son precisamente posmodernos (de hecho hay una acusación de Derrida a Heidegger en este sentido). No encuentro mucho interés en la letanía posmoderna de reivindicación de la diferencia, fde la huída del sentido, de la fractura del relato. Soy de los que no pagaría ni un céntimo por acudir a escuchar los "4 minutos y 33 segundos" de Cage.
En los últimos tiempos Heidegger y Nietzsche me han ido empujando cada vez más al oeste, nunca mejor dicho, pero no creo que el pragmatismo americano pueda considerarse posmodernismo. Los pragmatistas toman en serio a la ciencia, toman en serio la biología y a Darwin y también toman en serio a "la gran política", no solamente la diferencia y la mirada corta.
Respecto de lo que dices de Marx Borja, te reconozco en todos estos intereses y lamento que te interese tanto el problema de la ideología, un problema que para Wittgenstein no sería más que uno de esos enredos del lenguaje.
Discrepo contigo en la enorme responsabilidad que le atribuyes a Marx. Es verdad que el lenguaje marxista se ha instalado en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad y no siempre de forma beneficiosa (otras veces sí), pero no creo que sea suyo el mérito de la política utópica o de la consideración de la verdad como algo que "se hace" más bien que "se encuentra". Marx es uno de los herederos, no el que más aprecio, de toda una tradición que empezó a pensar en el ser humano con otras palabras, palabras que permitían ver las instituciones políticas como productos históricos que pueden ser modificados e, incluso, al mismo hombre como un producto temporal. Seguramente la culminación de esa tradición es Heidegger, por eso hay quien piensa que sólo hay dos pensadores de primera línea en la historia de la filosofía: Platón y Heidegger. Todos los demás re-pensadores.
Me escandaliza tan poco conocimiento de cultura popular. Nadie ha visto la película "La cosa"?? Desconocéis le existancia de la novela de Stephen King??? It, por Dios, It....ahora estoy leyendo a Hegel y para relajarme a Kerouc... pero, hijitos míos ni al más exquisito gourmet nunca hará ascos de una hamburgesa!!!!
ResponderEliminarPD: Ya veo que Edu ha dejado bien claro que no es "la cosa", sino "nadie"... no sé que será peor...
Saludos a los dos desde Wroclaw
Déjame que disienta en la poca importancia que das al problema de la ideología, Edu. Para mi es un problema crucial, quizás el lugar donde se jugó de verdad el siglo XX, sin saber todavía qué puede esperarse del siglo XXI. En relación a esto, creo que Marx no queda a la zaga de heidegger o Wittgenstein por una razón: no te niego que su categoría filosófica sea ésta o aquélla, mejor o peor, porque no me refiero a eso tanto como a su presencia en la vida cotidiana, su irrupción en la historia y en las cosas mundanas. La diferencia está en que el nombre de Marx, y su teoría, sirvieron para erigir sistemas políticos cuya radical novedad e importancia saltan a la vista. Ningún otro pensador ha conseguido algo así, y el mismo intento de Heidegger de hacer de la "revolución nacionalsocialista" una realización de su filosofía fue ridículo en sus resultados. verdaderamente, y en cierto sentido, el marxismo cumplió la previsión de Marx: la realización de la filosofía en la práctica de la organización de las sociedades humanas.
ResponderEliminarCreo que me he explicado mal; no quiero negar la importancia de Marx en el pensamiento occidental y especialmente en el siglo XX. Marx es el creador de un léxico que ha sido moneda de uso común entre políticos y no políticos, de tal modo que ha sido casi imposible (y sigue siéndolo) no ser marxista en algún sentido puesto que seguimos usando esas palabras. Lo que niego es achacarle el mérito a Marx del modo que creo que tu sí lo haces: atribuyendo al pensamiento marxista algo nuevo que está en la base de lo que crees que también es nuevo en los modos de hacer política en la época contemporánea. En especial creo que identificas un elemento que consideras clave para poder seguir considerando la ideología como un problema (corrígeme si me equivoco) , la consideración de que la verdad "se hace", más bien que "se encuentra". Marx concibe la realidad como algo "producible" en la misma medida en que la verdad, en tanto que ideología, es producible. Lo que pretendo señalar es que esta característica no es exclusiva del pensamiento marxista, sino que está en la base de otros modos de pensar que no han sido la excusa para ningún gulag, como por ejemplo el pragmatismo americano. Por eso creo que no reside aquí el problema, como que enredarnos en el tema de la ideología, de identificar lo ideológico, también es un enredo.
ResponderEliminarCreo que acierta Heidegger cuando considera que el problema estaría en el modo de pensamiento del que pretende desembarazarse, la metafísica, la cual identifica finalmente -por ejemplo en el pensamiento marxista- el pensamiento con la técnica. Creer que el pensamiento es básicamente cálculo o "tecnificidad" es lo que lleva, por ejemplo, a creer que la misión del filósofos es, entre otras cosas, la emancipación o la verdad. Heidegger trata de desarrollar un modo de pensamiento que se salga de Platón y del pensamiento como tecnificación del mundo, pero no lo hace desde un intento de superación de la ideología, como si fuera posible encontrar un pensamiento que al no ser ideológico no distorsionase nuestra relación con el mundo. En todo caso, a lo que trata de llegar es a un modo de pensamiento que, sin ser más o menos verdadero, más o menos ideológico, se muestre más precario, más frágil; esta es quizá la idea más genial de Martin, una idea que podemos encontrar también de cierta forma en algunas afirmaciones nietzscheanas, en el pensamiento del segundo Wittgenstein o en el pragmatismo americano.
Edu: creo que con tus palabras estás señalando uno de los centros del problema. Niegas que el problema de la ideología sea un problema real, si acaso sólo un problema lingüístico, ante lo que cabe decir dos cosas:
ResponderEliminaren primer lugar, tú mismo indicas la importancia de la ideología al traer a colación el caso de esas otras filosofías cuyo mérito es al menos comparable al de la de Marx, incluso mayor. Si como filosofías la de Heidegger no es en absoluto inferior a la de Marx, en lo que seguramente estemos de acuerdo, la cuestión está en cómo una de ellas -la heideggeriana, o la de Wittgwenstein- se ha mantenido en el ámbito de la filosofía sin apenas escapar a sus límites minoritarios, mientras la otra -la marxiana- dinamitó esos límites y se convirtió en una potencia no meramente filosófica, sino literalmente "histórico-mundial". Lo que quiero decir es que aquí no juzgo el valor filosófico, sino la trascendencia práctica de ambas posturas. ¿Por qué un destino tan distinto para ambas filosofías? ¿Por qué la intrascendencia práctica y política de una y la explosión de un hipersentido político en la otra?
Tú defiendes que el de la ideología es un no-problema, pero creo que sin recurrir a ello es imposible localizar el diferente devenir de estas filosofías. En otras palabras: si la filosofía de Marx ha obtenido una dimensión como la que ha obtenido, lo que no se puede decir de la heideggeriana -y repito que no me meto en su indudable valor filosófico- es porque el marxismo se transformó en una ideología, mientras otras filosofías no han llegado a constituir tal cosa. Sin apelación a la ideología no creo que se pueda explicar esa gran diferencia.
En segundo lugar, en tanto el mundo humano es también lingüístico, creo que los problemas lingüísticos son problemas reales y tienen consecuencias bien reales.
La diferencia entre tu y yo Borja es cuestión de replanteamiento de estos problemas usando otras palabras, pero poco a poco creo que podemos ir entendiéndonos. Creo, y sino es así corrígeme, que tu postura podría reformularse de la siguiente forma en los términos que yo suelo usar.
ResponderEliminar-TU- Defiendes que Marx es un autor fundamental porque su efecto en la acción política de los hombres durante el siglo XX ha sido enorme, casi inevitable y generalmente catastrófica. Lo mismo no se puede decir de autores como Heidegger, sin menospreciar su filosofía. Por esta razón, seguramente porque concibes el marxismo como algo inevitable, lo catalogas de IDEOLOGÍA y tu interés fundamental es la de investigar cuál es la lógica de este tipo de pensamiento que ocupa por completo la experiencia del hombre y su relación con el mundo. A este tipo de pensamiento lo llamas IDEOLOGÍA y tiendes a suponer que existe algo así como una "lógica de la ideología" que nos permita distinguir lo ideológico de lo no ideológico.
-YO- concibo a Marx como un autor dentro de una tradición amplia de filósofos que defienden que el modo paradigmático de pensamiento es el cálculo. Dentro de esta tradición Marx es el iniciador de un léxico que se convirtió en el modo de hablar de buena parte de los europeos del siglo XX, especialmente de aquellos que concebían la política en sentido utópico emancipatorio y también de muchos científicos sociales que utilizaron el léxico marxista de forma paradigmática. El marxismo no es el único léxico que se ha generalizado durante el siglo XX (entendiendo por generalizado al hecho de que un gran número de personas usen ese léxico para hacer cosas); en este sentido podemos hablar del psicoanálisis, del darwinismo, del liberalismo. Todos ellos son léxicos que distintos colectivos de hombres han usado con distintos propósitos. No cabe hablar de si un léxico es, en términos absolutos, mejor o más verdadero que cualquier otro, de la misma forma que no cabe preguntarse si una acción o un conjunto de acciones con más verdaderas o mejores que otras en semejantes términos. Lo que si cabe es cuestionarnos, a posteriori, si los efectos de esta o aquella forma de hablar han sido beneficiosas para el tipo de cosas que esperabamos conseguir. En este sentido podemos aceptar que el marxismo, aunque colaboró de muchos modos distintos en la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, también fue susceptible de convertirse en el léxico generalizado de estados totalitarios en los que la vida se volvía difícil, peligrosa y precaria. Pero todo esto únicamente podemos hacerlo a posteriori, dado que una característica de los léxicos, como de cualquier otra acción humana destinada a mejorar nuestras condiciones de vida, que no podemos prever de antemano cuál será el resultado de su uso. Esto es así porque no existe algo como una lógica o un superléxico privilegiado en cuyos términos podamos analizar todas las demás formas de hablar. Por tanto, no podemos establecer algo así como un conjunto de características comunes a todos los lenguajes que nos evite caer de nuevo en unos modos perversos de actuar en el mundo. A lo sumo, podemos ver qué tipo de cosas nos han ido saliendo mal y evitarlas con la esperanza de que con eso evitaremos los efectos perversos que en otras ocasiones sufrimos. (Por si alguien se ha dado cuenta, todo esto también puede ser una reivindicación de HUme)