De conocimiento común es la intención
del Ministerio de Educación de eliminar la historia de la filosofía
del Bachillerato. Con ello, se cumpliría una segunda etapa
fundamental en la desaparición forzada de la tradición de
pensamiento filosófico occidental de los institutos, tras la
efectiva anulación de la Ética por parte del anterior gobierno
socialista. En esto, como en casi todo lo esencial, los dos grandes
partidos de la burocracia estatal, más que oponerse, se complementan
de modo armonioso e indudable, y son capaces de llegar a lo que
llaman “Grandes Acuerdos de Estado”. Muchas van siendo las voces
que consideran incomprensible la medida en cuestión, pero, por
razones que seguidamente intentaré exponer, creo que tiene que ser
contemplada como una acción previsible y de entendimiento fácil.
Las razones que el Gobierno puede
esgrimir para silenciar la historia de la filosofía son poderosas y
tremendamente razonables. Estas razones se encuentran en el contenido
mismo de la filosofía, y no, como numerosos y, sin duda,
bienintencionados defensores de la asignatura proclaman, en la
eliminación de algo así como el “pensamiento crítico”; de
hecho, esta dudosa defensa es una acusación más hacia su existencia
misma, ya que convierte a la filosofía en una nebulosa sin contenido
alguno, en una logomaquia vacía que lo mismo vale para esto que para
aquello. No. La filosofía posee un contenido, y es éste el que
presenta las más poderosas razones por las que la clase política
dirigente puede verse inclinada a hacerla desaparecer. A modo de
ilustración, entresaquemos alguna de las ideas defendidas por
filósofos presentes hasta hoy en el programa de Historia de la
Filosofía de 2º de bachillerato:
- Platón, en su diálogo “La República”, relata cómo la búsqueda exclusiva de una sociedad dirigida a satisfacer los deseos de consumo de sus integrantes, de convencerlos de que la buena vida consiste en atiborrarse de cosas y comodidades, equivale a la aspiración de convertir la polis, en el mejor de los casos, en una ciudad de cerdos bien alimentados.
- Aristóteles defiende que la política, como sabiduría práctica, se distingue radicalmente de los saberes técnicos, y especialmente de la economía; si ésta se erige en saber dominante, si desplaza al saber específicamente político, la ciudad se convierte en una descomunal agrupación humana regida por la necesidad de las reglas técnicas, y ya no por la libertad en la que encuentran su elemento genuino la acción y las palabras humanas.
- Santo Tomás de Aquino, junto a otros filósofos medievales, definió la autoridad política legítima como aquella preocupada por la vida común, antes que por la persecución de fines particulares; además, lo que es fundamental, defendió la posibilidad de desobedecer aquellas leyes injustas que sustituyen el horizonte del bien común por el de la gratificación de los grupos e individuos afines a los gobernantes.
- Para terminar con un filósofo más cercano, tomemos el caso de Ortega y Gasset. El filósofo madrileño intentó comprender los motivos fundamentales de la honda crisis política y social que asaltaba a las sociedades europeas durante el primer tercio del siglo XX. De ahí surgió su ensayo “La rebelión de las masas”, donde, entre otras muchas cosas, afirma que el bárbaro actual, aquel bajo cuya presión se desmorona la civilización europea, es el especialista, es decir, aquel que ha perdido la noción de un saber que desborde las fronteras del cálculo exhaustivo y monomaníaco de una pequeñísima porción de la realidad; aquel que se ha desinteresado de todo lo que llamábamos “cultura general”, formada por un sinfín de saberes históricos, filosóficos, literarios, artísticos, políticos. Hablamos, entonces, del “bárbaro especialista” que se ha ido convirtiendo, por mucho que le pese a Ortega, en objetivo explícito de la educación promocionada por las distintas reformas perpetradas en los últimos años.
No sé si he hablado lo bastante claro.
¿No son razones suficientes para que el Ministerio de Educación
elimine definitivamente la Historia de la Filosofía de los planes
educativos?
Magnífica entrada Borja. Como sabes coincido plenamente contigo, especialmente cuando planteas la defensa de la filosofía no como un saber instrumental que, supuestamente, nos ayuda a pensar o a fomentar el espíritu crítico etc, sino más bien como un saber sustantivo acerca de ideas y teorías cuyo conocimiento nos enriquece y como personas y, especialmente, como ciudadanos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Óscar. En eso estamos: o la filosofía cuenta con contenidos valiosos por sí mismos, o no es nada que merezca la pena defender.
ResponderEliminarUn abrazo
Ahora se ha puesto de moda. Que es un cazatalentos. Un consejero o menesteroso ad hoc. Cual es el consejo y que aconseja. Cual la recompensa. Un cazarecompensas. Y la empresa. Volver al fugitivo a la tutela del amo y su ganancia. Naturalmente para eso no hace falta la Filosofia.......
ResponderEliminarBuen post...
ResponderEliminar