Para Lacan,
la ciencia es la ideología de la supresión del sujeto. Es aquel
modo de relacionarse con el mundo, de hacer surgir un mundo, en el
que todo se presenta bajo el signo de la objetividad. Dicho de otro
modo, para el pensamiento científico-técnico, no hay sujetos, sino
que todo se da como un objeto o no se da, es la pura nada.
Uno de los
pilares básicos de la ideología científica es la concepción del
sujeto cartesiano, que está en la base de todo el pensamiento
moderno. El sujeto concebido en la filosofía de Descartes es un yo
vacío, un yo que no se da en nada, que no se hace en ninguna tarea.
Por tanto, el sujeto cartesiano es una cosificación, la cosificación
de un vacío. Es verdad que este yo, a posteriori, puede dirigirse al
mundo, un mundo que está ahí esperando ser aprehendido por la
mirada escrutadora del sujeto, pero en su momento fundacional, no es
más que un conjunto vacío, una nada cosificada, en la forma de un
pensar que se piensa a sí mismo. Este gesto cartesiano no es baladí,
puesto que hace del sujeto una cosa más entre las demás cosas y
abre la posibilidad de una completa objetivización del ser. Abre, en
suma, la posibilidad del pensamiento científico en tanto que
ideología. En el pensamieno moderno, que finalmente deviene en el
pensar de la ciencia, todo lo que se aparece no puede ser concebido
más que como una cosa más entre las otras cosas.
Aquí reside la
condición ideológica de la ciencia: lo que es sólo es posible como
objeto. Frente a
este je cartesiano Lacan
propone el moi, respaldado
por la lengua
francesa, el “moi”, que sería el “ mi” en castellano (No el
pronombre posesivo), es insustantivizable. La lengua impide hacer de
“mi” una cosa, “un mi”, como sí lo permite con el yo, “un
yo”. El moi no puede ser un conjunto vacío, registro imaginario,
que es el yo cartesiano ya que siempre está en la oración haciendo
algo, inserto en una ocupación, un quehacer. Y sigue, sin embargo,
abriendo la posibilidad de la subjetividad, en tanto que unidad y
síntesis. Este moi lacaniano
es fácil imaginarlo como el dasein heideggeriano,
como un sujeto que no puede darse al margen de aquello en lo que está
siendo, una permanente tentativa de actualización, una ocupación,
un poder-ser, un ser-en-el-mundo.
El
sujeto cartesiano, el sujeto de la ciencia, no es en absoluto sujeto,
puesto que es algo que está ahí, cosificado, dado de una vez para
siempre. No es potencia de nada, puesto que es un acto permanente. No
se realiza en el mundo, que se abre ante sí en su acto de de hacerse
en él, sino que está dispuesto ya ahí, en un mundo previamente
abierto, de cosas dispuestas unas junto a las otras como las piezas
de un reloj. Por eso el sujeto cartesiano, el sujeto de la ciencia,
carece de interés, esto es, no se interesa, no se implica, no pelea,
no defiende, no vive y no muere. Solamente deja que el mundo y él
mismo, siga su curso. Pero ese curso, no nos confundamos, no es el
curso misterioso e incierto del mundo, por ejemplo, la naturaleza
profunda de los griegos (physis), o los inescrutables caminos de dios
de los medievales. Ese curso es el de la máquina descrita por la
ciencia, una máquina que, en la filosofía hegeliana termina por
identificarse con la ciencia misma, como sujeto absoluto. Visto así,
hay que añadir, que sería más correcto decir en la filosofía de
Hegel “objeto absoluto”, puesto que, como comienzo diciendo con
Lacan, la ciencia suprime todo sujeto mediante su transformación en
objeto. Con ese sujeto-objeto absoluto, el mundo es planificación y
desarrollo, control y seguridad, y desaparece para siempre el
misterio, la incertidumbre, la posibilidad y el sujeto.
El
progreso controlado, planificado, diseñado, administrado; el estado
que todo lo regula, todo lo fiscaliza, todo lo somete a su ley, hasta
la libre relación de las personas que en su espontaneidad y su
necesidad, abren el mundo que les rodea, se relacionan e intercambian
libremente; el mundo reducido a lo localizable bajo el microscopio,
el scaner, el telescopio, reducido al laboratorio, susceptible de
peso y medida, cuantificación y experimentación. El desarrollo del mundo contemporáneo,
la llegada parece que irremediable de la época de la total tecnificación
del mundo, amenaza con impedir la experiencia más humana de todas,
aquello que hace de nosotros hombres: la posibilidad de ser sujetos, con todo lo que eso conlleva: vivir junto a los otros, ocupados en una tarea común, atravesada por la espontaneidad y la incertidumbre, pero morir solos, rodeados de aquellos que esperan y aguantan su llanto. Todo cuanto se
aparece, bajo el dominio de la ideología técnico-científica, que
Lacan llama “el discurso del amo” e identifica también con la
ideología capitalista, vuelve todo en lo que estamos, una cosa intercambiable, sin valor, incluso nosotros mismos no seremos más que una máquina gastable entregada en la hora final al desguace sin lágrimas. La ideología impide de una u otra forma la aparición del
sujeto, o lo que es lo mismo, la posibilidad, la espontaneidad y la
incertidumbre. En suma: la vida y
la muerte.
Muy heideggeriano este Lacan... ¿tuvieron alguna vinculación?
ResponderEliminarPor otro lado, tu texto es muy pertinente y atinado. El fenómeno central del mundo moderno es el Estado, en el que se concentran todas las potencias que nombras: la administración racional de lo real, la reducción de los sujetos a materia de hecho y de deshecho. EL Estado es el aparato más propio de la modernidad, y la ideología un fenómeno que no puede entenderse sin la noción de un poder absoluto sobre lo real, legitimado para cualquier intervención, reforma o aniquilación. Todo se hace depender del Estado y su reglamentación, porque el Estado vino a ocupar el sitio dejado por la muerte de Dios, armado de su omnipotencia pero sin noticia de piedad, compadsión o misericordia divinas. HOy asistimos a la creciente reglamentación del mundo, al exponencial crecimiento del dominio planificado sobre todas las cosas: multiplicación de burocracias, de protocolos, de normativas y metodologías... El Estado no deja de crecer, de modo silencioso a veces, patente la mayoría; filtra todo espacio vacío para someterlo a un poder despótico justificado en el voto anónimo, para colonizarlo con sus categorías de homogeneidad e identidad matemáticas, para convertir definitivamente al mundo en mundo definitivamente explicado.
Bueno, llegaron a compartir un encuentro amistoso, pero no se puede hablar de una influencia porque el uno leyera al otro. Digamos que se ocupaban de cosas distintas y eso les alejaba. Sin embargo la coincidencia, que yo la veo en muchos temas, puede entenderse más bien por compartir un mismo tiempo, participar ambos de un mismo espíritu. Heidegger es un hijo de Nietzsche y Lacan un hijo de Freud. La relación entre Freud y Nietzsche es parecida a la de Lacan y Heidegger: todos estaban alumbrando ideas que estaban ahí flotando.
ResponderEliminarRespecto de lo que dices Borja, hay un asunto que me parece que hay que pensar mucho y es el lugar que el estado ocupa en todo esto. Confieso que no lo tengo muy claro, por eso creo que debe pensarse. Tu, claramente, colocas el estado en el lugar central mientras que, Heidegger y Lacan, creo, lo pensarían más como una consecuencia de algo otro. La idea es responder a la pregunta de si el estado es la enfermedad o es sólo un síntoma. La consideración al respecto es muy importante, pues puede pasar como la migraña: podemos desarrollar todo tipo de fármacos contra ella, y ella siempre vuelve.
Entonces sería algo así como que lo que heidegger y lacan tienen en común no es una posición de partida o una influencia mutua, sino el hecho de pensar "lo mismo"....
ResponderEliminarEn cuanto a lo del Estado, creo que no es un asunto de causa-efecto, de qué es principio y qué consecuencia ... ¿QUé es en un principio, el pensamiento o la realidad? Evidentemente, no hay aquí cadenas causales ni procesos unilineales de deducción. Cuando me refiero al "Estado", en realidad, me estoy refiriendo a un "pensamiento-cosa", a una estructura en que se da la coyunda de una cosmovisión y un proceso material en marcha. E n realidad, el problema principal es que no sabemos qué cosa es exactamente el Estado, Quizás es por su extrema densidad ontológica, multiplicada exponencialmente desde los inicios de la Edad moderna, que llega a hacer tan difícil contestar a la pregunta "¿QUé es el Estado? como "¿QUé es la realidad?": parece que, dada la penetración del Estado en todos los intersticios de lo real y lo mundano, han llegado casi a ser preguntas coincidentes.
En esto que dices me sumo. Heidegger en "La pregunta por la técnica" nos ofrece un término muy útil para significar, no solo la técnica, sino en general la forma en lo que lo real se nos presenta. Él dice "estructura de emplazamiento". A lo que llamas tu "Estado" heidegger lo llamaría el "pensar de occidente" o simplemente "metafísica".
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