“La
respuesta no convencerá al científico,
que bajo la presión de los
hechos y los experimentos,
se vio obligado a renunciar a la
percepción
sensorial y, por tanto, al sentido común,
gracias al
cual coordinamos la percepción
de nuestros cinco sentidos para
configurar la total captación de la realidad. También se vio
obligado a renunciar al lenguaje corriente, que aun en sus
pretensiones más elaboradas sigue
indisolublemente ligado al mundo
sensorial
y a nuestro sentido común”.
La comprensión presenta en Arendt caracteres muy diversos a los esfuerzos por constituir un sistema de la realidad; su objetivo no es agotar exhaustivamente el campo de lo real dando cuenta del todo, sino más bien explorar lo parcial que nos es dado sin pretender integrarlo sistemática y consistentemente en una cosmovisión. Como una narración, siempre envuelta en la red tejida por otras innumerables narraciones e historias que conforman un horizonte fenomenológico del que no hay manera de poseer visión abarcadora y precisa, cualquier comprensión está ya de siempre caracterizada por su carácter opinable y fragmentario.
Como algunos comentaristas han señalado, la idea de “comprensión”
forjada por Arendt bebe profundamente de la ruptura existencialista
con la ambición de asegurar la transparente continuidad entre ser y
pensar y, consecuentemente, con el proyecto de llegar a edificar una
teoría coherente del todo.
Particularmente afecta a la visión de Jaspers, la pensadora judía
comparte con él la convicción de que la comprensión se atiene por
naturaleza a un principio de fragmentación, es decir, que,
una vez aceptado que no hay un Ser más allá de los seres que
pueda ser conocido, la filosofía -o el pensamiento- se libera de la
pesada e impracticable tarea de explicarlo todo desde un solo
principio monista; la realidad es, en última instancia,
irreductible, y, en su completitud, es irrepresentable, por lo que no
es posible agotarla en el pensar.
Querer comprender exige desterrar el objetivo de la consistencia
lógica, dado que significa permanecer en apertura ante las
contradicciones y equívocos que conforman el mundo en el que se da
la experiencia.
De acuerdo con esto, la realidad existencial del comprender no puede
ser identificada con el ejercicio teórico del conocer ni con la
construcción de teorías científicas acerca de los fenómenos
naturales o humanos, ya que el científico, en su búsqueda de una
realidad que no se halla presente en la experiencia común del mundo
y que, sin embargo, constituiría su esencia escondida e inaccesible
a los sentidos, renuncia obligatoriamente al marco de la comprensión
humana -dada siempre como situación espacio-temporal- para aspirar
al punto de vista privilegiado de alguien que es capaz de aprehender
la realidad del mundo desde un lugar situado en su exterior.
El comprender, como estructura existenciaria del hombre, como “modo
específicamente humano de estar vivo”, se contrapone a la ambición
por alcanzar un punto de vista universal desde el que
contemplar, como un objeto separado, la estructura nuda del mundo; se
distingue de la pretensión de situarse, más allá del tiempo y el
espacio humanos, en el no-lugar del “observador
que flota libremente en el espacio” elegido por
Einstein como sujeto científico de conocimiento,
o en el punto de apoyo de Arquímedes que sirvió a la ciencia
moderna para escapar idealmente de las condiciones mundanas y
codiciar un punto de vista que hubiera trascendido las limitaciones
constitutivas del conocimiento humano.
La estructura propiamente humana del comprender lo aleja de las
pretensiones de un conocimiento arrancado a su situación mundana,
por lo que no puede ser leído como una teoría -como un ver-
sino más bien como un estar-en o un ser, lo que da
como resultado que no puede entenderse más que como una estructura
narrativa de inserción en la realidad. Comprender es, en última
instancia, elaborar una narración acerca de la experiencia del
mundo; una narración en la que los acontecimientos, los sucesos que
conforman la experiencia o la historia pasada, adquieren un sentido
posible. La decidida apuesta por revelar la potencia epistemológica
de las narraciones choca diametralmente con aquellos presupuestos
teóricos descritos por Berlin, y que bien pueden ser los que fundan
la aproximación científico-lógica al conocimiento: “1) Para cada
pregunta auténtica existe una sola respuesta correcta (…); 2)
Existe un método para encontrar las respuestas lógicamente
correctas; 3) Todas las respuestas correctas deben ser compatibles
entre sí”.
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