"Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono
de voz más bien desdeñoso-- quiere
decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
de voz más bien desdeñoso-- quiere
decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que
las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty--
es saber quién es el que manda..., eso es todo."
es saber quién es el que manda..., eso es todo."
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo.

En una ocasión Lévi-Strauss pide a
Wakletoçu que organice un encuentro de bandas amigas con el fin de
calcular, de manera aproximada, la cifra de la población nambiquara.
Para convencerle el antropólogo francés promete llevar regalos y
hacer intercambios. El jefe duda, pues el lugar fijado para el
encuentro no es seguro para los blancos después de la muerte de
siete obreros que trabajan en la línea telegráfica que atraviesa
la meseta en 1923, pero, finalmente, el encuentro se lleva a cabo.
Después de una dura travesía alcanzan el lugar de la cita y
comienzan largas presentaciones regidas por un complejo y desconocido
protocolo. Al día siguiente Wakletoçu reúne a todo el grupo en torno suyo, para sorpresa de Lévi-Strauss, y saca de un
cesto un papel dibujado con líneas curvadas donde buscaba, con un
titubeo afectado, la lista de objetos que el etnógrafo debía
entregar a cambio de los regalos ofrecidos: ¡a este por un arco y
flechas, un machete! ¡a este otro por sus collares, un cuchillo!
etc. Esta comedia se prolongó durante dos horas, de tal forma que todo
el intercambio pasaba por las manos del jefe Wakletoçu, el cual,
parecía evidente, era el aliado del hombre blanco y participaba de
sus secretos. Naturalmente el prestigio de Wakletoçu entre los
nambiquara aumentó considerablemente.
Esta anécdota le da pie a Lévi-Strauss para hacer una reflexión sobre la escritura. A primera vista la importancia de la escritura es básicamente de carácter intelectual o epistémica. Suponemos que su aparición multiplicó milagrosamente la capacidad humana para almacenar conocimientos. Podría concebirse la escritura como una memoria artificial cuyo desarrollo propicia una nueva forma de vida más humana, liberada de las ataduras de la vida natural gracias a una mayor capacidad para prever el futuro en base a un conocimiento más profundo del pasado. Gracias a la escritura los conocimientos pueden ir acumulándose más allá del incierto umbral de la memoria individual. Tal es la perspectiva de Gustavo Bueno, entre otros, cuando señala a la escritura como un rasgo diferenciador entre la civilización y la barbarie.
Sin embargo, a juicio de Lévi-Strauss,
nada de lo que sabemos de la escritura y su papel en la evolución
humana justifica esta concepción. La gran trasformación del modo de
vida humano se produjo en el neolítico, antes del nacimiento de la
escritura. Es la agricultura, la domesticación de los animales, el
desarrollo de la cerámica y la metalurgia lo que genera un enorme
cambio en las condiciones de vida de la humanidad. La revolución
neolítica se desarrolló con rigor y continuidad en una época en
que la escritura era una desconocida. La escritura nace entre el
cuarto y el tercer milenio antes de nuestra era, cuando los cambios
más trascendentales ya habían tenido lugar. El único fenómeno
que ha acompañado fielmente a la escritura es la formación de
ciudades e imperios, es decir, la integración de un número
considerable de personas en un entramado social complejo jerarquizado
en clases sociales o castas. Esto es lo que podemos constatar desde
Egipto a China: la escritura favorece la explotación de los hombres
antes que su emancipación. Lévi-Strauss sostiene, de forma
provocadora, que “la función primaria de la la comunicación
escrita es facilitar la esclavitud”. La función intelectual de la
escritura es una función secundaria y, en muchos casos, sirve para
ocultar o justificar la función social primordial.
Así, desde esta perspectiva, podemos entender mejor el interés
de todos los Estados liberales europeos en alfabetizar a todos los
ciudadanos a partir del siglo XIX. La institución de la educación
obligatoria marcha a la par con la proletarización de amplias capas
de la población y la extensión del servicio militar. No es, como
nos inducen a creer, que un pueblo alfabetizado pueda oponerse con
más eficacia y conciencia al Poder constituido, sino más bien al
contrario: es necesario que todos sepan leer y escribir para que
puedan desempeñar eficazmente la función que el Poder ha designado
para ellos y cumplir con lo establecido en la Ley. Wakletoçu, a su
manera, lo sabía; intuyó que el secreto de la escritura podía
ayudarle a controlar al grupo e incrementar su poder, que la función
de la escritura no es como pudiera parecer comprender, entender o
retener la información sino acrecentar el prestigio y la autoridad
de una clase social o un individuo.
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