Chantal Mouffe propone un modelo
intermedio: el modelo agonístico (de agon: contienda,
disputa). Sostiene, con Schmitt, que los antagonismos sobre
los que se levanta la vida política son irreconciliables, pero ello
no nos debería llevar a tratar al otro como un enemigo al que
es lícito privar de su vida o dignidad humana. Plantea Mouffe lo que denomina un “consenso conflictivo” que asegura, al menos, que el otro
sea reconocido como adversario legítimo y no como enemigo. De este modo nos
comprometemos a garantizar sus derechos fundamentales aunque, por otra parte, renunciamos a alcanzar un consenso con él, pues sabemos de antemano
que nuestras posiciones son irreconciliables. La diferencia con el
planteamiento de Schmitt es la siguiente: el “adversario” de Mouffe comparte con “nosotros” los principios ético-políticos
sobre los que descansa la democracia -libertad, igualdad, derechos
humanos…- pero los interpreta y aplica de forma muy diferente; en
cambio el “enemigo” -el yihadista, el neonazi…- se sitúa
fuera del espacio agonístico y no acepta los principios
ético-políticos comunes; él es nuestro antagonista, por lo
que no reconocemos su derecho a defender su posición dentro del marco
democrático. El objetivo de la democracia es que el conflicto
adopte una forma agonística, no antagónica. Ni enemigos ni
competidores: adversarios. Esta es la fórmula de un modelo
agonístico de la política.
Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo
jueves, 19 de febrero de 2015
La democracia agonística.
Óscar Sánchez Vega
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