En una de sus últimas obras, La nueva lucha de clases, el filósofo esloveno insta a la izquierda a que se desprenda de cinco posiciones que suelen repetirse entre sus argumentos. No las comento, simplemente las expongo para que cada uno saque sus conclusiones y/o polemice como quiera:
1) La defensa de la libertad de expresión llevada al extremo que defiende que hay que escuchar el punto de vista de todo el mundo. Y además, la sospecha de que, en el fondo, el problema está en evitar la escucha, que cuando escuchamos al otro realmente comprendemos y tal vez podemos justificar sus motivaciones. De este modo, el criminal supremo se presenta como una víctima. «¿estamos también dispuestos a afirmar que Hitler era nuestro enemigo porque su historia no fue escuchada?»[1]
2) «Desdeñar cualquier mención de los «valores europeos» como si fuera una forma ideológica del colonialismo eurocéntrico»[2]. La postura que defiende Žižek es que es precisamente la izquierda quien debería defender valores europeos (igualitarismo, universalismo, derechos fundamentales, estado del bienestar) dado que es precisamente el capitalismo quien «no tiene ningún problema a la hora de adaptarse a una pluralidad de religiones, culturas y tradiciones locales»[3]. Cuando renunciamos a tales valores precisamente estamos abonando el campo para el desarrollo de un capitalismo que es profundamente multiculturalista. La «ironía del antieurocentrismo es que, en nombre del anticolonialismo, se critica a Occidente justo en el mismo momento histórico que el capitalismo global ya no necesita los valores culturales occidentales para que todo vaya sobre ruedas»[4].
3) Hay que abandonar también la idea de que «la protección de nuestro modo de vida es en sí misma una categoría protofascista o racista»[5]. Este argumento suele ser usado por la derecha para hablar del “enemigo exterior” (generalmente los extranjeros). Lo que Žižek defiende es que se use este argumento pero en un sentido distinto: «La verdadera amenaza a nuestro modo de vida comunitario no son los extranjeros, sino la dinámica del capitalismo global: sólo en los Estados Unidos, los últimos cambios económicos han contribuido más a destruir la vida comunitaria en las ciudades pequeñas –el modo en que la gente corriente participa en los acontecimientos políticos y se esfuerza por resolver sus problemas locales de manera colectiva– que todos los inmigrantes juntos».
4) Hay que abandonar también la idea de que cualquier crítica al Islam es un signo de islamofobia. Los izquierdistas tratan de asumir una postura de tolerancia multicultural sin darse cuenta de que tal actitud es insostenible dado que exige ser constantemente ampliada: cuanto más tolerante eres más sospechoso de intolerancia y más concesiones debes hacer. Para Žižek, el Islam puede ser criticado del mismo modo que puede serlo el fundamentalismo cristiano. Además, hay una posición muy extendida entre la izquierda consiste en ver al Islam como un último reducto de resistencia frente al capitalismo global: los musulmanes se resisten a aceptar los modos de vida occidentales–capitalistas y por eso surgen movimientos fundamentalistas de defensa. Sin embargo Žižek llama la atención de que muchos de los países más importantes para el desarrollo del capitalismo son musulmanes (Emiratos o Arabia Saudí por ejemplo), con lo cual, no parece haber ninguna incompatibilidad entre el Islam y el capitalismo (es más, la posición de Žižek consiste en señalar que el fundamentalismo islámico es un fenómeno propiamente capitalista, como veremos).
5) Hay que abandonar la idea de que una religión politizada es una forma de fanatismo. La izquierda tiende a pensar que la religión es algo que hay que sacar del ámbito público y debe ser relegada a los ámbitos puramente privados. El argumento que esgrime Žižek es que una posición “laica” puede ser igualmente fanática que una posición religiosa, es decir, que se puede ser un furibundo defensor de ideas religiosas aún cuando uno no cree en ellas (carece de fe). Por ejemplo en el caso del Estado de Israel que se considera un estado laico pero que hace una defensa de la religión judía por motivos culturales; pueden no creer y aún así mantener una posición igualmente fanática.
[1] S. Žižek, La nueva lucha de Clases (Barcelona: Anagrama, 2016), 24.
[2] Ibid, 25.
[3] Ibid, 25.
[4] Ibid, 25–26
[5] Ibid, 26.
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