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miércoles, 23 de mayo de 2018

Sobre la madurez académica.
Óscar Sánchez Vega


Breve introducción para los no iniciados (no docentes): Hoy en día para conseguir el título de Bachiller es preciso aprobar todas las asignaturas de primero y segundo de bachillerato... en teoría. Si, por ejemplo, un estudiante ha suspendido una asignatura de segundo de bachillerato y el profesor de la misma, después de escuchar a sus compañeros en la Junta de Evaluación, se ratifica en su decisión, entonces el estudiante no titula. Pero, el tutor del grupo debe preguntar al equipo docente y elaborar un informe en el que conste, entre otras cosas, si el estudiante ha alcanzado o no la madurez académica. Se trata de una decisión importante pues si, a pesar de haber suspendido una o varias asignaturas, el equipo docente decide por mayoría que el estudiante ha alcanzado la madurez académica, entonces el estudiante puede presentar una reclamación con todas las garantías de que su recurso será estimado.

Pudiéramos suponer que si la madurez académica juega un papel tan importante todos los implicados en este proceso sabemos muy bien qué cosa es. Naturalmente esto dista de suceder. La ley dice que la madurez académica consiste en alcanzar los objetivos generales del bachillerato. Se supone que estos son los objetivos que todos los profesores de cualquier asignatura debemos tener siempre presentes y nuestro trabajo consiste en que los estudiantes los alcancen. Estos objetivos, por dar una idea no exhaustiva, son del tipo: ejercer la ciudadanía democrática, actuar de forma responsable y autónoma, ejercer el espíritu crítico, fomentar la igualdad entre hombres y mujeres, participar de forma solidaria en la mejora del entorno social, afianzar hábitos de lectura, respetar el medio ambiente, dominar la expresión oral y escrita en lengua castellana y otras (la cooficial si la hubiera y, al menos, una extranjera), conocer y comprender la ciencia, las realidades del mundo contemporáneo, la expresión artística, el espíritu emprendedor, etc, etc. 

Cualquiera puede comprender que evaluar la adquisición de esos objetivos es enormemente complejo. Además la ley no concreta si el estudiante debe alcanzar la mayoría o todos los objetivos para ser considerado maduro académicamente. Los profesores tendemos a pensar, quizá equivocadamente, que esos objetivos algo tendrán que ver con el trabajo que hacen los estudiantes en el instituto, así que procedemos a evaluarlos en función de ello. Pero las dudas e incertidumbres se suceden. Por ejemplo, cuando en una Junta de Evaluación analizamos el caso de un estudiante que ha suspendido una o dos asignaturas nos vemos obligados a emitir un informe sobre la madurez académica del estudiante, y, dado que la consecución de estos objetivos es el fin de todas las asignaturas, ¿no deberían declarar los profesores de las asignaturas aprobadas que el estudiante ha alcanzado los objetivos puesto que de lo contrario no habría aprobado esas asignaturas? Si esto fuera así ¿un estudiante con cuatro asignaturas suspensas y cinco aprobadas ha alcanzado los objetivos del bachillerato? No lo parece. ¿Entonces deberíamos sostener que un estudiante solo alcanza la madurez si aprueba todas las asignaturas? ¿Es posible alcanzar la madurez académica si no se aprueban todas las asignaturas, o sea, si no se alcanzan los objetivos generales del bachillerato en alguna asignatura? Un estudiante que no supera una asignatura a pesar de esforzarse ¿es imposible que alcance la madurez académica? ¿Es maduro el estudiante que falta a clase, no trae material, presenta exámenes en blanco y, a pesar de todo, solo suspende una asignatura? A la vista de que los objetivos son básicamente procedimentales ¿no pudiera ocurrir que un estudiante que aprueba todas las asignaturas no alcance los objetivos por manifestar un comportamiento infantil, abiertamente insolidario y machista, por ejemplo, y, en cambio, otro estudiante los alcance sobradamente a pesar de suspender, pongamos, dos asignaturas? Todas estas preguntas y otras parecidas se repiten año tras año en las Juntas de Evaluación porque en definitiva nadie tiene muy claro qué es eso de la madurez académica.

Por mi parte, llevo años intentando, con escaso éxito entre mis compañeros, aplicar el método pragmático a esta cuestión. Decía William James que el pragmatismo no era una teoría sino un método que consistía en en ligar la verdad de un enunciado o el significado de un término con las consecuencias prácticas que acarrea su uso. ¿Qué significa “madurez académica”? Esta es la gran pregunta que mis compañeros se formulan. Por mi parte estoy convencido que no significa nada, es un término completamente vacío que solo adquiere significación a posteriori, atendiendo a las consecuencias que su uso genera. En verdad no ocurre que un estudiante titule con alguna asignatura suspensa porque ha alcanzado la madurez académica, sino que se otorga el título de Bachiller a un estudiante con alguna asignatura suspensa y se justifica diciendo el estudiante merece titular porque es suficientemente maduro. Como decía el eminente jurista y reputado miembro del tribunal supremo de los Estados Unidos durante tres décadas (1902-1932), Oliver Wendell Holmes: el juez primero toma una resolución y después argumenta la sentencia. Aquí ocurre lo mismo.

Pero temo que se me malinterprete: no estoy diciendo que el término es un subterfugio para aprobar a estudiantes que no se lo merecen (aunque en algún caso así es). Por el contrario estoy convencido que hay diversos factores, distintos a la competencia y el trabajo personal, que pueden explicar el mal resultado de un estudiante en una asignatura y que no debieran impedirle cursar estudios superiores. El caso es que, sea cual sea nuestra opinión al respecto, la legislación vigente obliga al equipo docente a pronunciarse sobre esta cuestión. Cada profesor debe tomar su propia decisión: quien piense que criterio del profesor debe prevalecer votará que el estudiante que haya suspendido alguna asignatura no ha alcanzado la madurez, y quien, por el contrario, considere que el estudiante merece titular y cursar estudios superiores votará que sí ha alcanzado la madurez. En realidad esto es exactamente lo que ocurre. Lo que en verdad me enerva es el tiempo perdido en discusiones bizantinas intentando precisar el genuino significado del término “madurez académica”, como si los legisladores estuvieran en contacto con ciertas esencias que el común de los mortales somos incapaces de aprehender.

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