Pero, en realidad, un diccionario constituye una de las formas más poderosas de apresar y sintetizar el universo de lo real, de jugar el juego del ser. Alinear un conjunto de palabras de acuerdo con la necesidad de un orden, pero abandonando cada una de ellas al albur del acaso y la contingencia, de modo que, en su sucesión, la previsibilidad de lo por venir en el orden alfabético se acompañe del absurdo en el sucederse de los significados.
En el orden y la arbitrariedad de los diccionarios se da de manera inmediata e irrevocable la marca ontológica de todo lo que acontece, como si esa mezcla de necesidad y contingencia, de orden y desorden, fuera el juego mismo que la vida, el mundo, la realidad juegan.
ACCIÓN: En la sección que trata la
ley del corazón, Hegel retorna al problema de la acción y lo intrínsecamente
alienante que, como momento inextirpable, contiene. La autoconciencia se enfrenta a
la experiencia de la objetivación, a la tragedia de lo insatisfactorio de una
acción que resulta en estados del mundo que escapan al dominio del sujeto y se
erigen en potencias ajenas e indomeñables. Al actuar, el corazón no se realiza
a sí mismo, no produce con inmediatez y de acuerdo a los propósitos nobles que alienta, sino que levanta lo que se le opone y lo que obedece a una lógica autónoma.
La frustración, la ira del bienintencionado corazón que comprueba cómo sus
propósitos son desvirtuados por lo real lleva al sujeto a señalar a los otros
como responsables de esta inversión: “La conciencia proclama la individualidad
como lo determinante en esta inversión y esta demencia, pero una
individualidad ajena y fortuita. Pero es el mismo corazón o la
singularidad de la conciencia que pretende ser inmediatamente universal el
causante de esta inversión y esta locura (...)”. La conciencia no es capaz de
reconocer que, al actuar, ha de enfrentarse a la pérdida en lo ajeno, y, por
eso, culpa a los otros de que la realización de la ley del corazón se trueque
en un orden ajeno a lo que ésta inmediatamente es. Para Hegel, en definitiva,
lo que cabe subrayar es que así se muestra la naturaleza misma de la ley de la
subjetividad unilateral, que exhibe los caracteres más bellos sólo encerrada en
el corazón que desea, pero no puede ser trasplantada sin más a la realidad
efectiva sin perderlos y adquirir la textura prosaica de lo que está ahí. La
bella y apasionada ley del corazón, en definitiva, es “algo que, a diferencia
de lo que sucede con el orden vigente, no puede aguantar la luz del día, sino
que más bien (…) acaba hundiéndose o desvaneciéndose”. Cf. Hegel, PhG, V.B. La
realización efectiva d ella autoconciencia racional. b. La ley del
corazón y el delirio del engreimiento.
BIBLIOTECA: “Toda
biblioteca privada es en mayor o menor parte una colección de proyectos de
lectura”. Gaos, J., Confesiones profesionales. Aforística.
CAPITALISMO: Normalmente, cuando se deplora algo por
ser “del siglo XIX” se quiere realmente decir que no está a la altura del capitalismo del siglo XXI.
DETERMINISMO:
“El determinismo histórico sólo es síntoma del torpor que
aflige la imaginación del historiador”. Gómez Dávila, N., Escolios, I.
ESCLAVITUD: “En
1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se
extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y
propuso al emperador Carlos V la importación de negros, que se extenuaran en
los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”. Borges, J.L., El
atroz redentor Lazarus Morelli.
FILOSOFÍA POLÍTICA: “En
el origen está el tabú. En la crítica del tabú está la filosofía. En la piedad
hacia el tabú, la filosofía política”. Luri, G., ¿Matar a Sócrates?
GOCE: La nota predominante en el goce es la condena a la repetición, a
la continua actualización que, enseguida, transcurre y exige una nueva. El goce
está apresado por el momento, no puede ser conservado como memoria, y, por ello,
exige el constante reinicio. En rigor, el goce no contempla la satisfacción
porque es en la sola expectativa donde se localiza el término del placer y éste sólo puede ser
retenido en la expectativa de un nuevo proceso. Fausto lo dice así: “Así, ando vacilante
del deseo al goce, y en el goce suspiro por el deseo”. Goethe, J.W., Fausto,
I.
HONRADEZ: En
Hegel, la "conciencia honrada" es aquella capaz de excusar todo aquello que
constituye su acción y su posición. Lo que en esta
conciencia se muestra es que, si esa es nuestra intención, es posible
justificar cualquier cosa que se hizo o no se hizo troceando el todo de la
acción en sus elementos abstractos y aferrándose solamente a alguno de ellos:
la intención justifica, así, el curso entero de la acción por fallida que sea;
si no se ha hecho nada, al contrario, es porque “no se ha podido”; si, aparte
de la intervención propia, uno se encuentra con algo satisfactorio, entonces se lo adjudica como producto propio. “La honradez de esta conciencia y la satisfacción
que encuentra en todos los casos consiste de hecho (…) en que no reúne y agrupa
sus pensamientos, los pensamientos que tiene de la cosa misma (…). Esta
conciencia hace de una significación tras otra el sujeto de este predicado y va
olvidándolas una tras otra”. La posición honrada, por lo tanto, consiste en el
empeño de estar por encima de todo y siempre permanecer inmaculada, pase lo que
pase: “La verdad de esta honradez [Ehrlichkeit] consiste (…) en no ser
tan honrada como parece”. Cf. Hegel, G.W.F., PhG, V.B.a. El reino animal
del espíritu o la cosa misma.
IDEOLOGÍA: “Hace diez años bastaba cualquier
simetría con apariencia de orden -el materialismo dialéctico, el antisemitismo,
el nazismo- para embelesar a los hombres. ¿Cómo no someterse a Tlön, a la
minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado? Inútil responder que la
realidad también está ordenada. Quizás lo esté, pero de acuerdo a leyes divinas
-traduzco: a leyes inhumanas- que no acabamos nunca de percibir”. Borges, J.L., Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius.
JUVENTUD: “La
juventud no es la edad de las pasiones, sino de las ilusiones. La edad de las
pasiones es la madurez”. Gaos, J., Confesiones profesionales. Aforística.
LENGUAJE: En
el centro del capítulo VI de la Fenomenología, Hegel se
detiene en el lenguaje como el elemento en el que se manifiesta, en toda su
potencia, el contenido auténtico de una etapa crucial de la formación del espíritu. Estamos, precisamente, en la sección que gira
alrededor de la cultura o formación [Bildung]. En esta
coyuntura, el filósofo afirma que el lenguaje es el sacrificio del ser-para-sí
de la conciencia, sacrificio “tan total como en la muerte” que, sin embargo, no
redunda en la desaparición del individuo sino en su permanencia como sujeto. En
el lenguaje se exponen la naturaleza y la necesidad de la alienación, y éstas
se expresan, en el caso de la conciencia noble que aquí se trata, en el hecho
de que tal conciencia llega a la acción sólo en el habla: “Es la fuerza del
hablar como tal la que lleva a cabo lo que hay que llevar a cabo”. En el
lenguaje se da la paradoja de una pérdida absoluta de sí y una presencia plena
del sí mismo. El lenguaje, añade Hegel, “tiene el ser por contenido y es la
forma de ese ser”.
En
la figura de la conciencia noble viene a situarse el lenguaje como la
existencia real y completa del sí mismo: “El lenguaje es la existencia del
puro sí mismo como sí mismo; en el lenguaje entra en la existencia la
individualidad de la autoconciencia como tal en ese su ser para sí, y de
suerte que esa existencia es para otros”. Aquí se encuentra la dimensión
realmente consistente de lo que el sujeto es, aquello que no sólo alude o
expresa vaga o ambiguamente, sino que realmente se identifica con él.
Según esto, el sujeto es, primariamente, lenguaje, y sólo el lenguaje “contiene
a ese yo en su extrema pureza”. De hecho, sólo la articulación lingüística del
sí mismo introduce el yo, el sujeto como tal, cosa que el cuerpo, la
presencia, los gestos y expresiones, la constitución fisiológica o los rasgos
faciales no pueden hacer efectivamente, tal y como se demostró en la crítica a
la “ciencia” fisionómica del antisemita Lavater. No se puede señalar al sujeto
con el dedo, pero sí nombrarlo, porque “(…) sólo el lenguaje dice yo, yo
mismo”. “Esa su existencia [que el yo cobra en el lenguaje y sólo en él] es, en
cuanto existencia, una objetividad que tiene en ella la verdadera naturaleza
del yo”. Cf. Hegel, G.W.F., PhG, VI.B.I.a, La formación y su reino de la
realidad.
MAL: “(…) Y aún parece el demonio una invención del hombre
indulgente consigo mismo; pues comparado en maldad con el hombre, no es el
demonio más que un pobre diablo”. Gaos, J., Confesiones profesionales. Aforística.
NACIONALISMO: El
nacionalista catalán Vicenc Villatoro señaló con perspicacia una de las claves
decisivas en la existencia misma de la reivindicación “nacional”, que no es
otra que la disolución de todo otro antagonismo. Para este publicista, el
máximo peligro consiste en la articulación del campo de lo político en torno a
cualquier otra contraposición que escape al eje definidor de "lo nacional”, por lo que critica vehementemente cualquier “propuesta que supon[ga] la abolición del eje nacional como eje político
significativo y la consagración de la confrontación entre derechas e izquierdas
como relato central de la política catalana”. El nacionalismo, actualmente, es otro artefacto para la desactivación de la lucha de clases. Cf. Amat, J., La conjura de los
irresponsables.
OBJETO-SUJETO: “La
presuposición de estos entes disuelve de antemano el fenómeno, y todo
intento de recomponerlo a partir de los fragmentos resultantes es una empresa
sin esperanza”. Heidegger, SZ, 28.
PEDAGOGÍA: “No
es mediante unas palabras, es mediante su propio deseo como el modelo
muestra al sujeto el objeto supremamente deseable. (…) el deseo es esencialmente mimético, se forma a partir
de un deseo modelo, elige el mismo objeto que este modelo”. Girard,
R., La violencia y lo sagrado.
REBELIÓN: La rebelión contra el mundo está
afectada de un fatalismo trágico que, generalmente, condena sus propósitos a la ineficacia o
a la directa escabechina sangrienta. En la rebelión del (buen) corazón ante las injusticias a menudo se manifiesta algo de suma importancia : a pesar de la
injusticia y la indiferencia del “orden vigente”, este orden contiene el resto de comunidad que permite guarecerse de la
furia de los corazones. Sin esa mínima estructura común la
realidad sería sólo un campo de batalla de las distintas rebeldías individuales
y cada uno estaría indefenso ante la imposición de los “buenos propósitos” del
más fuerte. La tentación del rebelde consiste en no apuntar a un restablecimiento de los nexos comunitarios, sino a la destrucción de los que aún restan. El orden común es injusto, pero es común y, por ello, en primer lugar, es defensa de
realidad ante el delirio fantástico de los individuos. En el inicio de la acción ha de estar fijada esta verdad primera si no quiere resolverse en la furia de la destrucción. “(...) en la resistencia que la ley del corazón encuentra en los
otros individuos singulares, tal orden demuestra ser ley de todos los
corazones”. Cf. Hegel, PhG,
V.B. La realización efectiva de la autoconciencia racional. b. La
ley del corazón y el delirio del engreimiento.
SISTEMA: “Los metafísicos de Tlön no buscan la
verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la
metafísica es una rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es
otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno
cualquiera de ellos”. Borges, J.L., Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius.
TRAGEDIA: Tal
y como la comprende Hegel, la cualidad de lo trágico reside en una determinación crucial de la
acción, para la cual el mundo griego no poseía solución. La acción se agita
entre los lados adversos de lo sabido y lo no sabido, y eso la convierte en trágica: de acuerdo con lo sabido, el agente se
lanza justamente a la acción; de acuerdo con lo no sabido, esa acción se revela
como una transgresión. Haciendo lo justo y adecuado, el agente viola lo justo y
adecuado. La doble naturaleza de la acción se ve resuelta a la situación trágica
porque el agente estaba en el deber de actuar, pero al hacerlo cae
irremediablemente en el delito y la culpa. No hay modo de escapar a este
callejón sin salida, porque siempre hay algo oculto que el agente es incapaz de
advertir en el momento de actuar: “La realidad, por tanto, mantiene oculto en
sí ese su otro lado que resulta extraño al saber, y que no se muestra a la
conciencia”. Edipo no sabe que mata a su padre, sino que sólo ve en éste al
ofensor que efectivamente se le muestra. Lo relevante de esta caracterización
del actuar es que toda acción participa, tiene que participar de esta doble
dimensión por la que es y no es lo que es. El secreto de la acción, pues, el
único modo de redimirla de su condición trágica sin renunciar a su efectividad,
será la introducción de algún modo intrínseco de hacer soportable y afirmativa
la mezclada condición de saber y no saber en la que siempre se da. En Grecia,
tal y como muestran las tragedias de Sófocles, este dispositivo no existe y la
acción se ve condenada a disolverse en su íntima contradicción: “A la
conciencia ética le persigue de este modo un poder fotófobo [que huye de la luz
y que detesta la luz], que sólo irrumpe cuando la acción se ha producido (…).
El agente no puede negar el delito ni la culpa”. Cf. Hegel, G.W.F., PhG,
VI.A.b. La acción ética, el saber humano y el divino, la culpa y el destino.
UNIVERSAL: “Lo particular superado/asumido (Aufgehobene) es lo universal”.
Hegel, G.W.F., PhG, V. Certeza y verdad de la razón. De acuerdo con Hegel,
existe un movimiento intrínseco a lo universal que lo arranca de la simple abstracción y
lo constituye como efectivamente real. En esa tesitura, lo universal no es ya
lo precedente, lo solamente supuesto, lo separado, sino que se compenetra con
lo individual. Una universalidad que no expele de sí la particularidad del
individuo, sino que asume y resignifica sus diferencias. La universalidad
efectiva no se da en un elemento ajeno a la existencia -que siempre es
existencia de lo concreto-, de tal manera que la particularidad de las diferencias, la materialidad
de lo existente constituye propiamente el contenido [Inhalt] de lo
universal: “las diferencias de esta individualidad son las que constituyen el contenido
de aquel universal”. Esta complejidad de lo universal, lejana a la simple
abstracción, sólo adquiere vida efectiva como espíritu, es decir, como textura concreta
de la vida humana en común, y como conciencia ética, es decir, conciencia de
esa realidad compartida: “Esta Cosa [la Cosa absoluta [absolute Sache])
es la sustancia ética [sittliche Substanz]; y la conciencia de esta cosa
es la conciencia ética”. En esta Cosa absoluta que es el espíritu, “permanecen
incluidos los momentos del ser, de la conciencia pura, y del sí mismo [Selbst]:
una unidad que constituye la esencia de estas masa, y no les permite ya a estos
momentos disociarse (...)”. Cf. Hegel, G.W.F., PhG, V. C. b. La razón
legisladora.
VERDAD: “Sé la Verdad pero no puedo razonar la Verdad”. Borges,
J.L., La secta de los treinta.
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