Markus Gabriel ha publicado este mismo año (2021) su primera obra de filosofía moral: Ética para tiempos oscuros. Se trata de un libro que viene a completar sus primeros trabajos centrados más en cuestiones ontológicas y epistemológicas.
Gabriel parte de un diagnóstico pesimista de la situación actual: estamos inmersos en una profunda crisis de valores; libertad igualdad y solidaridad ya no se dan por sentados, ya no son la guía moral y política para cada vez más personas y Estados. La deriva política de países como Polonia, Hungría, Rusia, Turquía, Brasil, etc así lo atestiguan. Estamos ante un problema importante, no se trata de una cuestión meramente teórica porque los principales damnificados de la crisis de valores son personas reales: los pobres, niños, marginados, migrantes en situación irregular, etc. Es por ello que Gabriel sostiene que vivimos en “tiempos oscuros” porque la luz del conocimiento ético queda parcialmente eclipsada de forma sistemática por la ideología, propaganda, fake news, etc.
Hemos sustituido los valores ilustrados por otros que emanan de la globalización económica y la lógica mercantil, como la competencia, afán de lucro y nacionalismo. Pero este camino nos lleva al desastre. Necesitamos, a juicio de Gabriel, una nueva Ilustración que marque una nueva ruta a la humanidad, que responda a las cuestiones centrales de quiénes somos y quiénes podemos y deseamos ser. El vigente proyecto ilustrado, como ya habían denunciado los frankfurtianos, ha renunciado a los valores primigenios de libertad, igualdad y solidaridad y ha devenido en un proyecto tecnológico cuyo principal objetivo es el lucro mediante el esquilmamiento de los recursos naturales del planeta y la explotación del hombre por el hombre. Pero ya vemos que este camino ha agotado su recorrido y nos conduce a la catástrofe medioambiental y social.
Necesitamos un nuevo proyecto ilustrado que tenga como valores fundamentales la autonomía y la solidaridad. Pero ¿cómo hacerlo? Necesitamos volver a pensar los problemas morales y políticos a los que nos enfrentamos. Un primer paso debería ser aclarar el significado de algunos conceptos que son básicos para la reflexión ética. La propuesta de Gabriel, el nuevo realismo moral, utiliza algunos conceptos de la tradición filosófica de manera habitual pero da un nuevo significado a otros.
B. Definición de conceptos:
Valores morales.
En general los valores son criterios de evaluación, son como hitos que nos marcan el camino a seguir para alcanzar aquello que consideramos valioso y positivo. En muchos casos lo valioso para unos no coincide con lo valioso para otros: a unos les gusta el jazz a otros el rock, a unos lo dulce a otros lo salado, etc. En resumen, muchos valores son subjetivos y particulares. Pero este no es el caso de los valores morales.
Gabriel afirma que los valores morales son universales, esto es, válidos para todas las personas en todo momento, independientemente de si esas personas lo ven así o no. Los valores morales indican lo que debemos hacer y lo que no (rigen el ámbito de lo bueno y lo malo) y no están sometidos a la regla de la mayoría democrática, ni siquiera a la del consenso. Por ejemplo, la dignidad de la vida humana es un valor moral y lo era incluso en las épocas en las que se consideraba a los esclavos no merecedores de ella. De este modo Gabriel se alinea con Sócrates y sostiene que “el ser humano no puede influir en los sistemas de valores que existen de forma objetiva; solo puede conocerlos”. Además los valores morales no necesitan ser justificados teológicamente o apelando a cualquier otra instancia, los valores valen por ellos mismos; por eso como decía Sócrates en el Eutifrón, lo bueno no es bueno porque los dioses lo quieran, sino que los dioses -si existen- se someten a lo bueno, solo pueden querer lo bueno.
Hechos morales.
Un hecho moral es, para Gabriel, algo que los seres humanos debemos hacer o renunciar a hacer en virtud de la humanidad que compartimos con otras personas. Los hechos morales, por tanto, son exigencias o requerimientos que afectan a todas las personas y proporcionan criterios con los que valorar la conducta. Que no se debe maltratar a los niños o discriminar a las personas por su raza no son meras pautas de actuación que rigen en ciertas culturas sino hechos morales, es decir, obligaciones morales que rigen la conducta humana en todo lugar y momento. Lo hechos morales existen aunque sean sistemáticamente vulnerados, del mismo modo que un hecho no moral, como que la Tierra gira alrededor del Sol, existe al margen de las opiniones de la gente.
Muchas personas creen que no existen lo hechos morales porque no existen en la naturaleza, no son perceptibles ni mensurables y, por lo tanto, no son el objeto de estudio de ciencia alguna. Pero un hecho es simplemente una proposición que es verdadera, una verdad de existencia objetiva. Los hechos morales no existen en la naturaleza, existen, en términos kantianos, en el reino de los fines y los conocemos en el transcurso de la historia, cuando estamos inmersos en contextos que exigen una acción.
“Los hechos morales no son hechos naturales. Tampoco son antinaturales, ni van contranatura, sencillamente son los hechos en los cuales las posibilidades de actuar se clasifican según los criterios de lo bueno, lo neutro y lo malo. Esta clasificación no depende de la mirada del observador ni es una cuestión de gusto, sino que resulta objetiva en todos los sentidos relevantes” (Gabriel, 2021, pag 192)
Los hechos no morales son el objeto de estudio de las ciencias naturales y sociales. Pero las ciencias no pueden deducir enunciados prescriptivos en relación a la conducta humana, porque las ciencias no tratan con hechos morales. Por ejemplo, la ciencia puede determinar que el alcohol es malo para la salud, pero de ello no se deriva el hecho moral de que no debamos tomar alcohol. Existen muchas cosas que no se pueden conocer por los instrumentos propios de las ciencias naturales ni controlar con la tecnología. Las ciencias son ciegas ante los hechos morales, por ello no es una buena idea ceder el poder a los científicos y expertos para que tomen decisiones morales que nos afectan a todos.
Moral.
La moral es la respuesta a la pregunta de qué debe hacer una persona en general o en una situación dada. Lo que veta la moral es lo malo, lo que insta a hacer es lo bueno y lo permitido es lo neutro. Estos son los principios básicos de la moral. La distinción no es tan evidente como en un principio pudiera parecer porque muchas veces nos equivocamos. Por ejemplo, durante mucho tiempo hemos considerado la homosexualidad como moralmente mala cuando en realidad es neutra, no es un problema moral.
En relación a la moral hay que tener en cuenta dos cosas. Primera, que las normas morales se asientan en la verdad de los hechos morales. Segunda, que somos falibles y nos podemos equivocar. Discriminar a los homosexuales siempre estuvo mal y si era lo habitual en el pasado (o en el presente en muchos lugares) era y es un error moral. La moral pesa más que la mayoría; solo porque la mayoría tome una decisión eso no significa que automáticamente esa sea la decisión moralmente legítima.
De todas formas haríamos mal en centrarnos en los errores morales porque por norma general tenemos un conocimiento moral atinado, acertamos más que nos equivocamos, “sin una acción moral exitosa la sociedad sería inviable”. Del mismo modo que la vida humana, tanto individual como colectiva, requiere un conocimiento, aunque sea somero, de los hechos no morales, también la vida social implica una conocimiento básicamente correcto de los hechos morales, es decir, por norma general sabemos bien qué hacer o dejar de hacer en una situación dada.
Ética.
Gabriel parece aceptar la definición tradicional de “ética”: rama de la filosofía que desde Aristóteles se ha ocupado de lo que constituye una vida buena, una vida feliz. Y “la buena vida consiste en convertirnos en agentes responsables en el reino de los fines y entendernos como seres vivos dotados de una capacidad moral superior y universal.”
El fin último de la ética es reflexionar sobre quiénes somos y quiénes queremos ser y este objetivo requiere de nosotros el conocimiento de los hechos morales. La ética es por tanto el estudio de los hechos morales. Necesitamos la ética para progresar moralmente y alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. Pero la reflexión moral debe tomar también en cuenta hechos no morales para valorar la posibilidad de actuar de un modo u otro. Por eso una ética nunca será una “ética ideal” o definitiva porque siempre habrá nuevos contextos y desafíos para la acción moral.
Por lo general el conocimiento ético es bastante evidente y está al alcance de todos los humanos. Por ejemplo: no debemos torturar a los niños. Esta es una evidencia moral, es decir, una afirmación que describe un hecho moral cuyo valor de verdad resulta indiscutible. Sin embargo la reflexión ética pocas veces parte de este terreno firme y se adentra con excesiva premura en los terrenos pantanosos de los dilemas éticos cuando en realidad estos son casos bastante excepcionales porque lo habitual es saber qué es lo correcto en cada situación; aunque siempre cabe la posibilidad de equivocarse porque la falibilidad es un rasgo esencial del conocimiento ético. Pero en algunos de los llamados “dilemas éticos” hagamos lo que hagamos dejamos de cumplir una exigencia moral. No son auténticos dilemas entonces, son trampas morales, “tragedias vitales”en las que hagamos lo que hagamos lo bueno queda fuera de nuestro alcance. En otras ocasiones los dilemas son problemas complejos que requieren claridad en su descripción. Si son descritos con claridad entonces tienen una solución ética. Pero para afrontar los problemas morales más complejos necesitamos ideas morales claras que puedan ser derivadas de las evidencias morales.
Básicamente la reflexión moral consiste en partir de evidencias morales y avanzar discursivamente hacia hechos morales no tan evidentes. Estos razonamientos necesitan ser ejercitados. Este es, a juicio de Gabriel, el principal argumento en favor de una asignatura de Ética en el sistema educativo.
Metaética.
Gabriel llama metaética a la disciplina filosófica que se pregunta si existen hechos morales y qué forma de existencia les caracteriza. Es la teoría de los valores o los juicios morales. Todas las personas tienen ética, tienen acceso a los hechos morales aunque no tengan conocimientos filosóficos ni estén interesadas en las controversias características de la metaética.
Hay dos tipos de metaética: la realista y la antirrealista o subjetivista. La metaética antirrealista niega la existencia de los hechos morales, sigue a Nietzsche cuando afirma que no existen hechos morales sino solo interpretaciones y defiende la postura relativista propia de la era posmoderna. Según Gabriel la metaética antirrealista es una doctrina equivocada y contradictoria. Volveré sobre esto más adelante.
C. Nuevo realismo moral.
La metaética que necesita la nueva Ilustración es, a juicio de Gabriel, el nuevo realismo moral. Esta propuesta gira en torno a tres tesis fundamentales.
Tesis del realismo.
Existen hechos morales independientes de las opiniones individuales y colectivas. Los hechos morales son verdades objetivas, tienen una validez supracultural y perpetua. Son hechos morales que no debemos matar o que debemos reducir las emisiones de CO2.
La verdad de esta tesis depende, claro está, de la refutación de la tesis rival del relativismo cultural. Los relativistas afirman que: Primero, las valoraciones morales son relativas a un sistema de valores, a una cultura. Segundo: hay muchos sistemas de ese tipo. Tercero. Es imposible valorar de forma independiente cuál es el mejor de los sistemas.
Esta tesis está muy extendida en la actualidad pero es, a juicio de Gabriel, una tesis falsa. El relativismo cultural no puede ser verdad porque es contradictorio. Pongamos un ejemplo: el filósofo alemán Markus Gabriel afirma que es moralmente necesario que las niñas puedan estudiar y un talibán, por el contrario afirma que es moralmente inadmisible que las niñas puedan estudiar. Tenemos aquí un conflicto moral, ¿cómo lo interpretaría un relativista? Desde un punto de vista relativista ambos hablan mal. Lo que en realidad dice Gabriel, aunque no lo quiera reconocer, es que es moralmente necesario que las niñas puedan estudiar de acuerdo con los valores occidentales, mientras que el talibán dice que es moralmente inadmisible que las niñas puedan estudiar de acuerdo con la interpretación talibán del Corán. Pero entonces, si el relativista tiene razón, no hay ningún conflicto moral, ambos Gabriel y el talibán tienen razón. Pero esto es absurdo. Si cada grupo tiene sus propios valores morales no ha lugar a la indignación moral frente a la lapidación o la ablación, por ejemplo. Pero, suponemos, el relativista occidental no participaría de buen grado en estos rituales aunque conviviera con aquellos grupos que los practican ¿por qué? porque considera que están mal. El relativismo es una posición teórica que acarrea una contradicción práctica. El relativista también sostiene opiniones éticas incondicionales. Es muy probable que piense que está mal lapidar a las adúlteras o torturar a los presos políticos.
Tesis del humanismo.
Los hechos morales son cognoscibles en lo esencial. Se dirigen a nosotros en cuanto humanos y ofrecen una brújula moral. En tiempos claros son bastante evidentes, pero en tiempos oscuros aparecen ocultos por la ideología, la propaganda, etc. Un corolario de esta tesis es que todos los seres humanos somos más o menos iguales en ética porque todos tenemos acceso a los hechos morales.
La base fundamental del realismo ético consiste en la idea de que por lo general somos conscientes de qué exige de nosotros una situación dada. Sin embargo somos falibles, nos podemos equivocar. Por ejemplo la esclavitud es mala, siempre. Aristóteles, por efecto de la ideología imperante en su época, no lo vio, por tanto, se equivocó. No se trata de que la esclavitud fuera moralmente aceptable en la Antigüedad y solo con la llegada de la Modernidad pasa a ser considerada moralmente reprobable porque es un hecho moral que todos los seres humanos deben ser libres y este hecho era mejor conocido por los esclavos mismos, que eran conscientes de la injusticia de su situación, que por Aristóteles.
Tesis del universalismo.
Los hechos morales son universales y existe un único sistema universal de valores (lo bueno, lo malo y lo neutro) que no cambia a lo largo de la historia y que obliga por igual a todos los humanos. La ética no discrimina: lo que es bueno para uno es bueno para todos.
Los relativistas siempre se han opuesto a esta tesis y han argumentado en contra del universalismo moral presentando múltiples ejemplos de diferencias culturales que, presuntamente, prueban la existencia de una pluralidad de sistemas de valores. Pero las diferentes morales de los grupos quedan atenuadas si preguntamos a las víctimas: a los esclavos, los marginados, las lapidadas, etc. Según las víctimas la opinión mayoritaria del grupo es equivocada. Lo que no debemos perder de vista, según Gabriel, es que las culturas no son homogéneas porque ni siquiera las familias lo son, como queda manifiesto en las reuniones familiares. Es más, la noción de “cultura” es equívoca, nadie sabe qué es una cultura, ¿existe una cultura española o asturiana? ¿en qué consiste? Cuando los problemas morales se enfocan desde una perspectiva cultural a menudo caemos en estereotipos que dificultan la reflexión moral.
Otro argumento en contra del universalismo es que este no es más que la cara amable del colonialismo y el imperialismo, pero este malentendido procede de una mala interpretación del universalismo que, por definición, no puede justificar ninguna forma de discriminación o racismo. El universalismo no es eurocéntrico porque los hechos morales son accesibles a todas las personas de cualquier etnia y lugar. Cuando la mayor parte de los europeos del siglo XIX, especialmente los intelectuales, justificaban el colonialismo y el racismo se equivocaban de manera interesada, estaban subyugados por una ideología que les impedía ver al Otro como a un Igual. La renuncia al colonialismo es por tanto una exigencia de la tesis universalista. Además es falso que los hechos morales fueran “descubiertos” por los occidentales antes que por cualquier otra cultura. Por ejemplo los derechos humanos son reconocidos ya por Ciro el Grande en el siglo VI aC y hechos morales como el deber de acoger a los huéspedes o cuidar a los ancianos están más presentes en el Islam que en Occidente.
D. Progreso moral
La posibilidad del progreso moral puede deducirse de las tres tesis anteriormente expuestas. Si podemos conocer los hechos morales, lo normal es que al lo largo de la historia, del mismo modo que vamos conociendo más hechos no morales, como los hechos físicos y naturales, también avancemos en el conocimiento de los hechos morales; lo que no significa que el retroceso moral sea imposible porque somos falibles y en épocas de oscuridad, como la presente, la acción de la ideología y la propaganda contribuyen al ocultamiento de los hechos morales.
El progreso moral, afirma Gabriel, “consiste en reconocer y difundir hechos morales que estaban en parte ocultos”. De esta forma conocemos mejor qué debemos hacer o renunciar a hacer en una situación dada puesto que, de acuerdo con el postulado realista, el conocimiento siempre se halla vinculado a los hechos. Pero la realidad siempre supera nuestro conocimiento de ella, por lo que cabe la posibilidad que ciertos hechos morales y no morales permanezcan ocultos, lo que conlleva errores morales en el pasado y también en el presente; por ejemplo que la esclavitud o el racismo sean moralmente aceptables.
Que la humanidad progrese moralmente ha sido puesto en duda incluso por buena parte de los ilustrados, por ejemplo Kant era muy escéptico en relación a esta posibilidad. Del mismo modo los frankfurtianos reprochan a la Ilustración justo esto: que el progreso científico no trae consigo un progreso moral. Sin embargo Gabriel constata un cierto progreso moral, por ejemplo cuando aceptamos que la homosexualidad no es un problema moral o que es moralmente reprobable segregar a las personas por la raza o discriminar a las mujeres. Lo cual no significa que hoy en día, a diferencia de épocas pasadas, tengamos una visión clara y definitiva de los hechos morales. Por ejemplo, el recientemente fallecido Antonio Escohotado ha contribuido de manera notable a que, poco a poco, se abra paso una convicción que, desde mi punto de vista, conlleva un progreso: que las drogas tampoco son un problema moral.
El progreso moral no ha concluido porque no hay meta, siempre estamos en proceso, porque los hechos no morales (ie los hechos sociales y tecnológicos) cambian y acarrean nuevas exigencias y requerimientos para la conducta humana, es decir, nuevos hechos morales que surgen en contextos cada vez más complejos. De ahí la necesidad de la cooperación y de los enfoques interdisciplinares para avanzar en el ámbito de la ética.
E. Comentario.
A mi modo de ver la valoración del nuevo realismo moral depende por entero del estatus ontológico de los “hechos morales” de los que nos habla Gabriel ¿Existen o no? Desde una perspectiva realista deben existir, pero esto antes que un “descubrimiento” es más bien un presupuesto del sistema. Después de haber elaborado una muy interesante propuesta ontológica comprometida con el realismo, Gabriel pasa a reflexionar por primera vez, que yo sepa, sobre problemas éticos. Naturalmente lo hace desde la perspectiva ontológica que ha trabajado, el realismo, y por tanto se compromete con la existencia de hechos morales o, para decirlo en términos más tradicionales, la existencia de valores morales absolutos. No puede ser de otra manera. Gabriel parece razonar del siguiente modo: si el realismo científico y metafísico son posturas coherentes que descansan en la tesis de que los hechos existen por sí mismos, no son invenciones nuestras, entonces en ética lo lógico y coherente será un realismo moral que se levante sobre los hechos morales. Pero los hechos no morales, o simplemente “hechos”, tienen un estatus ontológico mucho más sólido (o “robusto”, por utilizar la terminología del mismo Gabriel) que los presuntos hechos morales. Además debemos tener en cuenta que el pensamiento contemporáneo, tanto en su vertiente analítica (Wittgenstein) como continental (Nietzsche), separa estrictamente hechos y valoraciones y, por lo tanto, la mayor parte de los filósofos contemporáneos considerarían que la expresión “hecho moral” es un oxímoron.
Curiosamente Gabriel afirma en su libro que no existen las razas, ni la cultura, tampoco las identidades nacionales, todo ello son mitos, ficciones; en cambio sí que existen de manera objetiva los hechos morales. Sin embargo la existencia objetiva de los hechos morales dista de ser evidente; MacIntyre, entre otros muchos, sostiene que creer en los valores morales es como creer en brujas y unicornios y que tanto los valores morales como los derechos humanos no son más que ficciones morales que existen solo en la medida en que creamos en ellos. El problema es que las únicas pruebas que Gabriel presenta en favor de la existencia de los hechos morales son “la voz de la conciencia” por un lado y las evidencias morales por otro. Pero la voz de la conciencia, o la buena voluntad en términos kantianos, puede ser producto de la interiorización de todo tipo de tergiversaciones, ideologías y mistificaciones como nos enseña el psicoanálisis y las evidencias morales hacen referencia a normas muy básicas, como no torturar a los recién nacidos, cuya universalidad puede ser entendida en términos de eficiencia biológica. Gabriel respondería a este último reproche que pensar que la reflexión moral se pueda deducir de la biología es un “error categorial” porque los fenómenos morales no son hechos biológicos. Dice Gabriel que la compresión moral de la conducta humana no se basa necesariamente en una razón instrumental, es decir, que las acciones morales no son acciones estratégicas que tienen como fin la supervivencia. Sin embargo todos los ejemplos que presenta como evidencias morales que son la base para el conocimiento de los hechos morales sí que pueden ser interpretados como acciones estratégicas cuyo fin es la supervivencia de la especie. Parece lógico suponer que lo que hay de universal en la especie humana, también en el ámbito moral, tiene su base en la biología.
Pero a pesar de todo lo que llevo diciendo en este comentario simpatizo con la propuesta de Gabriel. Es fácil ver en Gabriel a un Sócrates contemporáneo que en tiempos oscuros se enfrenta al batallón de los sofistas. La crítica al relativismo es tan pertinente y necesaria hoy como entonces y en la medida en que la posición relativista es cínica e insostenible debemos apostar por apuntalar de algún modo el valor de los valores morales.
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