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miércoles, 24 de julio de 2024

Las redes sociales y la muerte pospuesta.
Eduardo Abril

Dice Baudrillard que «el trabajo es una muerte lenta». Esta muerte lenta no hay que entenderla, sin embargo como que el trabajo, con sus horarios y la extenuación de nuestros cuerpos, se opone a la realización de una vida plena. Todos imaginamos que nos toca la lotería, nos liberamos de la esclavitud del trabajo y elegimos una auténtica forma de vivir, acorde a nuestra forma de ser. Pero, paradójicamente, lo que suele ocurrir es lo contrario, los agraciados con la suerte de los décimos, al cabo de los años, sino meses, están aún más sujetos y extenuados que antes del premio. Baudrillard apunta algo diferente: lo contrario de la muerte lenta del trabajo, no es la vida plena, sino la «muerte violenta»: «El trabajo se opone, como muerte diferida, a la muerte inmediata del sacrificio». Por eso, la alternativa al trabajo no es el ocio o la plenitud de la vida, sino el sacrificio. Baudrillard, incluso, nos ofrece una cierta genealogía del trabajo que justifica esta tesis: en la guerra, al enemigo se le daba muerte de inmediato. Sólo después, era «perdonado» y convertido en esclavo para ser empleado en las tareas más duras. En un paso más, ese esclavo será liberado de su estatus pero con el requisito de que conserve su condición de trabajador, de muerte lenta, cuya alternativa es el sacrificio. Por eso, añade Baudrillard, el poder  no es nunca «el de dar muerte sino, todo lo contrario, el de dejar la vida»

La revolución digital ha añadido un interesante elemento a este relato. Por supuesto que nadie pensaría que las redes sociales forman parte del «ocio», el tiempo de descanso que permite continuar con esa muerte diferida. Al contrario, de nuestra interacción en redes podría decirse lo mismo que Clausewitz decía de la política, que es la continuación de la guerra por otros medios, la continuación del trabajo por otros medios. Ya es un aspecto cotidiano de nuestras vidas el usar las redes en el trabajo, con nuestros amigos, con nuestras familias, y en cualquier ámbito que se nos ofrezca. Como si, como pluriempleados, tuviéramos un segundo trabajo después del trabajo, al que le dedicásemos nuestras vacaciones y le robásemos tiempo a nuestras obligaciones. Hay adolescentes que, en el instituto, en lugar de prestar atención a las actividades del aula, dedican toda su atención a sus redes. Y el problema es que sus resultados, al final, no difieren gran cosa de los que no lo hacen. Por eso, podemos decir con Baudrillard, que el mundo digital es también una muerte diferida. Y su contrario, evidentemente, tampoco es un paraíso sin móviles, mirándonos a los ojos para relacionarnos, apreciando todos los matices «reales» del mundo que nos rodea, prestando atención a los «pequeños detalles», etc. Seamos francos, esas son las vacaciones de unos cuantos pijos que pueden irse a paraísos de desconexión, en hoteles idílicos, al borde de un fiordo, o en un atolón de polinesia, para follar con pijas con rastas y presumir de la redescubierta «conexión» con la naturaleza. Si al menos hubieran leído a Žižek, sabrían que la naturaleza es una mierda pinchada en un palo y ese encuentro  les habría arrasado.

Lo otro de la muerte lenta en las redes, igual que en el trabajo, es el sacrificio, la muerte del sujeto. Dicho de otro modo: la locura. Si mañana hubiera una tormenta solar que arrasase la posibilidad de mantener las tecnologías de la información, el resultado no sería que saldríamos todos a la calle, con cierto temor y emoción, a recuperar el olor de las margaritas y mirarnos, por fin a los ojos maravillosos de las personas que estalqueamos en internet. Intuyo que el efecto primero y más inmediato, es que se acabarían todos los stoks mundiales de ansiolíticos, antipsicóticos y antidepresivos. Y, en lugar de multitudes de personas recuperando la experiencia única de vivir, lo que obtendríamos son millones de personas teniendo la experiencia sacrificial de morir en vida. Así que  no se pueden abandonar las redes de cualquier modo, debes disponer de un trabajo extenuante que te permita ir muriendo lentamente para poder hacerlo. Por eso, algunas personas, a veces tienen ganas de que llegue septiembre.

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