Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

domingo, 19 de enero de 2025

El neoliberalismo de Hayek y la erradicación de la política (IV)
Borja Lucena

1- El mercado, tal y como ya entrevimos en entregas anteriores, se muestra en la filosofía de Hayek como poseedor de un quimérico poder redentor, una potencia salvífica capaz de erradicar los males inoculados a las sociedades por las corruptoras prácticas de naturaleza política. El mercado, en esta entusiasta versión, no sólo limita o atenúa los males pertenecientes a las inconvenientes contingencias de la política, sino que, más allá de esto, devuelve a la pólis al seno de la naturaleza y le restituye una necesidad natural e incontestable. En esta coyuntura teórica, el mercado es el elemento decisivo que rectifica la deriva anti-natural -política- de la vida humana, aquello que reintegra lo artificialmente separado, aquello que revalida la vigencia de las leyes eternas del cosmos en menoscabo del artificio, de la contingencia, de la arbitrariedad de las acciones políticas. El mercado, en definitiva, es el quicio en el que puede acaecer la ruptura decisiva con el pecado de artificiosidad que el pensador neoliberal detecta en toda práctica política; es, en suma, la única potencia capaz de corregir el sino de la historia humana y, específicamente, de la aciaga apertura griega de un espacio propiamente político en el que la eterna validez de la legalidad natural fuera otrora sustituida por decisiones, por fines, acciones y propósitos desligados de la necesidad de las fuerzas y los cuerpos naturales. "Los efectos que esas leyes [del mercado] (…) tienen en sus acciones [de los hombres] -afirma Hayek- son precisamente de la misma clase que los de las leyes de la naturaleza” (Los fundamentos de la libertad, p. 204).

2- El mercado, efectivamente, desborda ampliamente el espacio de las actividades estrictamente económicas y se constituye como re-incardinación ontológica del ser humano en la realidad natural del cosmos. De esta manera, en el seno del pensamiento neoliberal, el mercado está destinado a asumir las esferas del poder político, de cualquier poder posible, y a proyectarse sobre la integridad del espacio humanamente habitado; en este sentido, tal y como explicó Foucault, el mercado se afirma como instancia de veridicción, como poder decisorio acerca de lo verdadero y lo falso, y, a partir de ello, de lo real y lo irreal. Ante la verdad de lo real revelada en el mecanismo impersonal del mercado, la suerte del individuo ha de verse empujada a la adecuación y la conformidad, tal y como sucede ante la inclemente masa apodíctica de los tornados o las erupciones volcánicas. Nadie puede tildar de injusta a la naturaleza ante la desoladora irrupción de las catástrofes naturales; nadie puede tildar de injusta, igualmente, a la irrupción de los efectos del mercado, no deseados ni dirigidos por nadie: “La desigualdad se soporta, sin duda, mejor y afecta mucho menos a la dignidad de la persona si está determinada por fuerzas impersonales que cuando se debe al designio de alguien” (“Camino de servidumbre”, p. 141). El neoliberalismo, de esta guisa, ha hallado el modo de articular una convivencia en la que pueda desaparecer el pesado fardo de la responsabilidad de las más amplias y relevantes esferas de la existencia: “(…) no hay menosprecio para una persona, ni ofensa para su dignidad, por ser despedida de una empresa particular que ya no necesita sus servicios (…) el paro o la pérdida de renta (…) es, sin duda, menos degradante si resulta de la mala suerte y no ha sido impuesto deliberadamente por la autoridad” (ibídem, pp. 141-142).

3- En definitiva, la sugestiva carga utópica de la noción hayekiana de “mercado” espontáneo se constata en su idea de que no nos hallamos ante un mero concepto económico, sino de orden social y (neo)político, un marco que, precisamente, guarda la promesa de resolver las imposibilidades de todo orden social organizado en torno a lo político.

No hay comentarios:

Publicar un comentario